El showman vs. el político clásico: qué se puede esperar del primer debate en EE.UU.
NUEVA YORK.- "Los puestos de trabajo huyen del país", disparó Donald Trump ni bien se subió al podio de la Universidad Hofstra, en septiembre de 2016. Apenas se había tomado unos segundos para agradecer a los anfitriones del debate, y luego pasar de inmediato a la ofensiva. "Se van todos a México."
Durante los 90 minutos que siguieron, al igual que en sus otros dos debates con su adversaria demócrata, Hillary Clinton, Trump hizo gala de un estilo para debatir implacable y disciplinado, una topadora que por momentos les pasaba por encima a Clinton y a los moderadores del debate. Aunque para muchos observadores la clara ganadora de los debates fue Clinton, los desafiantes ataques de Trump contra la política de Washington y su argumento de que el sistema perjudicaba deliberadamente al estadounidense común, tuvieron eco entre los votantes indignados y alejados de la política y lo llevaron a su inesperada victoria.
Joe Biden, el candidato presidencial demócrata que se topará por primera sobre para debatir sobre un escenario con Trump este martes por la noche, ciertamente no tuvo ese enfoque agresivo cuando era vicepresidente y debatió con su adversario republicano, Paul Ryan, legislador por Wisconsin, en octubre de 2012. Pero Biden con gran manejo de cuestiones de política exterior, el Congreso y la Casa Blanca, Biden supo golpear y por momentos ningunear a su rival y así devolver todos los ataques dirigidos al entonces presidente Barack Obama.
"Con el debido respeto, eso es una sarta de bobadas", dijo con el tono conversacional al que ha recurrido en toda su carrera, cuando Ryan acusó al gobierno de Obama de manejar mal el tema de los ataques terroristas contra diplomáticos norteamericanos en Bengasi, Libia.
Tanto para Trump como para Biden, los tres debates presidenciales bien pueden convertirse en el momento más crucial de esta campaña electoral que se desarrolla sin las típicas maratones de actos proselitistas de localidad en localidad, de apariciones en los canales de televisión locales y de intercambios cara a cara con los votantes. Millones de estadounidenses se harán tiempo en medio de la pandemia para juzgar a Trump y a Biden, dos hombres que estarán cara a cara en ese foro sin filtro de un escenario.
En los 14 debates para elecciones primarias y generales que hubo en los años 2015 y 2016, Trump se reveló como un showman, con una gran capacidad de acaparar los reflectores, machacar sucintamente con ciertos temas básicos, y desconcertar a su oponente con una mezcla de acusaciones y tergiversaciones que por más que suelan ser falsas, son difíciles de retrucar en tiempo real.
Por el contrario, Biden es el clásico senador del Senado, versado en historia y en las sutilezas de la política y respetuoso de las reglas de juego. Para conectar con la opinión pública, suele apelar a las tragedias de su vida —perdió a su esposa e hija en un accidente de autos y su hijo murió de cáncer cerebral— y al recuerdo de su infancia en Scranton, Pensilvania. Y tiene una sonrisa rápida capaz de desactivar cualquier ataque.
El estilo de debate de Trump lo aupó hasta la Casa Blanca y se sigue percibiendo casi invariablemente en todas sus apariciones ante la prensa en la Casa Blanca o en sus actos de campaña.
Pero Biden ha tenido un desempeño poco homogéneo en los dos debates vicepresidenciales y durante los 12 debates de la interna demócrata este año. Hasta sus seguidores dicen que su voz, a los 77 años, es menos enérgica y que parece mucho menos apasionado que hace apenas ocho años. Y por supuesto que Trump se ha ocupado de resaltar esos resbalones, para sembrar dudas sobre la agilidad mental de su oponente.
La gran pregunta es qué versión de Biden veremos este martes sobre el escenario. Usualmente, el primer debate es el de mayor peso, y eso podría ser especialmente cierto este año, en el que mucha gente emitirá su voto anticipadamente, por correo o en persona.
"Estarías presa"
La estrategia de Trump para el primer debate presidencial de 2016 quedó clara desde que abrió la boca. Entre digresiones enloquecedoras, histriónicos paréntesis, ataques en metralla, inventos desembozados y amplios despliegues de sus dotes para el espectáculo, machacó una y otra vez con los temas que definían su candidatura.
Repetía que Clinton era un soldado cansado de la vieja guardia de Washington, que había llevado al país a firmar acuerdos comerciales que causaban desempleo, a rubricar un peligroso acuerdo nuclear con Irán, y al descontrol inmigratorio y la ley de salud conocida como Obamacare. "El Obamacare es desastroso", dijo Trump en el segundo debate con Clinton. "Ustedes lo saben. Nosotros lo sabemos."
Por poco ortodoxo que fuese como político, la estrategia desplegada de Trump era bastante tradicional. Pero en el transcurso de esos tres debates, se metió con temas que los candidatos a presidente no suelen tocar, y a la hora de disparar nunca le tembló la mano.
"Trump no aborda los debates como una exposición de ideas y políticas, sino como un reality de televisión", dice Jim Margolis, por entonces asesor de la candidata Clinton. "Ser el centro de atención, decir barbaridades para perder tiempo y tirar alguna frase ganchera y facilista que tenga rebote en los medios al día siguiente."
Cuando Clinton dijo estar contenta de que "alguien con el temperamento de Trump no esté a cargo de la ley en nuestro país", Trump la cortó en seco. "Porque estarías presa", disparó, arrancando aplausos o causando pasmo en la platea.
Cuando le preguntaron sobre una grabación recientemente divulgada en donde se lo escuchaba jactándose vulgarmente de sus avances sobre las mujeres, se disculpó y dijo que se trataba de "una charla de vestuario", y sin la menor solución de continuidad agregó: "¡Voy a mandar a Estado Islámico directo al infierno!"
Philippe Reines, antiguo asesor de Hillary Clinton que interpretaba a Trump en los ensayos de debate con la candidata en 2016, dice haber descubierto la fórmula detrás del modo en que Trump encara el debate.
"Dice: yo soy lo mejor, vos sos lo peor, y lo que voy a hacer es esto", señala Reines.
El puntazo de seda
Para Biden, Sarah Palin representaba un desafío difícil de remontar. No podía parecer condescendiente frente a la gobernadora de Alaska, una mujer nueva en la escena política de nivel nacional. Pero al mismo tiempo Biden tenía que mostrar que Palin no estaba calificada para la vicepresidencia, y al mismo tiempo usarla como vehículo para atacar al senador John McCain, el candidato republicano que enfrentaba a Obama en 2008.
Dan Senor, que preparó para los debates a Ryan, estudió aquel debate Biden-Palin y se sorprendió de los vio. Biden fue inclaudicablemente respetuoso. Cada vez que Palin lo fustigaba, el desviaba el ataque hacia McCain. Y cuando ella le lanzó que ya había pasado demasiado tiempo en Washington, el rostro de Biden se iluminó con su famosa sonrisa.
Pero cuando le tocó debatir con Ryan se convirtió en un adversario muy diferente: enérgico y al ataque de principio a fin.
"Históricamente, el punto fuerte de Biden en los debates era la amplitud de rango", dice Senor. "Esa idea de que Biden es indisciplinado no se evidencia en los debates."
Y por más que fustigue o provoque a sus oponentes, Biden nunca pierde los modales afables: en aquel debate, se dirigió 16 veces a Ryan llamándolo "mi amigo". Sonreía para ablandar sus palabras, desviaba los ataques de Ryan y los desconcertaba. "Es el puntazo de seda", dice David Plouffe, director de campaña de Obama en 2008.
Lis Smith, asesora de la campaña presidencial de Pete Buttigieg, dice que cada vez que un demócrata intentó atacar a Biden durante la interna demócrata, le terminó jugando en contra.
"Biden se reía y no se enganchaba", dice Smith. "Tiene esa capacidad de desarmar a la gente, y va a ser una cualidad muy importante frente a Trump, que suele parecer enojado, hiperquinético y hasta hosco en el escenario del debate, mientras que Biden transmite positividad y optimismo."
Pero tanto estrategas demócratas como republicanos que han estudiado su estilo en los debates coinciden en que Biden tiende a enojarse si lo provocan, lo que podría hacerlo perder el hilo o mostrarlo como una persona arrogante.
"Hay miles de horas grabadas de Biden debatiendo", dice Mark Wallace, asesor de Palin. "Lo conocemos al derecho y al revés."
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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