El trágico final de Edith Cavell, la enfermera que colaboró con los aliados pero fue descubierta por los alemanes
Pionera de su profesión en Bélgica, se involucró con el servicio secreto británico durante la Primera Guerra Mundial y eso selló su sentencia de muerte; cómo fue su infame fusilamiento
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En el último tercio de 1915, el infierno se apoderó de Bélgica. La Primera Guerra Mundial recién comenzaba y las tropas alemanas que habían invadido el país un año antes comenzaron una feroz represión contra la población civil que incluyó la quema de pueblos enteros, deportaciones masivas y fusilamientos.
En una de esas matanzas indiscriminadas fue asesinada Edith Cavell, una enfermera británica que fue ejecutada por un pelotón, el 12 de octubre de ese año, por haber ayudado a escapar hacia Holanda a más de doscientos soldados aliados. Tenía 49 años.
Después de su muerte, la figura de Cavell fue enarbolada por la propaganda bélica y se convirtió en un símbolo de patriotismo. Su martirio recorrió el mundo entero e impulsó a miles de jóvenes reclutas que fueron a la guerra a vengar su muerte.
¿Quién fue Edith Cavell?
Edith Cavell nació el 4 de diciembre de 1865 en Swardeston, un pueblo cercano a Norwich, Inglaterra. Fue la mayor de cuatro hermanos y por esto también la persona que acompañó la larga agonía de su padre hasta el día de su muerte.
Se cree que esta es una de la razones por las que, en 1896, a los 31 años, Cavell comienza a estudiar enfermería en el Royal London Hospital, a cargo de Eva Luckes, una de las primeras enfermeras profesionales de la era moderna.
Luego de egresada y con casi una década de experiencia, viajó a Bélgica en 1907 donde se convirtió en matrona de la primera escuela de enfermería de ese país, destacándose como pionera en la ciencia del cuidado y atención de enfermos y heridos. Con el comienzo de la guerra en 1914 y el estallido de la Belle Epoque en mil pedazos, todo cambiaría para siempre.
La escuela así como el hospital belga quedaron en manos de la Cruz Roja local, creada por el cirujano Antoine Depage, quien sufrirá la muerte de su esposa tras el hundimiento por parte de un submarino alemán del transatlántico británico RMS Lusitania en mayo de 1915.
Para esa fecha, la enfermera Edith Cavell ya no era la misma persona. Estaba de vuelta en el hospital belga, atendiendo a los soldados heridos, después de unas vacaciones en Inglaterra, donde experimentó una transformación que selló su destino.
Ahora la pionera de la enfermería belga también era una agente vinculada con el servicio secreto británico MI6, según se desprende de numerosos estudios sobre el tema, como el libro del experto Nicholas Rankin: “Cómo la astucia ayudó a los británicos a ganar dos guerras mundiales”.
Quizá por su filiación con el espionaje o por su vocación humanitaria -o tal vez por ambas cosas- lo cierto es que la enfermera se involucró con el frente aliado y durante ese tumultuoso año donde reinó el terror en Bélgica ella comenzó a ayudar a los soldados a escapar hacia los Países Bajos, gracias a una red franco belga creada para organizar la evasión de las tropas hacia territorio neutral.
El contraespionaje alemán, sin embargo, resultó eficaz y Cavell fue descubierta junto con un numeroso grupo de personas gracias al trabajo de un espía germano que se había infiltrado en sus filas. Acusada de haber violado las leyes impuestas por las tropas de ocupación del II Reich, la arrestaron el 3 de agosto y fue encarcelada en la prisión de Saint-Gilles a la espera de un juicio que finalmente llegó dos meses después.
Durante el curso del proceso, ella admitió los cargos, por lo que quedó fuera de la protección de la Convención de Ginebra en su carácter de enfermera. Fue condenada a muerte.
El martes 12 de octubre de 1915 a las 7 a.m. la enfermera y espía británica fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento alemán. Un día antes de su ejecución, ella dijo, como si vislumbrara la manera en que su figura sería manipulada por los aliados: ʺEl patriotismo no es suficiente”.
Su fusilamiento fue utilizado como un potente mensaje de la propaganda aliada contra los alemanes, tanto más cuanto que no se trataba de un combatiente sino de una enfermera, una persona que no habría tomado partido en ninguno de los bandos en pugna. Un crimen atroz que azuzó el odio contra las tropas alemanas.
“La Primera Guerra Mundial fue la primera vez que se utilizó la propaganda como arma de guerra. Comienza muy temprano con el avance alemán a través de Bélgica y se centra en los atropellos percibidos por los alemanes. Es en esta atmósfera donde se aprecia el uso de la muerte de Edith Cavell”, dijo Laura Clouting, historiadora del Imperial War Museum, a la BBC. “Se utilizó para impulsar a la opinión pública contra los alemanes”, agregó.
Los británicos utilizaron su muerte para estimular el ingreso de nuevos soldados. Las cifras de reclutamiento se duplicaron y aumentaron de 5000 a 10.000 incorporaciones por semana después de su muerte.
“Era, sin más, la víctima perfecta”, dice Laura Manzanera en Mujeres espías: Intrigas y sabotaje tras las líneas enemigas. “Los británicos supieron aprovechar esto, asegurando que los alemanes habían asesinado a una mujer inmaculada, a ‘la madre de la nación’”, agrega. “El nombre de la enfermera-espía fue asociado con una forma extrema de patriotismo, lo último que ella hubiese querido”, continúa.
Su infame fusilamiento quedó flotando en el espíritu de la época, alimentando un deseo de venganza, recuerda la autora. Dos años más tarde, los franceses ejecutaron a otra mujer espía, la bailarina holandesa que informaba para los alemanes, Margaretha Geertruida Zelle, más conocida como Mata Hari.
El cuerpo de la enfermera Edith Cavell fue exhumado en 1919 y devuelto a Inglaterra donde fue sepultada con todos los honores.
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