El Titán se sumergió en un mundo hostil para la vida humana donde el margen de error es mínimo
La tragedia es un recordatorio de que cuando los humanos invaden entornos exóticos para los que no están adaptados
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WASHINGTON.- Los informes periodísticos de esta semana sobre la situación del sumergible Titán lo describían como “perdido en el mar”, pero esa frase no logra reflejar la complejidad y dificultad de una operación de búsqueda y rescate en las heladas e insondables oscuridades del Océano Atlántico. La tragedia del Titán, cuyos restos fueron descubiertos cerca del casco encallado del transatlántico Titanic, es un recordatorio de que cuando los humanos invaden entornos exóticos para los que no están adaptados, el margen para el error es mínimo.
La pequeña nave se sumergió con sus pasajeros para visitar el Titanic, que descansa en el fangoso lecho marino a 3800 metros de profundidad bajo la superficie del Atlántico. Pero el domingo el sumergible sufrió algún tipo de incidente o desperfecto y la comunicación con la nave se cortó 1 hora y 45 minutos después de iniciado un descenso que en total lleva 2 horas y media.
Las profundidades del mar son un entorno prohibitivo para la vida humana, un lugar casi alienígena, solo habitado por extrañas criaturas sin ojos que se han adaptado a presiones capaces de aplastar instantáneamente al submarino más avanzado. Además, el lugar de descanso definitivo del Titanic está a 600 kilómetros de la costa canadiense, y más lejos aún de cualquier puerto desde el que se puedan zarpar barcos de rescate.
Por eso la búsqueda de la embarcación desaparecida y de sus cinco ocupantes fue como intentar rescatar a astronautas perdidos en el espacio, señala el almirante retirado Thad Allen, excomandante de la Guardia Costera.
“Se parece más al rescate del Apolo 13 que a una misión clásica de búsqueda”, apunta Allen. “Tratar de recuperar una embarcación que está a casi 4000 metros de profundidad es extraordinariamente difícil, por no decir imposible”.
Los restos del Titanic se encuentran más allá de las aguas territoriales de Estados Unidos, pero en función de un tratado que rige los rescates en aguas abiertas del océano, la Guardia Costera norteamericana lideró el operativo para encontrar el sumergible. Hasta el miércoles, la Guardia Costera seguía describiendo la tarea como una misión de búsqueda y rescate, aunque ya advertía que si seguían vivos, los ocupantes se quedarían sin oxígeno este miércoles temprano.
En la mañana de este miércoles, la Guardia Costera anunció que un ROV –vehículo operado por control remoto– había encontrado un “campo de restos materiales” cerca del Titanic y que estaba analizando las imágenes, y por la tarde confirmó la funesta noticia de que los cinco tripulantes habían muerto por una implosión catastrófica de la cámara de presión del sumergible.
La presión del agua donde descansa el Titanic es de unas 400 atmósferas. La presión se acumula verticalmente a medida que desciende el sumergible. En el momento en que se quedó en silencio, el casco del Titán soportaba una presión varios cientos de veces mayor que en la superficie.
“Creo que todos estamos de acuerdo en que ir a un lugar donde la presión es de 400 atmósferas es peligroso”, apunta Jules Jaffe, oceanógrafo del Instituto de Oceanografía Scripps de la Universidad de California en San Diego.
Otra experiencia
Pero Scripps apoya este tipo de exploraciones y señala que otra empresa privada, Triton Submarines, llevó exitosamente a turistas al fondo de la Fosa de las Marianas, el lugar más profundo de cualquier océano, a 11.000 metros bajo la superficie.
“Obviamente el Titán funcionó durante un tiempo y tuvieron una serie de inmersiones exitosas, pero ante el uso continuo es probable que se haya producido lo que se conoce como fatiga de los materiales”, señala el oceanógrafo.
Lisa Levin es una veterana oceanógrafa y bióloga de aguas profundas del Instituto Scripps que ha incursionado muchas veces en ese fantasmático mundo abisal. Levin estudia los extraños organismos quimiosintéticos que se alimentan del metano que emana del lecho marino a lo largo de los márgenes continentales. La oceanógrafa realizó 53 inmersiones en el famoso sumergible Alvin, que con muchas actualizaciones e inspecciones, está en funcionamiento desde la década de 1960.
Una vez se encontraba sumergida a 1500 metros en una montaña submarina frente a las costas de México cuando de repente todo se oscureció, dentro y fuera del Alvin. El piloto trató de arreglar la instalación eléctrica y no pudo volver a encender el sumergible, así que volvieron rápidamente a la superficie.
Alvin dice que no le gusta hablar de todas las cosas que pueden salir mal, pero en el caso del Titán siempre presupuso algún tipo de evento catastrófico o una implosión, como efectivamente resultó ser. Si el problema hubiera sido gradual, habrían abortado rápidamente la misión.
“Si algo empieza a funcionar mal, se aborta de inmediato la misión. Es como en un avión: si algo no va del todo bien, se aterriza en la pista más cercana”.
Son muchos los sumergibles que se han aventurado en las profundidades del mar. Pero el riesgo no desaparece cada vez que el sumergible vuelve del fondo. Todo lo contrario: los ingenieros saben que el riesgo es algo que se acumula como capas, y que una tecnología compleja desplegada en entornos hostiles, puede fallar de maneras que resultan imposibles de prever.
Por Joel Achenbach
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