El sufismo, la secta considerada hereje por los jihadistas
Es la rama musulmana que antepone una relación mística con Dios a las leyes del islam
Después de casi cuatro años de descargar odio y violencia extrema sobre minorías religiosas desprotegidas y los musulmanes chiitas en Medio Oriente, los islamistas volcaron su saña sobre sus hermanos sufíes, la corriente más contemplativa y espiritual de los seguidores del profeta Mahoma.
Si bien no hay registros del sufismo en los orígenes del islam, menciones en el Corán ni en las tradiciones proféticas, el término habría aparecido en el año 750 -según acepta la mayoría de los expertos y académicos- aplicado a los fieles musulmanes místicos y que sostenían sus vidas en un sendero de amor, pobreza y santidad.
De muy bajo perfil, los sufíes desarrollan sus actividades religiosas en pequeñas comunidades y no llegan al 5% de los 1300 millones de musulmanes que hay en el mundo. Egipto es uno de los territorios musulmanes donde se desarrolla esa doctrina bajo la influencia de sus sabios o predicadores. Una mezquita sufí en la península del Sinaí fue el objetivo ayer de la acción terrorista más sangrienta registrada en el país, con 235 muertos.
El sufismo reconoce y acepta los cinco pilares del islam que un musulmán debe cumplir: la profesión de fe, la oración, la caridad, el ayuno y el peregrinaje a la Meca, por lo menos una vez en la vida. También respeta las leyes islámicas, pero antepone la construcción de una relación mística con Dios.
Esa preferencia es el punto de quiebre con los musulmanes salafistas, que se consideran guardianes de la pureza del islam y, en consecuencia, extremadamente legalistas.
Las organizaciones jihadistas, como Estado Islámico (EI), en su misión sagrada llaman a liberar el mundo de aquellos que no acepten el islam, ateos y credos diferentes. Pero particularmente concentran su furia y odio sobre los musulmanes sufíes, considerados traidores de la fe.
Así como los sunnitas desprecian a los chiitas por razones de divergencias históricas y teológicas, los salafistas pretenden eliminar a los sufíes por su enfoque único hacia la adoración. Según sus preceptos, el verdadero sufí no reclama para sí ninguna virtud ni verdad, sino que vive una vida de presencia y amor abnegado, más importante que lo que ellos creen es la forma en que vivimos. Conceptos desafiantes para el salafismo, que los considera heréticos, ya que básicamente se concentra en la pureza del ritualismo.
Y más peligroso aún para los puristas es su apertura a otros credos, debido a que encarnan la religiosidad más tolerante del islam. "El hombre de Dios está más allá de la religión", sintetizaba el poeta Rumi, cuyos seguidores fundaron la orden de los mevlevíes, más conocidos como derviches y famosos por el tipo de danza que realizan.
En el orden político, en tanto, las diferencias también son notables. Presente desde 2014 en las noticias internacionales a partir de la expansión de EI en Siria e Irak, el califato -ese gran Estado islámico que buscan los puristas para imponer la sharia- prácticamente es ignorado en las comunidades sufíes.
En cambio, y de manera explícita, el sufismo fomenta un sentido de pertenencia al país de origen al pregonar el "amor a la patria" en un contexto de paz social.
De cruzarse en Siria e Irak con un terrorista de EI, los sufíes tenían sellada su muerte con los mismos métodos aplicados a los infieles. Su salvación la encontraban liberados después de declarar en público que se arrepentían y renunciaban a sus creencias apóstatas.
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