El régimen de Xi Jinping, a sus ciudadanos: “Hay espías por todas partes, ayúdennos a atraparlos”
A medida que Pekín intenta reclutar a “toda la sociedad” para protegerse de los enemigos extranjeros, la línea que separa la vigilancia de la paranoia se difumina
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PEKÍN.- El gobierno de Pekín ve fuerzas dispuestas a socavarlo en todas partes: infiltradas en las empresas multinacionales, en las redes sociales y en los ingenuos círculos estudiantiles. Y quiere que también las vea el pueblo chino.
Las universidades de China exigen que sus docentes hagan cursos sobre la protección de secretos de Estado hasta en las facultades de veterinaria, y un jardín de infantes de la ciudad de Tianjin organizó un encuentro de maestras para enseñarles a “entender y utilizar” las leyes antiespionaje del país.
Hasta el usualmente hermético Ministerio de Seguridad, que supervisa a la policía secreta y los servicios de inteligencia chinos, abrió por primera vez una cuenta en las redes sociales, como parte de un esfuerzo que según los medios de comunicación oficiales apunta a concientizar y fomentar la participación de la gente. En su primer posteo, el ministerio pidió “una movilización del conjunto de la sociedad” contra el espionaje.
“La participación de las masas tiene que naturalizarse”, dice el posteo.
El gobernante Partido Comunista de China está involucrando a ciudadanos comunes en la prevención y detección de supuestas amenazas para el país con una campaña que borra la línea entra la vigilancia y la paranoia. La economía del país enfrenta la peor desaceleración en años, pero el autoritario líder Xi Jinping parece más obsesionado con la seguridad nacional y en frenar cualquier amenaza al control que ejerce su partido.
“Debemos estar preparados para situaciones extremas y los peores escenarios”, dijo Xi en mayo ante la Comisión Nacional de Seguridad de China, y llamó a los funcionarios a “redoblar el monitoreo en tiempo real” y “preparase para un combate real”.
Tal vez esa sensación de urgencia se haya potenciado por los desafíos que enfrenta actualmente Pekín, los más graves desde el ascenso de Xi al poder, hace más de una década. Además del sombrío panorama económico, las relaciones de China con Occidente son cada vez más tensas. El inexplicable recambio de funcionarios en los niveles más altos del poder -incluida la repentina remoción, en julio, del ministro de relaciones exteriores y dos generales de alto rango-, sugiere que Xi tal vez haya sentido amenazado su poder.
“La campaña refleja los profundos desafíos y la crisis de legitimidad que enfrenta actualmente el régimen”, dice Chen Jian, profesor de historia moderna de China en la Universidad de Nueva York, y agrega que ese llamado de acción a las masas tiene reminiscencias de las extensas campañas que lanzaba Mao para consolidar su poder. La más conocida fue la Revolución Cultural, una década de caos y derramamiento de sangre durante la cual el gobierno alentaba a la gente a denunciar a docentes, vecinos y hasta familiares que les parecieran “contrarrevolucionarios”.
La sociedad china actual no se dejaría arrastrar tan fácilmente a un frenesí de masas, debido a la modernización del país, señala Chen. Además, China tiene motivos reales para no excederse: el director de la CIA, William Burns, dijo recientemente que Estados Unidos estaba reconstruyendo su red de espionaje en China.
China tampoco es el único país que lanza advertencias cada vez más serias sobre la influencia extranjera. Algunos alertan que Washington está fogoneando un nuevo Temor Rojo, como a través de la ahora desechada Iniciativa China del Departamento de Justicia, dirigida a los académicos universitarios. Estados Unidos y otros países occidentales también están trabajando para restringir el acceso a TikTok, la aplicación de videos cortos de propiedad china, alegando preocupaciones de seguridad.
Pero la campaña de China se destaca por su escala y su omnipresencia.
En los trenes de alta velocidad, un vídeo a repetición advierte a los pasajeros que tengan cuidado al sacarse fotos para las redes sociales, en caso de que en las imágenes capturen sin querer información confidencial. Y en las oficinas y dependencias públicas donde los ciudadanos realizan trámites rutinarios hay carteles que les recuerdan que deben erigirse como un “línea defensiva popular”.
Un gobierno local de la provincia de Yunnan publicó un vídeo de hombres y mujeres con la vestimenta tradicional de los Yi, un grupo étnico de la zona, bailando alegremente y cantando un jingle sobre la ley de seguridad nacional de China.
“Quienes no denuncien serán procesados. Cubrir esos crímenes te llevará a la cárcel”, cantan los artistas, bailando en ronda, mientras las mujeres revolean sus polleras de brillantes colores.
Otras formas de educación contra el espionaje son más formales. La Administración Nacional de Protección de Secretos de Estado lanzó una aplicación con un curso online sobre mantenimiento de secretos, y muchas universidades y empresas le han ordenado a su personal que lo complete. La primera lección arranca con una cita de Mao sobre la importancia de la confidencialidad, y en otra de las clases se advierte que los iPhone y los dispositivos Android son productos extranjeros y pueden ser manipulados.
Incluso han involucrado en estos esfuerzos a personas que poco parecen tener que ver con la seguridad nacional. El departamento de educación deportiva de una universidad de la provincia de Shandong ordenó a los profesores realizar el curso en línea, al igual que una facultad de veterinaria en la ciudad de Guangzhou.
La cuenta de redes sociales de un hotel de la ciudad costera de Yantai suele promocionar escapadas a la playa y ofertas especiales, pero en octubre pasado publicó una infografía sobre los grupos que el Ministerio de Seguridad considera que tienen mayor riesgo de ser cooptados por enemigos extranjeros. Entre ellos había personas que habían estudiado en el extranjero y “jóvenes usuarios de Internet”.
Vigilancia constante
Los jóvenes chinos son un área de especial preocupación para el gobierno, especialmente después de las protestas generalizadas del año pasado contra la política de “covid cero” y las restricciones pandémicas impuestas por Pekín. Algunos manifestantes eran estudiantes universitarios que habían quedado confinados en sus campus durante meses, y ahora muchos jóvenes enfrentan otros problemas, como el récord de desempleo juvenil.
Pero las autoridades atribuyeron el descontento a instigadores extranjeros. Después de las protestas del año pasado, un funcionario chino dijo que los manifestantes era “pagados por fuerzas foráneas”.
Parte de la solución elegida por las autoridades es enseñar a los jóvenes a mantenerse en guardia. Xi ha pedido ampliar la educación sobre seguridad nacional y las universidades han creado equipos de estudiantes encargados de denunciar a personas que, entre otras cosas, utilizan sitios web extranjeros.
Pero esas constantes advertencias les recuerdan a los estudiantes que ellos también están siendo observados. Se reportaron al menos dos casos en los que la policía o los funcionarios académicos interrogaron a estudiantes universitarios de Pekín por intercambiar mensajes con periodistas del diario The New York Times.
Quizás el efecto central –o el objetivo– de la campaña haya sido que incluso la más mínima conexión con el extranjero sea motivo de sospecha. Y esto se ha extendido al campo de la cultura, donde el intercambio ha sido históricamente más fecundo. Algunos académicos han dejado de reunirse con sus pares extranjeros, y en varios lugares de toda China se han cancelado las presentaciones de músicos extranjeros.
Algunos chinos han reaccionado con escepticismo a ese llamado a una vigilancia constante.
Hace poco, cuando un aeropuerto de la provincia de Hunan prohibió los automóviles Tesla en sus playas de estacionamiento con el argumento de que los autos de la compañía estadounidense podrían usarse para tareas de espionaje, algunos comentaristas de las redes sociales se preguntaron si también deberían prohibirse los aviones Boeing. Hasta Hu Xijin, editor retirado del tabloide nacionalista The Global Times, posteó en las redes que era preocupante que los académicos que él conocía tuvieran que evitar sus contactos con colegas extranjeros.
Pero los funcionarios de Pekín desestiman esas preocupaciones. En un editorial sobre el llamado a la movilización masiva, The Global Times dijo que los únicos paranoicos eran los que criticaban esas medidas.
“Si no hiciste nada, ¿de qué tenés miedo?”, decía el artículo periodístico.
Por Vivian Wang
(Traducción de Jaime Arrambide)
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