El retroceso de Rusia en Ucrania hace mella en la imagen de fuerza que busca proyectar Vladimir Putin
Los mensajes de optimismo de los medios rusos no logran apagar la furia que la retirada de las tropas rusas y el modo de manejarla del Kremlin ha desatado entre los rusos que apoyan la guerra
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MOSCÚ.- La desbandada de las fuerzas rusas en Ucrania durante este fin de semana le está trayendo un nuevo tipo de problema al presidente Vladimir Putin: socava la imagen de capacidad y poderío que le llevó dos décadas construir.
El domingo, los rusos siguieron abandonando posiciones en el noreste de Ucrania que tenían ocupadas desde hace meses. Los informes de la televisión estatal rusa hablan de esa retirada como una “operación de reagrupamiento” cuidadosamente planeada, y elogian el heroísmo y el profesionalismo de las tropas del Kremlin.
Pero ese mensaje de optimismo no logró apagar la furia que la retirada y el modo de manejarla del Kremlin ha desatado entre los rusos que apoyan la guerra. Y tampoco logra disimular el atolladero en el que se encuentra actualmente Putin, que preside una guerra de seis meses contra un enemigo cada vez más motivado y un país cada vez menos dispuesto a hacer los sacrificios que entraña una posible escalada del conflicto.
“La única fuente de legitimidad de Putin es la fuerza”, dice Abbas Galliamov, un exredactor de los discursos de Putin y actualmente consultor político radicado en Israel. “Y cuando se presente una situación que lo muestre impotente, su legitimidad se empezará a derrumbar hasta el piso.”
El domingo, mientras Ucrania consolidaba sus avances, Putin redobló la brutalidad de su campaña bélica, como una concesión a los reclamos de los partidarios de la guerra en las redes sociales y la televisión rusas. Con ataques con misiles sobre la infraestructura eléctrica de Ucrania central y oriental, Putin dejó a oscuras a gran parte del país.
Pero no queda claro hasta dónde está dispuesta a ir Rusia —con sus arsenal cibernético, químico y nuclear— para frenar el embate ucraniano, por más que el desbande en el campo de batalla sea tan evidente como el desbande en el interior de la clase gobernante rusa.
Ramzan Kadirov, el autócrata de la región de Chechenia, en el sur de Rusia, que ya envió miles de sus propios soldados para ayudar a Putin en Ucrania, acusó a los militares rusos de cometer “errores” y de no explicarle bien a la opinión pública el significado de la retirada. Sergei Mironov, líder del partido pro-Putin en la Duma, el Parlamento ruso, criticó al gobierno por celebrar el Día de la Ciudad de Moscú, esta semana. “¡No puede ser que mientras nuestros hijos luchan y mueren nosotros hagamos como si no pasara nada!”, tuiteó Mironov.
“Debido a algunos errores que no conocemos, se está perdiendo el control de los procesos políticos”, disparó desde las redes sociales Sergei Markov, un analista pro-Kremlin que suele aparecer en la televisión estatal. “Le garantizo que esta confusión va a durar poco, pero por el momento, es todo un caos”.
El problema fundamental, dice el analista, es que la tendencia de Putin a engatusar a su propio pueblo le está pasando factura. La realidad de las derrotas de Rusia en el campo de batalla está haciendo mella en el relato del Kremlin de un ejército ruso invencible, de una Ucrania corrupta y cobarde, y de Putin como un brillante estratega geopolítico. Hace menos de una semana, Putin declaró que Rusia “no perdió nada” como consecuencia de la guerra, una afirmación que se contradice con las decenas de miles de bajas rusas estimadas por Occidente.
Por el momento, los rusos que apoyan la guerra culpan de los reveses del fin de semana a los burócratas de Moscú y a los altos mandos militares. Pero la primera señal de que la frustración de la opinión pública puede horadar el prestigio del propio Putin apareció por la red social Telegram este sábado, cuando Moscú decidió seguir adelante con los festejos por los 875 años de la fundación de la ciudad, que según algunos fue como una bofetada para los soldados, y justo el día más humillante para el ejército ruso en el campo de batalla desde que comenzó la invasión.
“No vamos a apoyar a este gobierno en las elecciones de 2024″, publicaron los administradores de una cuenta de Telegram a favor de la guerra que tiene más de 400.000 seguidores, en referencia a las presidenciales previstas para ese año. “Se veía venir, pero esto es la gota que rebalsó el vaso.”
El descontento era palpable incluso en Moscú, una ciudad que el gobierno se ha ocupado de blindar contra los sinsabores y los costos de la guerra.
Mientras los moscovitas festejaban el aniversario de su ciudad con fuegos artificiales, conciertos y fiestas callejeras, Vladislav, un taxista oriundo de Sibería que se mudó a las afueras de Moscú, miraba las banderas celebratorias con un dejo de resentimiento. Vladislav dice que su primo de 34 años murió en el frente del Dombass hace dos semanas, tras haber sido reclutado por las fuerzas pro-rusas.
“Acá la gente se quedó tomando vodka hasta la madrugada sin importarles nada lo que pasa en el frente”, se quejaba Vladislav el domingo a la mañana, después de un fin de semana de locura en la ciudad.
Tatiana Stanovaya, analista política rusa, dice que la decisión del Kremlin de minimizar la intensidad y la escala de la guerra en Ucrania ha creado mundos paralelos: la realidad de la mayor guerra que se libra en territorio europeo desde hace generaciones, y el clima de “acá no pasa nada” que se vive en Moscú.
La estrategia de presentar la guerra como una “operación militar especial” que no debe afectar la vida diaria de la mayoría de los rusos dependía de la expectativa de una victoria relámpago, dice Stanovaya. Pero la seguidilla de reveses en el campo de batalla y el hecho incontrastable de que las cosas no están saliendo según lo planeado son cada vez más difíciles de maquillar.
“En principio, el Kremlin basó toda su política bélica en la idea de que no habría derrotas”, dice la analista. “Nunca se prepararon para la posibilidad de un choque entre esos dos universos paralelos”.
El domingo hubo señales de que el Kremlin había tomado nota de las voces críticas al gobierno de no ser honesto con la opinión pública sobre la gravedad de las recientes derrotas. En el principal programa de noticias de la televisión estatal, el presentador Dimitri Kiseliov dijo que las últimas semanas “probablemente fueron las más difíciles” desde el inicio de la guerra.
“Bajo el embate de una fuerza enemiga superior, las tropas aliadas se vieron forzadas a ceder los asentamientos previamente liberados”, dijo Kiseliov, en referencia a la supuesta “alianza” de Rusia con los separatistas del este de Ucrania apoyados por el Kremlin.
Para una emisora que sale al aire, fue una inusual admisión de lo que los blogueros militares prorrusos vienen advirtiendo desde hace semanas. Como el Kremlin parece decidido a no lanzar una leva masiva nacional para reforzar las filas de sus ejércitos, las tropas rusas han quedado en minoría frente a las ucranianas en varios tramos de la línea de frente.
Pero también hubo señales de que el Kremlin intenta escalar su campaña militar, como le reclaman desde hace tiempo los partidarios de la guerra. El domingo, los rusos atacaron la infraestructura ucraniana y dejaron sin luz ni agua a la ciudad de Khakiv, en el noreste del país, un ataque que el alcalde de la ciudad calificó como “un acto de venganza”.
“Me parece que hay que ser más duros”, dijo el domingo a la mañana el presentador de la televisión estatal rusa Vladimir Soloviov, y reclamó que Rusia atacara con más fuerza las líneas de suministro militar y de combustible de Ucrania.
La magnitud del deterioro político de Putin por los reveses de este fin de semana en el campo de batalla dependerá, sobre todo, de su capacidad para revertirlos, y de su habilidad para seguir blindando a los rusos de las consecuencias de las sanciones de Occidente. Esta semana, Putin se reunirá con el presidente chino Xi Jinping en una cumbre regional en Uzbekistán, donde buscará expandir una relación bilateral crucial para Rusia, que está a la caza de socios económicos fuera de Occidente.
Gallyamov, el exredactor de discursos de Putin, cree que las dificultades en Ucrania pueden llevar a las élites que rodean al presidente ruso a reclamar que se nombre a un sucesor.
“Y si siguen diezmando el ejército ruso como ocurre ahora, ese reclamo podría acelerarse”, dice Gallyamov.
Por Anton Troianovski
Traducción Jaime Arrambide
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