El uso creativo de drones comerciales mejora el escenario de la guerra para Ucrania
Civiles y militares reconvierten los dispositivos en letales bombarderos o misiles; un método casero y peligroso
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POKROVSKE, Ucrania.– El soldado del Ejército ucraniano desenvuelve los rotores de un dron común de entretenimiento y con una calma muy ensayada le adosa una granada a ese artefacto originalmente diseñado como dron comercial para entregas puerta a puerta.
El artefacto despega y el soldado Bohdan “el mapache” Mazhulenko vuelve a sentarse en el borde de la trinchera, con las piernas colgando, y desde una tablet observa las imágenes del campo de batalla y los cráteres de artillería que envía la cámara del dron. “Ahora tengo que encontrarlos”, dice refiriéndose a los rusos.
Hace años que Estados Unidos despliega drones en los conflictos bélicos, como en Irak y Afganistán, y los drones turcos también jugaron un rol decisivo en la guerra de 2020 entre Armenia y Azerbaiyán.
Pero se trataba de drones bélicos pesados y muy costosos. Ucrania, en cambio, ha adaptado una amplia variedad de pequeñas naves, desde cuadricópteros con rotores hasta drones de ala fija de tamaño mediano, y los usa para arrojar bombas y detectar objetivos de artillería.
Ucrania también sigue usando los sofisticados drones militares que le suministran sus aliados occidentales para tareas de observación y ataque, pero en toda la línea de frente el grueso de la flota de drones ucraniana está compuesta de productos de mostrador o fabricados en talleres caseros de toda Ucrania, una montaña de avioncitos de plástico muy baratos adaptados para arrojar granadas y municiones antitanque.
Son parte de un floreciente nicho de innovación de los militares ucranianos, que han abrazado la guerra de drones para compensar la superioridad de la artillería y los blindados rusos. Hay talleres improvisados que están experimentando con objetos impresos en 3D y los codificadores ucranianos han desarrollado desvíos para esquivar el rastreo de señales de radio que hacen los rusos. El Punisher, un sofisticado dron militar de ala fija fabricado en Ucrania, puede dar en un blanco a más de 50 kilómetros de distancia.
Táctica ucraniana
Hace tiempo que Ucrania adoptó la guerra de drones para contar con alguna ventaja tecnológica frente a una Rusia que en el frente de batalla oriental cuenta con el apoyo de los separatistas prorrusos. Antes de la invasión, los militares de Ucrania habían comprado drones turcos Bayraktar TB2, la aeronave no tripulada más letal del arsenal del país. En agradecimiento, una ucraniana le puso Bayraktar a su recién nacido.
Tras la invasión de fines de febrero, los países de la OTAN le donaron a Ucrania drones de ataque y de observación, entre ellos el modelo Switchblade, un arma norteamericana que sobrevuela el campo de batalla hasta avistar un blindado u otro objetivo, y se lanza en picada a destruirlo.
En los campos y bosques del frente oriental, los drones son una presencia ubicua en el bando ucraniano, y según los soldados, superan en número al arsenal naves no tripuladas de los rusos. De hecho, los drones han reemplazado prácticamente por completo a las patrullas de reconocimiento y son usados para dejar caer munición de artillería.
A ese enjambre de drones que zumban sobre el campo de batalla, los soldados ucranianos lo llaman “mosquitos”. Desde una posición cavada entre los árboles, la única acción militar posible, salvo el fuego de artillería a distancia, es atacar con un dron.
“No siempre hay tropas suficientes, pero con el dron se pueden destruir equipos o trincheras”, dice el soldado Bohdan, sin levantar la vista de la pantalla de su tablet. El dron sigue buscando un objetivo: la autonomía de vuelo de su batería es de unos 10 minutos.
La imagen se congela y suena una alerta: las contramedidas electrónicas de los rusos han bloqueado la señal del dron. El artefacto entra en piloto automático para intentar regresar a la posición ucraniana. Bodhan recupera el control y vuelve a enviarlo hacia las líneas enemigas.
“¡Vamos, Mapache! ¡Dale, soltalo!”, lo apuran sus compañeros de armas, que observan la pantalla. Desde otra posición ucraniana les preguntan por radio si ese zumbido “es de los nuestros”, y Bohdan les contesta que no se preocupen, “ese mosquito es nuestro”.
En la pantalla parece entreverse una trinchera rusa. Pero la señal vuelve a caerse. Ya casi sin batería, el dron vuelve a la base y Bohdan lo ataja en pleno vuelo con una sola mano, y con la otra le saca el detonador a la granada. El mismo procedimiento se repite varias veces al día.
Los drones son un punto fuerte del Ejército ucraniano. Rusia tiene un dron de observación muy efectivo, el Orlan-10, que usa para dirigir fuego de artillería contra blancos ucranianos, pero no tiene buenos drones de largo alcance equiparables con los Bayraktar turcos, una notable falencia para una superpotencia militar como Rusia. Las tropas rusas también operan drones de uso doméstico, pero muchos menos, según dicen los ucranianos.
El poder del Ejército de Rusia más bien descansa en la fuerza bruta a la antigua, como el despliegue de tanques y artillería pesada, y los rusos han sido menos hábiles para reconvertir los productos tecnológicos de consumo masivo en armas de guerra. Tampoco cuentan con el flujo constante de pequeños drones comerciales donados por grupos no gubernamentales y hasta por parientes y amigos de los miles de soldados que cumplen servicio en el frente ucraniano.
Artesanía militar
Por firme que tenga el pulso Bohdan, manipular un dron para que lance explosivos es una tarea sumamente estresante. Para empezar, hay que preparar la granada para que explote en su objetivo, y para eso es necesario desactivar su sistema de seguridad. Al tipo de granada más comúnmente utilizado por los ucranianos en sus drones se le extraen y descartan tres dispositivos de seguridad, incluida una pequeña placa de metal que protege el detonador de un golpe accidental del percutor. Ese procedimiento se hace en los talleres, con alicates y sierras para metales.
Y ocurren accidentes. El armero de drones Taras Chyorny trabaja en un taller de Kiev y recuerda que varios colegas perdieron dedos mientras manipulaban las granadas. Taras ha experimentado con varios detonadores caseros y se decidió por un clavo moldeado en plastilina con forma de nariz. “Para hacer esto hay que estar un ambiente tranquilo”, dice el armero.
El dron transporta la granada en un accesorio comercial diseñado para dejar caer objetos, como paquetes pequeños para los deliveries puerta a puerta con drones. Para que el dispositivo deje caer su carga, el operador aprieta el botón que activa la luz de aterrizaje del dron.
Uno de los talleres más grandes en Kiev, llamado Dronarnia, ha recibido encargos online de oficiales que buscan drones a medida, lo suficientemente grandes como para lanzar bombas de 30 kilos. El grupo se financia con donaciones colectivas.
Los funcionarios ucranianos han estado haciendo alarde de su ventaja de drones. La semana pasada, el viceministro de Transformación Digital del país, Mykhailo Fedorov, presentó en Kiev su “ejército de drones”, donde se exhibió la variedad de artefactos recibidos en donación.
Entre ellos estaba el modelo Fly Eye 3, un dron de reconocimiento de última generación donado por un equipo de operaciones especiales polaco, y varios drones de entretenimiento donados por personas de todo el mundo. Federov dijo que todos serían enviados al frente.
Por Andrew Kramer
The New York Times
(Traducción Jaime Arrambide)
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