A pesar de ser no tan conocido, el suceso del barco que traía 588 pasajeros desde España rumbo a Buenos Aires es sumamente dramática y dejó un registro histórico imborrable
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Era la madrugada del 5 de marzo de 1916 y el transatlántico Príncipe de Asturias navegaba por la costa de Ilhabela rumbo al puerto de Santos, al este de São Paulo. Oficialmente, había 588 personas a bordo, entre ellas 193 miembros de la tripulación, aunque se estima que eran más, incluyendo migrantes no registrados. El buque había partido de Barcelona, en España, con destino a Buenos Aires, haciendo escalas en Las Palmas, Santos y Montevideo.
El Príncipe de Asturias, de 150 metros de eslora, se consideraba en aquel momento el barco más lujoso de España. Contaba con decenas de camarotes divididos por clases, 1ª, 2ª y económica, así como el sector de los migrantes, en la que se concentraban casi la mitad de las personas a bordo. “Además de la separación por pisos, cada clase tenía su propia cocina y restaurante. La cocina internacional y refinada de primera servía un menú diferente”, explica Plácido Cali, arqueólogo e historiador.
Las familias adineradas se alojaban en los “camarotes especiales” de primera clase con dormitorio, salón y baño con bañera, mientras los pasajeros del sector de migrantes dormían en habitaciones pequeñas, algunas incluso sin ventanas. “Los pasajeros eran de diversos orígenes. Además de españoles -la mayoría- había italianos, portugueses, brasileños, franceses, sirios, turcos, argentinos e ingleses. Entre ellos había trabajadores del comercio, repartidores de periódicos, sirvientas, artistas, labradores, industriales, curtidores, cocineros, carpinteros, zapateros y estudiantes”, detalla el historiador.
Hundido en cinco minutos
El Príncipe de Asturias llevaba 16 días en alta mar. Era un lunes de carnaval. Por la noche se celebró un baile y la tripulación danzaba marchinhas en el salón principal. Esa mañana llovía mucho y la visibilidad era muy mala, incluso para el experimentado capitán José Lotina. Era su octava visita a Brasil al mando del Príncipe de Asturias.
Para evadir el temporal y mejorar la navegabilidad, aquella mañana Lotina decidió cambiar de ruta. En lugar de dirigirse a mar abierto hacia Santos, tomó un desvío. No sabía que la nueva trayectoria atravesaba una zona de baja profundidad donde había arrecifes de coral. A las 04.15 horas, el transatlántico impactó con formaciones rocosas en la zona de Ponta da Pirabura, en el litoral de Ilhabela. El choque dañó su estructura, abriendo una grieta de aproximadamente 40 metros en el casco. En cuestión de minutos se inundó la sala de máquinas, lo que provocó que las calderas explotaran y rompieran el navío en tres pedazos.
En solo cinco minutos ocurrió la tragedia: el Príncipe de Asturias se hundió y provocó la muerte de más de 440 personas, lo que valió al transatlántico el sobrenombre de “Titanic brasileño” en Brasil, si bien sería más pertinente llamarlo el “Titanic español” por su procedencia.
Para hacerse una idea de la rapidez del naufragio del Príncipe de Asturias, hay que recordar que el Titanic original tardó más de dos horas en sumergirse por completo. Del barco español fueron rescatadas 143 personas y un barco inglés que pasaba por el lugar sacó del mar varios cadáveres.
Más de un siglo después, el motivo del hundimiento del Príncipe de Asturias sigue siendo motivo de controversia. El cuerpo del capitán José Lotina nunca se encontró, ni tampoco el de su primer oficial, Antonio Salazar Linas. Se especula que había inmigrantes europeos que viajaban de forma clandestina porque el número de tumbas halladas en las playas superó el millar.
El Príncipe de Asturias
El barco se construyó en Escocia en 1914, dos años antes del naufragio, por encargo de una empresa española. Tenía una estructura de doble casco, como el Titanic. En aquel momento era una tecnología punta que aportaba seguridad y rapidez. Era un barco mixto que transportaba tanto personas como carga.
Además de los pasajeros y tripulantes, en el fatídico viaje que acabó en tragedia iba cargado con cables eléctricos, vino portugués y metales como estaño y cobre, así como 12 estatuas de mármol y bronce que iban destinadas al Monumento a los Españoles en Buenos Aires. También se cree que el barco contenía 40.000 libras de oro, pero nunca se encontraron.
Esta es la lista completa de artículos que transportaba el transatlántico el día de la tragedia:
- 12 estatuas de bronce destinadas al Monumento a los Españoles;
- 1470 toneladas de piezas de cobre; 668 toneladas de estaño; 25 toneladas de tungsteno; 150 toneladas de vanadio;
- 106 toneladas de cromita; 490 toneladas de cables eléctricos de alta tensión; 260 toneladas de láminas de cobre; 960 toneladas de plomo; 450 toneladas de acero especial; 80 damajuanas de mercurio.
- Arsenal de la Armada Argentina: 14 hélices de bronce de dos toneladas y nueve hélices de una tonelada; 20 anclas de hierro de dos toneladas, 14 anclas de hierro de una tonelada y 900 toneladas de cadenas de hierro.
- Placas de corcho.
Un lugar difícil para bucear
Hoy, más de un siglo después del hundimiento, muchos de los restos del barco se encuentran a una profundidad de entre 9 y 30 metros en la costa norte de São Paulo, y es posible bucear en el lugar para verlos. Sin embargo, el área es un peligroso sitio de buceo debido a las corrientes de agua.
Además, en el lugar de los restos las aguas son turbias y oscuras. Los buzos corren el riesgo de adentrarse por error en dependencias del barco y perderse dentro, por lo que solo profesionales con experiencia pueden acceder a la zona. Así, durante las inmersiones es difícil ver claramente lo que queda del Príncipe de Asturias, si bien se pueden observar algunos elementos particulares como bañeras, duchas o platos, entre otros.
Buceador profesional desde hace 35 años, João Paulo “Johnny” Franco, de 52, ha visitado seis veces el Príncipe de Asturias. “Es una inmersión difícil porque el agua siempre está muy agitada, incluso cuando el mar está en calma. Pero es una experiencia muy interesante: es posible identificar dónde estaban la primera y la segunda clase, encontrar elementos como las bañeras que tenían los camarotes, y ver la parte de las calderas y las bodegas. Es una auténtica inmersión en la historia”, relata.
Piezas de museo
Algunos de los materiales recuperados del barco pertenecen ahora a un museo. Los buzos fueron recolectando durante años muchas de estas reliquias que portaba el Príncipe de Asturias. Estos y otros elementos hallados por lugareños tras el naufragio se exhiben en el Museo Náutico, que abrió sus puertas en Ilhabela en junio de 2022. Allí se pueden encontrar cubiertos y platos utilizados por los huéspedes a bordo del buque, e incluso muñecas de niñas que iban a bordo.
“También se recuperó una de las 12 estatuas de bronce destinadas al Monumento a los Españoles en Buenos Aires. Hoy está en el Museo de la Marina de Río de Janeiro. Hay más piezas sustraídas del buque Príncipe de Asturias, actualmente en manos de particulares, que son objeto de un proceso del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil para recuperarlas y enviarlas al museo de Ilhabela”, explica el historiador. Unos 85.000 visitantes han recorrido el museo desde su inauguración.
*Por Simone Machado*
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