“El trauma queda”: Israel, entre el alivio y el temor tras la tregua con Hamas
Muchos volvieron a la rutina, las playas y restaurantes luego de 11 días de conflicto con el grupo islamista, aunque algunos temen que solo sea una pausa en el enfrentamiento
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TEL AVIV.- Luego de 11 días de conflicto con Hamas, Israel amaneció hoy, por fin, en paz. A pocas horas del inicio del Shabat, las calles de Tel Aviv recuperaron su alegría característica, los restaurantes se llenaron de gente, y las playas volvieron a ser un paisaje colmado de chicos, jóvenes y adultos jugando al voley o al clásico matkot (similar al pelota-paleta) y disfrutando del mar Mediterráneo, de la arena y del clima caluroso. La tensión en los rostros se relajó, los encuentros entre amigos se multiplicaron en cada rincón y cierta normalidad, mediada por el fin de la pandemia y el inicio del cese del fuego, se vuelve a instalar en el país de Medio Oriente.
Los incesantes reclamos de la comunidad internacional y los reiterados esfuerzos de Estados Unidos y Egipto por lograr la paz dieron sus frutos el jueves a la noche, cuando finalmente se logró el cese del fuego, que inició este viernes a las 2 (hora local), luego de 11 días de conflicto que dejaron un saldo de 232 muertos en la Franja de Gaza y 12 en Israel. Aún con la sensación de urgencia y temor en el cuerpo, los israelíes intentan retomar sus vidas y rutinas.
“Hace días que no estamos con tanta cantidad de gente en el restaurant, los días anteriores abrimos pero había pocos pedidos para llevar, hoy estamos desbordados pero felices”, afirma Oren, el dueño de un local de comidas de Tel Aviv, cuya especialidad es el hummus, el falafel y el shakshuka, comidas típicas de Medio Oriente. A metros de allí, está el Mercado Levinsky, un paseo peatonal que ahora, sin miedo a que suene la estremecedora sirena, volvió a ser concurrido por israelíes que buscan frutos secos, plantas y delicias.
Si bien la alegría y el alivio reinan en el país, aún se percibe cierta tensión soslayada, producto de la guerra: “No es el fin para mi, tengo que procesar todo lo que pasó y volver a la vida normal lleva su tiempo, el miedo aún queda, algo del trauma queda”, confiesa Yael Drelevich, una joven argentina que vive en Ramat Gan, un suburbio de Tel Aviv, y agrega: “No es el final del conflicto, es una pausa -quizás por un tiempo largo-, porque creo que va a seguir existiendo. Los que vivimos acá tenemos que aprender a convivir con esto, como en otros lugares se vive con inseguridad, robos o asesinatos”.
Al igual que Yael, Ana -una joven arquitecta de Tel Aviv- intenta volver a la normalidad, aunque aún con temor: “¿Cómo sigue la vida ahora? Es raro, creo que me acostumbraré de a poco a la rutina de nuevo y a volver a habitar el exterior, sin miedo”, explica.
El sur de Israel, la zona más golpeada
Ashdod, Ashkelón y Sderot fueron, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), las tres ciudades que sufrieron más cohetes en estos 11 días de conflicto, donde debieron permanecer constantemente en sus refugios para resguardar su seguridad. Allí, los vecinos tienen -dependiendo la zona- entre 15 y 40 segundos para correr a refugiarse cuando suenan las sirenas.
“Por fin puedo abrir la ventana y ventilar el refugio donde vivimos tantos días. Qué felicidad, no puedo creer que ya no hay ruido de sirenas y bombas”, cuenta aliviada Claudia Zabolinsky, argentina y vecina de Ashkelon, en relación al cese del fuego celebrado entre Israel y la organización terrorista Hamás.
La ciudad en la que ella vive, dada la cercanía de 13 kilómetros con la Franja de Gaza, fue una de las más golpeadas por la guerra: sonaron las sirenas más de 400 veces, un promedio de una alarma cada 45 minutos durante once días. ¿Cómo sigue su vida ahora? “Volveremos a la normalidad de a poco, vamos a salir a la calle tranquilos y sin miedo de tener que salir corriendo porque te tiran bombas al lado, como una película de guerra”, dice Claudia, mientras revela que la misma sirena la despertó de pesadillas donde soñaba que “caían bombas en la cama” y no llegaban a escapar.
“Fue una noche larga, la última sirena fue a la 1.50, diez minutos antes del cese del fuego. Hasta ahora sigue la ciudad en silencio y la gente salió a la calle. Queremos vivir en paz y tranquilos y esperamos que esta vez sea más definitiva la calma con nuestros vecinos”, sostiene Itzik Horn, vecino de Sderot -ubicada a 800 metros de Gaza-, aún preocupado y, a la vez, aliviado.
Dafna Gurovich vive en la ciudad sureña de Ashdod, ubicada a 20 kilómetros de la Franja de Gaza. Durante dos oportunidades, cayeron cohetes a pocos metros de su casa, encendiendo aún más todas sus alarmas: “Me pude dormir recién a las 2.10, cuando había silencio, pero todavía sentía mucho estrés en el cuerpo. Ahora siento alivio por un lado, pero el sonido de la sirena sigue sonando adentro mío. Supongo que con los días se irá calmando, y ojalá que el silencio se mantenga y no suframos ni un misil más”, afirma, mientras intenta mirar hacia adelante: “Acá la resiliencia hace que la vida siga normal, como una defensa psicológica que nos ayuda a seguir viviendo esta realidad tan complicada. Ahora me voy a la playa”.
Beer Sheva fue otra de las ciudades más bombardeadas durante la guerra. Lorena Brofman, una argentina que vive allí con su familia, se muestra escéptica con respecto a esta calma: “Esto va a volver a pasar y cada vez va a ser peor, pero la vida no frena y todo sigue como si nada hubiera pasado. Es parte de lo que es vivir en Israel y no creo que el conflicto se resuelva nunca, menos cuando es una organización terrorista la que está al frente del otro lado”, sostiene.
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