El temor al aislamiento y el colapso sanitario, aliados del ébola en Sierra Leona
Muchos posibles infectados evaden la cuarentena y salen a trabajar a las calles atestadas de la capital; faltan más centros de salud
FREETOWN, Sierra Leona.- Las camionetas del Programa Mundial de Alimentos (PMA) tratan de abrirse camino entre la multitud del mercado de Freetown, en el centro de la capital del país. Centenares de personas transitan junto a los puestos de pescado, ropa, verduras y especias, mientras por los desagües se estanca un agua grisácea.
Mirada al microscopio, Freetown es como una plaqueta en la que se reproduce el ébola. Sus casas humildes y superpobladas son el caldo perfecto para la transmisión del virus.
El ébola es una enfermedad silenciosa. Ocurre en el interior de habitaciones cargadas de humedad y calor, y sólo aflora en la madrugada, cuando los enfermos se rinden a la muerte o sus familiares los llevan al hospital tras una larga noche de fiebre, vómitos y diarrea, incapaces ya de negar la evidencia. El virus entonces vuelve a dormir, y se despierta de nuevo a las pocas semanas, hasta acabar con familias enteras.
En una lista que proporciona el Ministerio de Salud figuran 60 familias que hoy deberán recibir comida para subsistir durante tres semanas, el tiempo que dura la cuarentena impuesta a aquellos que tuvieron contacto con un enfermo. Las camionetas del PMA no lo conseguirán. Deben suministrar comida a 15 enclaves distintos a lo largo de los 29 kilómetros que separan el centro de la ciudad de las poblaciones rurales de Waterloo.
Sólo en el área de Freetown, las autoridades sanitarias vigilan en este momento a 3660 personas que estuvieron cerca del ébola. Las dimensiones son tales que el control y la asistencia a los afectados están abocados al fracaso de antemano.
Tras dos horas atrapados en el tráfico, la ayuda llega al primero de los destinos, un patio de 200 metros cuadrados en el que 33 familias construyeron sus casas a base de chapa y madera. Se recluyeron en cuarentena hace una semana, cuando un joven de la comunidad llevó al hospital a su hermano, que murió de ébola. Ahora se preguntan por qué deben permanecer 21 días aislados.
"Sé que el ébola es real, pero no voy a estar en casa durante más de una semana. Después de casi dos semanas sin ébola, yo creo que estoy limpio. Trabajamos a destajo, y tenemos que salir cada día a ganarnos la comida", explica Alfred Sesay, mientras recoge su paquete de arroz.
El período de incubación puede llegar a tres semanas. Cuando Sesay abandone su casa, podría llevar la enfermedad al multitudinario mercado de Freetown. La capital y sus alrededores lideran el número de nuevos contagios en el país. Sólo en la última semana se diagnosticaron 170 casos de fiebre hemorrágica.
"Es uno de los principales desafíos a los que nos encontramos. Cuando hay un caso de ébola en la familia la gente abandona sus casas incluso antes de la cuarentena, no sólo por no poder salir a buscar comida, sino por el miedo a los centros de tratamiento", explica Francis Boima, del servicio de información del PMA.
Aún aparecen cadáveres abandonados en la calle y sigue estando extendida la leyenda de que el ébola se contrae al ser inyectado en los hospitales. Con síntomas similares a la malaria, muchos aún creen que la enfermedad no es real. Otros tratan de ocultarla por miedo a ser estigmatizados. "Negaba que estaba enfermo, incluso con los síntomas y en el centro de aislamiento, seguía diciendo que el ébola no existía", recuerda Ibrahim Barry, uno de los 857 pacientes en Sierra Leona que lograron sobrevivir a la enfermedad.
El área de Freetown sólo cuenta con cinco centros para el tratamiento, que suman 171 camas. Pese a los más de 1200 casos confirmados, el mayor hospital de la ciudad, con 120 plazas, sólo logró atender a 394 pacientes desde mayo.
Al ser incapaces de asumir nuevos ingresos, las unidades de aislamiento se ven desbordadas. Allí se mezclan aquellos que presentan síntomas con los casos confirmados. Muchos morirán antes siquiera de encontrar plaza en los centros de tratamiento.
Los tres laboratorios de la región son incapaces de procesar las muestras de sangre, cuyos resultados pueden prolongarse hasta cinco días, según reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS). Durante ese tiempo, todos aquellos que entraron en contacto con la persona infectada regresan a sus casas con normalidad y continúan mezclándose en la superpoblada Freetown.
Mientras, se demora la llegada de personal internacional y la construcción de nuevos centros. "Los nuevos centros proyectados para finales de noviembre probablemente sólo estarán en funcionamiento en febrero", lamenta Winnie Romeril, vocera de la OMS.
"Lleva mucho tiempo construir y encontrar personal para instalaciones de dimensiones tan grandes -agrega-. Un centro de ocho camas se levanta en diez días, pero en la ciudad no hay lugar para esto, está demasiado concentrada."