El torniquete de Putin al flujo de gas golpea a los políticos europeos donde más les duele
El crecimiento de los subsidios empuja la inflación y pone en jaque a varios gobiernos que deberán enfrentar el descontento popular en las urnas
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PARÍS.– El torniquete que acaba de ponerle el presidente ruso, Vladimir Putin, al flujo de gas natural hacia Europa podría golpear a los políticos europeos donde más les duele: en las urnas.
Su contraparte de Francia, Emmanuel Macron, será el primer líder europeo que deberá enfrentar a los votantes. El partido político de Macron, recientemente rebautizado Renacimiento, y sus aliados se preparan para la ronda final de elecciones parlamentarias que se celebrará este domingo, y las encuestas muestran que sus candidatos a ocupar escaños en la Asamblea Nacional están cabeza a cabeza con sus adversarios, que machacan contra la figura del presidente por el aumento de la inflación.
Pero hay otras grandes economías europeas donde se celebrarán elecciones cerca del próximo invierno boreal, cuando la falta del gas ruso se hará sentir más crudamente en los hogares y empresas de Europa. Alemania, la más dependiente del flujo constante de gas ruso, tendrá su primera prueba electoral en octubre, cuando se celebren elecciones regionales en el estado de Baja Sajonia. Y en Italia, otro gran importador de gas ruso, las elecciones nacionales están previstas para mediados del año que viene.
El torniquete de Putin impulsa el precio de la energía y ya ha obligado a los gobiernos europeos a aumentar el gasto en subsidios para mitigar el golpe al bolsillo de los usuarios. Italia estableció exenciones impositivas para reducir el costo de la energía en los hogares de bajos ingresos y algunos comercios. Y Roma redujo un impuesto local al combustible para bajar el precio de la nafta en los surtidores. Son medidas temporarias programadas para expirar en poco tiempo, pero el gobierno ya analiza una prórroga.
Macron aumenta subsidios
Macron intentó seducir a los votantes con subsidios de 26.700 millones de euros para poner un tope al precio del gas natural y la electricidad y hacer reembolsos parciales por gastos en combustible.
Las medidas, sin embargo, no impidieron un crecimiento del líder del abanderado de la extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon, que logró unificar a varios partidos de izquierda para competir como una sola coalición en la carrera parlamentaria. Mélenchon prometió ir mucho más lejos que Macron, estableciendo precios máximos para productos esenciales como el pan, fideos y otros alimentos. El líder de izquierda también propone intervenir la economía a largo plazo. Y si bien Macron teme una nueva ola de protestas, tampoco está convencido de intervenir el mercado interno durante mucho tiempo, según funcionarios del gobierno francés.
“Se observan profundas distorsiones en el modelo económico europeo, cuyas consecuencias se harán sentir en el humor político y social de la región”, dice Simone Tagliapietra, investigador del grupo de expertos Bruegel, con sede en Bruselas, y profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins. “El poderío económico de Alemania y otros países está construido sobre una ventaja competitiva concreta: su acceso a energía rusa barata. Ahora tienen que repensar su modelo de negocios y eso representa un verdadero desafío”.
Alza de la inflación
Europa tiene suficiente gas natural para pasar el actual verano, cuando la demanda es mucho menor. Desde que Rusia invadió Ucrania, los países de la Unión Europea tienen problemas para reponer el consumo de sus depósitos de gas, que ya están por la mitad. Pero los efectos económicos no esperaron la llegada del invierno y ya se hacen notar en el aumento de la inflación, sumado al fantasma de una crisis económica en ciernes, que redunda en mayor desconfianza de los consumidores. El mes pasado, en los países que integran la eurozona, la inflación alcanzó un máximo histórico del 8,1%.
Macron conoce en carne propia las consecuencias del alto precio de la energía: fue un aumento en los precios del combustible el que desencadenó las protestas de los chalecos amarillos, que a fines de 2018 derivaron en semanas de disturbios. De hecho, las protestas se extendieron al resto de Europa.
“La gente está al límite”, dice Anthony Badou-Bonsou, ingeniero desempleado de 38 años que vive en un suburbio de París y que hoy piensa votar a Mélenchon. “En algún momento, la paciencia se acabará y habrá protestas masivas nuevamente”.
Badou-Bonsou dejó de usar su auto debido al alto costo de la nafta y tuvo que reducir el consumo de queso y carne. Dice que este invierno probablemente no pueda calefaccionar su departamento de 37 m2 porque, a pesar del tope al precio de la energía, su factura de electricidad ya aumentó y teme que suba aún más.
Francia no es el único país que abrió sus arcas y está subsidiando generosamente los precios para mitigar los efectos de la crisis energética. Según cálculos del grupo de expertos Bruegel en base a datos de los gobiernos europeos, Grecia está gastando más del 3% de su PBI para aliviar a los hogares y las empresas del aumento del costo de la energía, mientras que España e Italia gastan más del 2%, y Francia y Alemania por encima del 1%.
“Ese nivel de gasto es claramente insostenible, pero no hay una salida fácil”, dice Tagliapietra. “Europa nunca recuperará la relación energética que tenía anteriormente con Rusia, y los efectos se sentirán durante mucho tiempo”. Y es probable que los primeros de esos efectos se hagan sentir hoy mismo. A pesar de los subsidios de Macron, muchos franceses creen que sus medidas se quedan cortas y son insuficientes. La encuestadora Harris Interactive pronostica que su partido y sus aliados perderán escaños, y que la mayoría de Macron en el Parlamento está en riesgo.
“Devolverles a los conductores unos centavos de lo que gastan en el surtidor no cambia nada”, dice Rémy Antille, un ejecutivo de París que en la primera ronda de las parlamentarias votó por el candidato de Mélenchon.
Eric Sylvers y Noemie Bisserbe
The Wall Street Journal
(Traducción de Jaime Arrambide)
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