El rápido crecimiento del liderazgo de Xi, un desafío para Washington
HONG KONG.-Barack Obama estuvo sentado ayer frente a un tipo de líder chino que ningún presidente norteamericano había enfrentado todavía: un caudillo con ambiciones tanto locales como internacionales, que ve a China como una superpotencia a la par de Estados Unidos.
El presidente Xi Jinping amasó poder más rápidamente que cualquier otro líder chino en décadas, y sus funcionarios encararon las conversaciones de esta semana con Obama y otros líderes regionales como una reafirmación del auge de China y de su mandatario.
Durante más de 20 años, la elite del Partido Comunista Chino (PCCh) tomó las decisiones mayormente por consenso, buscando así evitar la inestabilidad política que se vivió durante los mandatos de Mao y Deng Xiaoping.
Pero menos de dos años después de asumir el poder, Xi ha demostrado ser mucho más que "el primero entre iguales" del Comité Permanente del Buró Político del partido, poniendo en duda la tradicional presunción de que China sería gobernada por un liderazgo colectivo firme, aunque muchas veces lento y pesado.
"En más de un aspecto, Xi se ve a sí mismo no muy distinto de Putin", dijo Dali Yang, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Chicago. "Lo que está diciendo Xi, básicamente, es que él llegó para defender a su partido, defender los intereses nacionales de China en términos de soberanía territorial."
Las señales del apogeo de Xi son visibles en todas partes, desde los volúmenes de sus discursos reunidos que se venden en las librerías hasta la intensa y por lo general laudatoria cobertura de prensa que merece su ajetreada rutina diaria.
De tanto en tanto, los medios de comunicación chinos controlados por el Estado se permiten llamarlo "Xi Dada", algo así como "Gran Papá Xi".
Xi Jinping tiene 61 años, sacudió las filas de su partido con una extensa campaña contra la corrupción pública y llevó adelante una represión contra los disidentes que tiene consternados a los intelectuales liberales.
En vez de repartir los ministerios entre sus colegas, ha acumulado el control de los más importantes comités de políticas públicas del partido, conocidos como "pequeños grupos líderes", y creó muchos otros nuevos que están bajo su órbita y que tocan temas como seguridad nacional, reforma militar, restructuración económica y control de Internet.
"Xi ha sido más enérgico que lo que nadie esperaba", dijo Yang. "Algunas de sus fuertes medidas eran previsibles, pero nunca imaginamos la envergadura, la amplitud y el alcance de sus iniciativas", añadió el experto.
Xi supervisa una potente política exterior, impulsando los reclamos chinos sobre islas y aguas en disputa, y profundizando así las rispideces con Japón y sus vecinos del sudeste asiático. Esas tensiones se atemperaron, al menos por ahora, gracias a un acuerdo sellado con Japón el viernes pasado, en el que ambos países reconocen sus diferencias, y a un acuerdo comercial con Corea del Sur anunciado el lunes de esta semana.
El presidente chino ya ha dicho que quiere construir una nueva y "poderosa" relación con Washington, para evitar confrontaciones que puedan terminar en un conflicto armado, pero también para lograr un mayor reconocimiento de las demandas e intereses de China.
En junio del año pasado, el mandatario chino intentó establecer una relación de confianza con Obama, durante los dos días de conversaciones en la residencia Sunnylands, en California.
Al mismo tiempo, el gobierno de Xi resucitó y amplificó el discurso tradicional del partido, que adjudica los males de China a "fuerzas hostiles" controladas por los gobiernos de Occidente.
Los funcionarios chinos acusan a Estados Unidos de intentar tumbar al gobierno del PCCh, y que el más reciente ejemplo es el apoyo de Washington a los manifestantes prodemocráticos de Hong Kong, acusaciones que el gobierno norteamericano niega.
Contradicción
"Hay una especie de contradicción entre este pensamiento ideológico de la Guerra Fría sobre fuerzas foráneas hostiles y subversivas desde Estados Unidos, y al mismo tiempo decir que se busca una nueva y potente relación con Washington", dijo Susan L. Shirk, profesora de la Universidad de California en San Diego y ex integrante de la Secretaría de Estado durante el gobierno de Bill Clinton.
"Eso responde a la inseguridad del Partido Comunista Chino en el frente interno", agregó Shirk.
Razones para sentirse intranquilos no les faltan: malestar popular por la contaminación del aire y la toma de tierras, un aparato estatal y militar sumido en la corrupción, tumultos en Hong Kong, tensiones étnicas en Tíbet y Xinjiang, y la incertidumbre que genera la desaceleración económica.
Varios académicos chinos dicen que Xi probablemente defraude a quienes pensaron que tras consolidar su poder tomaría un curso de acción más moderado. Según estos analistas, un giro de esa naturaleza sería percibido como un signo de peligrosa debilidad.
Traducción de Jaime Arrambide