El régimen de Daniel Ortega, más lejos de la izquierda moderada de América Latina
El rompimiento con la Iglesia Católica es una de las últimas líneas que cruza el sandinismo para apartarse de la comunidad internacional
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BOGOTA.- La escena resume el relativo aislamiento internacional de Daniel Ortega. Rodeado por sus grandes aliados, el caudillo sandinista asistió hace ocho días en Caracas a la conmemoración de los 10 años de la muerte de Hugo Chávez. Meses antes también había viajado a La Habana para participar en la Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Espoleado por el calor de sus compadres revolucionarios, Ortega se animó a darles un consejo que va en dirección contraria a lo que ellos, y él mismo, buscan en los bastidores diplomáticos: “Hemos aprendido a lo largo de la Historia que los diálogos con el Imperio son una sentencia de muerte”.
Todo lo contrario. Ortega jugó la carta de la redención internacional a través de la excarcelación de 222 presos políticos, pero los excesos cometidos (destierro, perdida de su nacionalidad y decomiso de sus propiedades) y la represalia contra el obispo rebelde, Rolando Álvarez, provocaron el efecto contrario: el repudio general, incluido el de aliados izquierdistas del continente que hasta ahora atenuaban las críticas a la hora de hablar de Nicaragua.
“En el fondo, el destierro fue una señal de que Ortega quiere conversar, porque necesita resolver las sanciones”, asegura para LA NACION María Riera Puerta, profesora de gobierno americano en Florida.
Hasta el Grupo de Puebla, que había defendido en sus comunicados a la revolución sandinista, se vio en la obligación de condenar semejantes acontecimientos. Y otros países, encabezados por la firmeza de Chile y las idas y venidas de Colombia, se sumaron a su estela.
“El rompimiento con la iglesia es una de las últimas fronteras de autoaislamiento que ha provocado el mismo régimen. Ya hasta sus aliados como México y Brasil se han visto obligados a tomar posición respecto a la situación de Nicaragua. Solamente quedan a su lado los autoritarios centroamericanos, Venezuela, Cuba y regímenes antidemocráticos como Rusia, China e Irán”, precisa para LA NACION la socióloga Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica.
La escalada de enfrentamientos con la Iglesia comenzó en 2014, cuando la Conferencia Episcopal publicó una carta dirigida a Ortega en la que le expresaba su preocupación ante la situación nacional. La tensión se multiplicó con el estallido social de 2018, durante el que la Iglesia se puso del lado del pueblo nicaragüense. “La Iglesia ejerció un papel muy importante como mediadora y testigo del diálogo nacional, truncado ese mismo año. Desde entonces la confrontación ha seguido escalando y ha llegado a un punto muy álgido con la detención de religiosos en 2022, particularmente el encarcelamiento y condena espuria de Rolando Álvarez”, destaca Cuadra.
El choque diplomático con Francisco también ha creado molestias dentro de la Patria Grande, ya que al Santo Pontífice se le considera como “uno de los nuestros”. Incluso en el pasado, Ortega convenció al Papa para exiliar al arzobispo de Managua, monseñor Silvio José Báez, quien se había convertido en su mayor piedra en el zapato durante la rebelión popular.
Pero el caudillo sandinista está envalentonado y pese al repudio, casi generalizado, guarda una carta que cree ganadora. “Ortega apuesta por seguir el rumbo de Cuba y sabe que ese eje es más amplio. Ellos vislumbran un ascenso del eje multipolar encabezado por China, seguido de Rusia. Allí están Irán y demás aliados”, avizora para LA NACION la politóloga Riera Puerta. De hecho, Laureano Ortega, hijo de la pareja presidencial y el elegido para la sucesión, viajó a China en las mismas fechas que el destierro de los opositores.
La posición de Ortega recuerda a la forzada por Nicolás Maduro para atornillarse en el poder durante el cerco de la comunidad internacional en 2019 y el desafío de la presidencia encargada.
“Al igual que Cuba y Venezuela, estos regímenes no están dispuestos a ceder el poder. Por eso la posición que tienen con respecto a la guerra en Ucrania. Este conflicto no es solo sobre la soberanía de Ucrania, sino sobre el equilibrio de los dos ejes. El eje antiliberal está envalentonado. La guerra les está dando una oportunidad de fortalecimiento”, sentencia María Puerta.
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