El terror y la depresión se apropian de los sirios
La violencia afecta los estados de ánimo
AL-QUSAYR, Siria.- El terror psicológico comienza a hacer mella en la población siria. Tras diez meses de revueltas , cientos de ciudadanos desocupados que conviven con las bombas y los francotiradores sufren fuertes depresiones.
"El otro día le di sangre a Hasem antes de morir -dice un electricista de 25 años- y ahora está en el paraíso. Creo que mi sangre está ahora allí y yo iré detrás."
No es el único que piensa en la muerte a menudo. Ni él ni muchos esquivan ya una de esas esquinas donde saben que dispara un francotirador, que sigue acertando a pesar de la barricada de sacos que han instalado con una foto de Bashar al-Assad, "¡para que le dé en su cara!", ríe un vecino. "Es que tengo que ir a comer a casa de mi familia, estoy harto de dar la vuelta por detrás", explica Mahmun, otro joven de 24 años.
Mahmun va en dirección del nuevo cementerio de Al Qusayr, donde hay unas 30 tumbas. Al llegar a una esquina apartada, muestra un agujero cavado recientemente en el suelo.
"Esta es la mía. Yo seré el próximo
shaheed
(mártir), estoy seguro", explica. "Mi familia está en la lista negra y si las tropas de Al-Assad entran aquí, seremos los primeros en ser capturados." Las tropas están presentes en la ciudad, rodeada por 17 controles del ejército, donde han muerto 85 personas desde el inicio de las revueltas.
Casi todas las actividades económicas de la ciudad, dedicada al cultivo de manzanas, están paralizadas. Uno de los principales frigoríficos ha sido convertido en una morgue. Sólo hay unos pocos negocios abiertos en las calles que controla el Ejército Libre.
Sin nada que hacer, hombres y mujeres se ocupan en celebrar manifestaciones diarias, acudir a los funerales o trabajar en los talleres clandestinos del Ejército Libre. "No hay nada que hacer, yo he decidido enrolarme en el Jeish Al Hor (ejército libre). Los requisitos eran tener hecho el servicio militar y un arma , pero como no tenía dinero me dieron un Kalashnikov", explica Muamar, un joven de 23 años que trabajaba en una pizzería. Ayer le tocó dirigir la plegaria en el funeral de tres hombres que fueron secuestrados hace cuatro días por los shabiha , las milicias del régimen , en el centro del pueblo. Encontraron sus cuerpos abandonados en una calle central, con signos de torturas.
Caída la noche, Mahmun abre su computadora, sin apenas batería por los continuos cortes de luz. Durante dos horas, repasa una tras otra las imágenes de los hombres muertos, operaciones grabadas de cerca y llantos de niños, mujeres y hombres rodeando un cadáver más en el hospital.
Lamentaciones que se convirtieron en la banda sonora de una localidad que desde hace diez meses se hunde en la depresión.
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