Hay miles de estadounidenses desaparecidos, especialmente personas no blancas, que han recibido poca o ninguna atención de la sociedad y de los medios norteamericanos
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Cuando Gabby Petito no regresó a su casa de un viaje por la ruta con su novio, los medios de comunicación y las redes sociales de los Estados Unidos se volcaron con todas sus energías en darle cobertura a lo ocurrido.
La joven de 22 años de edad estuvo desaparecida durante varios días, mientras su novio se negaba a hablar con la policía y luego se esfumó sin dejar rastro.
El domingo pasado, el cuerpo sin vida de Petito fue hallado en un parque nacional de Wyoming. Millones de estadounidenses han seguido de cerca este caso, cuyos desarrollos han sido contados con gran detalle en las primeras páginas de la prensa, en los noticieros y en las redes sociales.
Cada nuevo dato surgido ha sido amplificado y analizado por detectives, profesionales y aficionados. Entre el incesante flujo de sugerencias y de teorías de la conspiración, hubo numerosas pistas, y algunas ayudaron a las fuerzas de seguridad a dar con el lugar donde estaba el cadáver de Petito.
Al mismo tiempo, muchos estadounidenses cuyos familiares se encuentran desaparecidos se preguntan por qué sus casos no han recibido la misma atención.
Y es que hay miles de estadounidenses desaparecidos, especialmente personas no blancas, cuyos casos han recibido poca o ninguna atención.
Los investigadores se refieren a este fenómeno como el “síndrome de la mujer blanca desaparecida” y ha existido durante décadas, según explica Michelle N. Jeanis, profesora asistente de Derecho Penal de la Universidad de Luisiana, en Lafayette.
Jeanis estudia la relación entre las personas desaparecidas y los medios. Ella sostiene que la prensa usa un “enfoque de cuento con moraleja” alrededor de las mujeres blancas victimizadas que resulta lucrativo para la industria y que refuerza los prejuicios sociales, especialmente en redes sociales.
“Las mujeres blancas jóvenes, hermosas, típicamente de clase media, son increíblemente noticiosas cuando les suceden cosas malas”, dijo a la BBC.
En su investigación, Jeanis descubrió que las redes sociales a menudo funcionan de manera similar a los medios tradicionales en tales casos, por lo que los mensajes sobre estas personas blancas obtienen muchos más me gusta, son más compartidos y, en general, generan una mayor participación en las redes sociales que las personas de color.
A continuación, tres historias de personas desaparecidas que aún están buscando respuestas:
Dawn y Jeff Day
Greg Day ya no tiene “buenos días”, solamente “días ok”. Él quisiera poder escuchar reír a sus hijos de nuevo. En julio de 2012, su hija de 28 años de edad, Dawn, fue encontrada flotando boca abajo en los canales del condado de Fremont (Wyoming).
Luego, casi exactamente cuatro años más tarde, su otro hijo, Jeff, también de 28 años, fue hallado muerto.
“Greg cree que sus dos hijos fueron asesinados”, dice Lynnette Grey Bull, amiga de la familia Day y directora y fundadora de la ONG “No nuestras hijas nativas”.
Esa organización es una de varias que buscan crear conciencia sobre la crisis de las mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas en América del Norte.
Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, las mujeres nativas mueren diez veces más que el promedio nacional.
Solamente en Wyoming, donde desapareció Petito, se reportó la desaparición de más de 700 nativos americanos durante la última década. Pocos han visto sus casos resueltos o tomados en serio.
“Me he sentado con familias a las que no podía dar ninguna respuesta”, dice Gray Bull, integrante del grupo de trabajo del estado sobre indígenas desaparecidos y asesinados. “Es una carga pesada llevar estas historias y voces”.
Según ella, Day envió pistas y escribió una carta personal al fiscal general del condado de Fremont este año. Sin embargo, como muchos otros, no ha obtenido justicia y ha recibido poca ayuda.
“La conclusión para nosotros como nativos es que siempre nos ignoran”, dice Gray Bull a la BBC.
“La estadística que tengo en mi cabeza es que pertenezco a la etnia más acosada, violada, asesinada y agredida sexualmente de todas las de este país. ¿Por qué no se presta atención a nuestros casos?”, pregunta.
Daniel Robinson
David Robinson II es un veterano de guerra que ha estado buscando a su hijo menor, Daniel, de 24 años, durante tres meses.
Daniel nació sin la mano izquierda, pero eso no le impidió hacer de todo: desde jugar fútbol hasta tocar el trombón. Aficionado a coleccionar rocas desde pequeño, siguió la pista de esa afición y estudió Geología, graduándose con honores en la Universidad de Charleston (Carolina del Sur).
Su padre lo recuerda como alguien afable pero divertido, el tipo de persona que “une a todos”. Daniel fue visto por última vez saliendo de su lugar de trabajo en Buckeye, Arizona, en su Jeep Renegade gris azulado.
Un granjero local encontró el vehículo en un barranco hace unos dos meses, pero desde entonces el caso se ha enfriado.
David todavía tiene fe en que su hijo está vivo y se ha mudado a Arizona, dando un vuelco a su propia vida, para mantener la presión sobre los investigadores.
La policía de Buckeye ha usado vehículos todoterreno para recorrer áreas fuera de difícil acceso, drones y perros, pero David dice que esos esfuerzos no han sido serios.
Él asegura haber realizado sus propias operaciones de búsqueda con más de 200 voluntarios sin parar durante siete semanas.
La familia también ha creado una campaña de recolección de fondos y una petición para apoyar sus esfuerzos, pero David teme que se haya perdido un tiempo preciado.
El enorme interés por la desaparición de Gabby Petito lo ha dejado con sentimientos encontrados.
“Que se haya convertido en noticia en todo el país, que el FBI y otras agencias trabajen en el caso, es todo lo que quería para mi hijo”, dice.
“La parte triste es que la familia tuvo que lamentar el resultado [de su muerte], pero ellos pueden sentir un poco la sensación de que el caso ha tenido un final. Yo no tengo ninguno”, agrega.
Lauren Cho
Cuando su amiga Lauren Cho se alejó del autobús que tenían ambos, Cody Orell vio que ella estaba molesta por algo, pero no le prestó demasiada atención.
“No me quise entrometer entonces, pero por supuesto que ahora desearía...”, dijo al periódico local Hi-Desert Star en julio.
Conocida por sus amigos como “El”, Cho, de 30 años de edad, fue cantante soprano durante su adolescencia y luego se convirtió en maestra de música.
En busca de un nuevo comienzo, renunció a su trabajo durante el invierno y se unió a Orell en un viaje por carretera por el país.
Según informó la prensa, Cho planeaba montar un negocio con un camión de comida al llegar a su destino final: Bombay Beach, California.
Pero luego, el dúo usaría ese autobús reconvertido como vivienda y Cho se convertiría en chef privada del Airbnb de una amiga cercana.
El 28 de junio, cuando se alejó del autobús donde vivía, no llevó teléfono, comida ni agua. Las operaciones de búsqueda y rescate no encontraron rastro de ella. El caso Petito ha despertado un nuevo interés por la desaparición de Cho.
En una página de Facebook llamada “Encuentren a Lauren Cho”, sus administradores escribieron: “Nos damos cuenta de que, en principio, la información pública sobre ambos casos tiene algunas similitudes. En última instancia, estos dos casos NO son iguales y las diferencias son más profundas de lo que parece a simple vista”.
“Alguien sabe algo”, concluyeron.
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