El secreto de los niños buceadores moken de Tailandia para ver con nitidez incluso bajo el mar
En diálogo con LA NACION uno de los líderes de la tribu contó cómo desarrolló su habilidad para el buceo desde pequeño; la investigadora sueca que difundió el hallazgo explicó las conclusiones de su estudio
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En tiempos de verano, de mar y pileta, la mayoría de las personas está acostumbrada a que debajo del agua, por efecto de la refracción de la luz, su cristalino es incapaz de enfocar correctamente, y por más que lo intente, ve todo borroso. La diferencia se nota cuando una antiparra crea una capa de aire entre los ojos y el medio acuoso, y la distorsión se soluciona. Pero no todo el mundo tiene esa dificultad. Los moken, una tribu nómade del mar que habita en un sector del océano Índico entre Birmania y Tailandia, tienen la habilidad de ajustar fácilmente su visión en un grado superior, e incluso sumergidos más de 20 metros debajo del agua ven con extrema nitidez.
Uno de los líderes moken que habla inglés, Suriyun “Hook” Klatale, de 38 años, contó a LA NACION de qué manera aprovechó esta capacidad buceando desde pequeño en el fondo del mar para hallar rápidamente los más escurridizos crustáceos y moluscos, y contribuir así a la alimentación y economía familiar.
Por su parte la investigadora Anna Gislén, de la Universidad de Lund, Suecia, que comenzó a dar a conocer esta peculiaridad de los moken hace algunos años en la revista científica norteamericana Current Biology y luego fue actualizando la información, explicó a LA NACION cómo verificó esta característica de la tribu tailandesa y su posible origen.
Gitanos marinos
Los moken son una de las varias antiguas tribus nómades del mar del sudeste asiático, como los bajau, en Filipinas -que pueden permanecer hasta 13 minutos en apnea debajo del agua-, o los orang laut, en Indonesia. Para ellos no existen demasiadas fronteras, y son ajenos a los límites demarcatorios entre países. Pero, según contó Hook a LA NACION, no es que deambulan sin rumbo por el mar.
Para Hook, que nació en 1985 en la pequeña isla de Koh Phra Tong, de 88 km2, hoy uno de los paraísos turísticos del sur tailandés, el año se divide desde siempre entre los seis meses de viento y lluvia y la otra mitad en que la familia se embarca en las kabang, la barca-hogar típica de los moken. “Desde chico viajábamos con mis padres y mis hermanos en las kabang de isla en isla y nos quedábamos pescando cerca de la orilla por un tiempo incierto, según viniera la temporada de pesca”, contó.
Para el pequeño Hook, jugar con sus amigos bajo el agua era su diversión natural de día completo. “No sé cómo aprendí a nadar, lo hago desde que tengo memoria. Pero desde que era chico sabía que con cada almeja o pepino de mar [una delicia típica de la región que puede medir apenas unos pocos centímetros] que lograba atrapar antes de que se escabullera en la arena del fondo, podía contribuir a la economía familiar”.
Sin darse cuenta, Hook fue entrenando así lo que algunos especulan que podría ser una predisposición genética de los moken: su capacidad de ajustar su cristalino y su pupila mucho mejor de lo que puede hacerlo el resto de los seres humanos.
Esta característica llevó a la investigadora sueca Anna Gislén a viajar al sudeste asiático hace unos veinte años para comenzar a estudiar a los moken en las aguas claras del Parque Nacional tailandés Ko Surin.
“Los seres humanos no estamos bien adaptados para la visión bajo el agua”, explicó Gislén. “En contacto con el aire, la superficie curva de la córnea representa dos tercios del poder refractivo del ojo, y esto se pierde cuando en lugar de aire hay agua junto al ojo. Pero en el caso de los chicos moken estudiados vimos que su agudeza visual bajo el agua era más del doble de la de 11 chicos europeos de la misma edad que estaban de vacaciones con su familia en la zona y colaboraron con nosotros en el estudio de campo”.
Según las investigaciones dirigidas por Gislén, los chicos moken consiguen esta visión superior bajo el agua “acomodando su cristalino y contrayendo al máximo su pupila, hasta 1,96 mm, mientras los europeos solo pudieron hacerlo hasta 2,50 mm”.
Para certificar la agudeza visual de los nómades marinos, la investigadora sueca utilizó una cartilla que les mostraba a los chicos a medio metro de distancia bajo el agua. En una indicación muy sencilla, lo único que debían hacer los pequeños era mirar esa grilla sinusoidal y decir cuándo las líneas eran horizontales o verticales. Las diferentes cartillas iban variando en el grosor de las líneas y su separación. En la puntuación final de agudeza visual, utilizando una métrica específica, los moken obtuvieron una puntuación de 6.06 ciclos por segundo, y los europeos 2.95 ciclos por segundo.
Pero como Gislén y su equipo no observaron ninguna característica particular en los ojos de los moken para justificar esta habilidad, años más tarde completaron su estudio esta vez entrenando durante un mes a chicos europeos para intentar mejorar su agudeza visual.
“La única instrucción que les dimos a los europeos fue que se ejercitaran tomándose más tiempo observando la cartilla bajo el agua, que no le dieran simplemente un vistazo, que hicieran un esfuerzo por enfocar mejor. En total fueron 11 sesiones durante 33 días”, contó la investigadora sueca. Así, al final del entrenamiento los europeos llegaron a los mismos niveles de agudeza visual que los moken.
Gislén consideró que como el cerebro y el sistema visual son sumamente plásticos, la mayor agudeza subacuática de los niños Moken podría explicarse “no sólo por el aprendizaje de la acomodación del enfoque, sino también por cambios en las vías visuales del cerebro y del sistema nervioso”.
“Debido a que los nómades marinos vienen buceando por generaciones desde hace miles de años y necesitan acomodar rápidamente su cristalino y pupila para poder sobrevivir y comer, es posible que tengan una mayor facilidad para realizar naturalmente este ejercicio”, fue la conclusión a la que llegó Gislén.
Las preocupaciones de los moken
Mientras la investigadora sostiene que los niños moken evaluados siguen conservando su agudeza visual dos décadas más tarde, Hook confiesa que a los 38 años su visión ya no es la de su infancia, y aunque disfruta el buceo, prefiere pescar con arpón.
De todas formas, como uno de los líderes de la tribu y guía turístico en la región, Hook comentó a LA NACION las cuestiones que más preocupan hoy a su grupo.
“Lo que más me interesa es conservar las tradiciones que recibimos de nuestros padres, como la navegación en las kabang o nuestro estilo de vida en el mar. Pero todo está bajo amenaza, ya sea por la cantidad de objetos plásticos arrojados al océano, hasta la privatización de muchas islas o sectores convertidos en resorts turísticos cerrados en los que ahora tenemos prohibido pescar cuando lo veníamos haciendo por generaciones”, comentó Hook.
Sus esperanzas están puestas en las diferentes agrupaciones comunitarias y en el Equipo de Turismo de Moken del que forma parte. Como guía ayuda a los visitantes a “leer las olas del mar” y los conduce para “buscar las diferentes especies de vida submarina en momentos específicos del día”, enseñanzas que ya transmite también a su pequeño hijo Noah, que a los 4 años es un buceador experto como lo fue su padre.
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