El soldado argentino que salvó a 20 personas en un kibutz masacrado en Israel, pero no pudo con su mejor amigo: “Sentí cómo se me iba de las manos”
El sábado del asalto de Hamas, David acudió junto a sus compañeros de batallón a Kfar Azza, donde resultó herido
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JERUSALEN.- David, un argentino de 20 años que emigró a Israel en 2021 después de terminar el secundario en Buenos Aires, habla rapidísimo, como muchos chicos porteños de su edad.
David –cuyo verdadero nombre no puede revelar porque es un soldado del ejército de Israel en actividad– reconoce que habla rapidísimo también porque sigue bajo shock por lo que vivó el sábado 7 de octubre.
En la noche de aquel sábado trágico, pasadas las 22, David cayó herido en combate en Kfar Azza, uno de los kibutz que se volvió el símbolo de las atrocidades de Hamas, donde hubo al menos 200 muertos, entre los cuales había bebés, ancianos, niños. En un violento cruce de disparos con los terroristas, resultaron heridos también varios de sus compañeros de batallón. Y perdió a uno de sus mejores amigos, Neria, de 20 años, como él.
Como es soldado paramédico, durante un tiroteo en la oscuridad que jamás olvidará, David logró ayudar a varios compañeros acribillados, haciéndoles torniquetes en piernas y brazos.
Pero no logró salvar a Neria. “Él tenía una herida en la arteria femoral, estaba sangrando, intenté ayudarlo, le puse una gasa hasta donde pude, pero sentía cómo se me iba de las manos”, evoca, a punto de quebrarse. “Era de noche, había mucha confusión, después llegó una ambulancia y se lo llevaron. Yo estaba en shock, llegó otro comandante que me decía ‘calmáte, a vos también te dispararon, estás herido’ y después me llevaron, en estado de shock, al hospital Soroka de Beersheva”.
David tuvo muchísima suerte. “La bala entró por la nalga, viajó por el músculo y salió por la espalda”, precisa. Ahora se está curando y recuperando de la peor experiencia de su vida en un departamento de Tel Aviv que comparte con amigos.
“Está pasando”
Todo comenzó el sábado 7 de octubre al mediodía. David se encontraba en una base militar de Hebrón, cuando les llegó la orden de ir hacia la Franja de Gaza. Como muchos en Israel, cuando por la mañana se enteró de la irrupción, David pensó que no podía ser cierto. “Cuando empezaron a llegar los videos de los terroristas, pensé que eran unos boludos que salieron con pistolas de juguete… Pero cuando vi las imágenes de un soldado con sangre en su uniforme arrastrado por el piso en Gaza, sobre el que saltaban, dije ‘puta, es verdad, está pasando’”.
Ya al llegar a la zona pegada a la Franja de Gaza que fue epicentro de la masacre, comenzó a ver escenas inimaginables. “En una ruta desolada, vi a un cuerpo de un israelí con kipá, con el cinturón del auto puesto, la puerta abierta, acribillado a tiros”.
Cuando llegó, junto a su batallón de 15 soldados, al kibutz de Kfar Azza, eran las 20.30 locales. Ya era de noche. Había muchos humvees militares, ambulancias, camillas y grupos de civiles, chicos, bebés, ancianos que, con valijas en mano y rostros desencajados, estaban siendo evacuados, escoltados por soldados. “Nos avisaron que todavía había civiles atrapados adentro de sus casas y terroristas dando vueltas, así que la misión era ir a sacar a las familias asediadas”.
En la primera incursión, su batallón comenzó a abrir “puerta por puerta” casas tipo container, de unos 60 metros cuadrados, que suelen usar kibutzim jóvenes, que son estudiantes universitarios. “En una comenzaron a gritar ‘¡mejabel, mejabel!’ (terrorista en hebreo) y encontramos a un terrorista escondido en un placard. Enseguida lo bajamos porque la situación era o él o nosotros. ¿Cómo estaba vestido? Con ropa de civil, con una bandana de Hamas y una pistola en la mano”.
Después, llegaron a una vivienda en cuyo refugio antibombas había una joven de unos 21 años aterrada, que no quería salir. “No creía que fuéramos soldados del ejército, estaba desde las 6 de la mañana encerrada, llorando, tuvimos que convencerla, le mostramos el carnet, estuvimos como 20 minutos para calmarla. Y después entendimos por qué tenía tanto pánico. Había visto por la ventana que otra chica había salido de su escondite al ver llegar a un soldado, que después la ejecutó. Y esto quiero que se sepa: muchos terroristas se pusieron los uniformes de soldados israelíes muertos, para confundir y matar a más gente”, acusa, en una versión ya oída de boca de otros testigos.
Junto a sus compañeros, salvaron a unas 20 personas atrapadas en Kfar Azza. Todo esto en un contexto de terror. “Lo peor que vi fue cuando entré a una casa de familia, donde vi fotos familiares, eran cinco, seis personas, y en el suelo había dos papás maniatados, con tiros en la cabeza, ejecutados y en frente de ellos, el cuerpo del hijo muerto. Eso es lo peor que vi”.
El intercambio en el que David cayó herido en combate y perdió a su mejor amigo fue más tarde, a las 22.30 locales. “Nos metimos más adentro, en una intersección en T del kibutz, donde hay caminos sólo para ir a pie. Había una casa toda oscura, no había luz, estábamos en dos filas, caminando, yo estaba atrás de todo y de repente escuchamos ‘pum-pum-pum’ y vemos un flash desde una ventana”.
“Me di cuenta de que nos estaban disparando desde unos 50 metros, no tenía dónde ponerme cubierto, me giro, me tiro cuerpo a tierra, me empiezo a arrastrar en el piso. Escuchaba disparos al lado mío, estaba pensando ‘ya me muero acá’ y siento un disparo que entra en la nalga. Tengo un ataque de adrenalina porque arde todo. ‘Puta, me dispararon, yo así no me muero, yo no me voy a morir acá', pensaba. Me giro panza arriba y vacío el cargador entero de mi rifle semi-automático, una M-4 y segundos después oigo a mis compañeros gritando ‘estoy herido, estoy herido’. Me arrastro por el barro para ir a ayudarlos, les hago torniquetes en piernas y brazos, veo que hay otro herido, lo agarro por el chaleco y trato de ayudarlo… Y me encuentro también con mi amigo Neria muy malherido. Los terroristas eran tres y finalmente los bajaron”, relata, aún impactado.
David cuenta que tras ese momento de locura y después de la llegada de las ambulancias, para no comprometer su recuperación, le mintieron. Le dijeron que Neria estaba en terapia intensiva. Aunque en su corazón ya había entendido que se había muerto.
“Lo que viví es la experiencia más fuerte de mi vida. Es lo peor que vi en mi vida”, dice una y otra vez David, que no ve la hora de poder regresar al frente. “Quiero volver con mis amigos que están ahí, sé que físicamente no puedo, pero quiero volver. Quiero estar bien físicamente para volver, pero en el alma estoy ahí, en el frente, no en el cuerpo”, asegura.
Porteño e hincha de River, cuenta que su familia, que está en Buenos Aires, pasó el susto de su vida. “Llamaron a mis padres desde el ejército para decirles que había sido herido en combate y durante muchas horas no supieron más nada… Yo estaba en shock y no había podido comunicarme. Pero ahora mi familia está tranquila porque sabe que estoy bien, curándome”.
¿Después de esta experiencia, no se replanteó su decisión de radicarse en Israel? “No. Al revés, fortaleció mi idea de quedarme acá”, contesta David.
¿Pudo ver el primer video de uno de los 199 rehenes capturados y difundido por Hamas, el de la joven franco-israelí de 21 años?. “Empecé a verlo y como no me hace bien, no pude seguir. Es parte de lo que quieren ellos, es una guerra psicológica, quieren dar una buena imagen de ellos, si es que se puede… Espero que los rehenes vuelvan con vida, pero Hamas los usa, a ellos les importa más la muerte que la vida. Si los secuestrados están en los túneles que hay en Gaza y el ejército entra en los túneles, Hamas los va a usar como escudos humanos y nosotros no vamos a poder disparar de vuelta. Pero nosotros priorizamos la vida y ellos priorizan la muerte”.
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