El último mensaje que quizás estemos a tiempo de atender
Pocos fuera de Suecia habían oído hablar de Greta Thunberg hasta diciembre del año pasado. Aunque en su país llevaba algunos meses llamando la atención de los medios por la singular "huelga escolar" que emprendió en agosto de 2018 –cuando decidió faltar a clases para exigir frente al Parlamento el cumplimiento de los Acuerdos de París sobre cambio climático–, no fue hasta que pronunció un discurso en una conferencia de Naciones Unidas en Katowice, Polonia, en que el mundo comenzó a reparar en ella. Tenía entonces 15 años y ante los representantes de los países que discutían un acuerdo marco para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, bramó sin medias tintas: "Nuestra civilización está siendo sacrificada (...) Tenemos que hablar claro, no importa qué tan incómodo sea".
Vaya que incomodó. "En el año 2078 celebraré mi 75° cumpleaños. Si tengo hijos quizás pasen ese día conmigo y me pregunten por qué ustedes no hicieron nada mientras había tiempo de actuar –fustigó–. Dicen que aman a sus hijos sobre todas las cosas, pero les roban su futuro enfrente de sus propios ojos".
Cuando en septiembre de este año pronunció un nuevo discurso en la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas la fuerza de sus palabras no solo acrecentaron su fama en todo el mundo, sino que la alzaron como la activista emblema de una generación decidida a actuar para que el planeta tome conciencia del peligro en que se encuentra y actúe antes de que sea demasiado tarde. Sus cruces con Donald Trump -de miradas y de tweets– la convirtieron, además, en un ícono global de indignación con los poderosos. Greta, ahora de 16 años, recorre desde entonces el mundo llevando un mensaje cada vez más desesperado y urgente.
Cuando esta edición se estaba cerrando, la adolescente sueca asistía con desilusión a otro fracaso diplomático para alcanzar un acuerdo que impida que la temperatura global se eleve este siglo más de un grado y medio centígrado. Para tener un 67% de posibilidades de que ello ocurra, se necesitaría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a un máximo de 420 gigatones de CO2 por año, lo que al ritmo actual de emisiones solo sería factible en ocho años si se actuara ya. Pero la Cumbre Mundial del Clima, en Madrid, volvió a terminar en un fracaso por la falta de acuerdo entre los países más desarrollados y aquellos en vías de serlo sobre el peso de cada uno en las emisiones contaminantes.
"No tenemos ya tiempo de no hacer caso a la ciencia. La gente está muriendo por la crisis climática –enfatizó–. Por favor, díganme cómo se cuentan estas cosas sin mostrar un ápice de pánico."
Su creciente indignación es un grito que retumba cada vez más fuerte en todo el planeta a medida que el tiempo para actuar se agota. El mensaje de Greta quizá sea el último que estemos a tiempo de atender.
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