El secretario privado de Isabel II reveló nuevos detalles de las últimas horas de la reina antes de su muerte
El autor especializado en la realeza Robert Hardman incluye en su nueva biografía de Carlos III el testimonio del ayudante de la fallecida monarca británica
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LONDRES.- Poco más de un año después del fallecimiento de Isabel II en septiembre de 2022, Edward Young, secretario privado de la reina británica, contó cómo fue la muerte de la monarca, según un relato que hoy forma parte de los Archivos Reales.
De acuerdo con esa información, Isabel dejó este mundo con la misma discreción y reserva que caracterizaron sus 70 años de reinado. “Con mucha paz, mientras dormía. Se apagó. Por su avanzada edad. No pudo haberse enterado de nada. Sin dolor”, escribió Young.

El texto fue revelado en exclusiva por Robert Hardman, uno de los pocos autores especializados en la familia real británica, como anticipo de la presentación oficial que se realizará este jueves 18 de enero de su libro: Charles III: New King. New Court. The Inside Story (Carlos III: Nuevo Rey. Nueva Corte. La Historia Desde Dentro), una biografía no autorizada del nuevo monarca británico y el relato de su primer año de reinado. Pero el texto incluye también el relato del fallecimiento de Isabel II en el castillo de Balmoral (Escocia) y las horas posteriores. Algunos fragmentos del libro fueron publicados por el diario Daily Mail.
La biografía revela que en las últimas horas, la princesa Ana y la amiga más cercana de la reina, Angela Kelly, se alternaron para estar junto a su lecho, mientras el reverendo Kenneth MacKenzie le leía la Biblia a la monarca.
En el libro Hardman cuenta que poco después del fallecimiento el personal superior del Palacio, incluido su secretario privado, se encontraban planificando las ceremonias fúnebres reales cuando un lacayo les entregó una caja encontrada a los pies de la cama de Isabel II, una de las famosas cajas de cuero rojo -fabricadas bien por Barrow Hepburn & Gale o por Wickwar & Co-, donde se depositan los documentos oficiales del gobierno o la monarquía británica.

En esas cajas se encuentran los envíos diarios de documentos de ministros de todo el Reino Unido. También puede haber documentos y correspondencia de representantes del Commonwealth y otros países del mundo. Pero esta vez no había nada de eso. “Lo que había era lo último que había hecho la Reina antes de su muerte”, revela Hardman en el texto.
“Como todas las cajas rojas, tenía solo dos llaves, una para la monarca y otra para su secretario privado de turno”, explica. Young descubrió que dentro de la caja la Reina había dejado una carta sellada para su hijo, el entonces príncipe Carlos, y otra carta privada para su asistente. “Probablemente, nunca sabremos lo que dijeron. Sin embargo, está bastante claro que la reina sabía que el fin era inminente y había planeado en consecuencia. ¿Fueron instrucciones finales o despedidas finales? ¿O ambos?”, se pregunta Hardman. En sus últimos minutos de vida “Isabel II había estado completando sus últimos asuntos pendientes”, sentenció.
En la caja también estaba su lista de candidatos para unirse a la Orden del Mérito, su último deber real. “La Reina siempre se había tomado muy en serio esta tarea”, escribe Hardman. “El papeleo le había llegado dos días antes para que pudiera revisar las notas y marcar sus opciones. Y en la caja quedó todo completado y listo para que Sir Edward hiciera los arreglos necesarios. Fue el último documento manejado por la reina Isabel II. Incluso en su lecho de muerte, había trabajo que hacer. Y ella lo había hecho”, expresa.

El libro recuerda también que, tras la muerte de su madre, Carlos de Inglaterra, tuvo que leer precipitadamente en el helicóptero que lo trasladó a Balmoral, el fragmento del plan que hacía referencia a su parte en el protocolo. Carlos y su esposa Camilla, habían estado con ella hasta una hora antes. La noticia, poco después, encontró al futuro rey recolectando hongos en su residencia privada.
Al llamar a su hijo Guillermo, a través de la centralita de palacio, Carlos no supo cómo identificarse a la operadora. Constitucionalmente, ya era el nuevo rey, pero todavía no podía anunciarlo porque la información no había sido difundida. “Soy yo”, dijo entonces a la operadora, para que lo pusiera en contacto con su primogénito. A Henry, su segundo hijo, no pudo localizarlo porque ya volaba desde Estados Unidos hacia el Reino Unido en un vuelo comercial. Ya había hablado días antes con él, para pedirle que viajara a Balmoral. Todos tenían claro que debían despedirse personalmente de la persona en torno a la que habían girado sus vidas.
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