El PSOE no tiene vuelta atrás y pagará un altísimo precio por la ley de amnistía a los separatistas catalanes
El autor considera que esa legislación conduce a la izquierda española hacia el precipicio, y que resta saber cuánto de la democracia española arrastrará en su caída
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MADRID.- La ley de amnistía supone un engaño a los votantes del Partido Socialista (Psoe), una traición a la historia de ese partido desde la Transición y una amenaza a la convivencia y al futuro de España. Algún día el PSOE pagará un precio muy alto por este disparate cometido por los gobernantes más mediocres e irresponsables de nuestra historia democrática con el único propósito de mantenerse en el poder.
Lo saben ellos, lo saben los militantes socialistas, lo sabe cualquier persona con un mínimo de decoro. Sólo un puñado de fanáticos y un grupo de interesados cuyo porvenir depende en mayor o menor medida de que esta iniciativa prospere y esta absurda coalición de gobierno sobreviva, son capaces de justificar el paso dado en nombre de la reconciliación.
Ese es el primero de los enormes daños infligidos por el Psoe a nuestra democracia: el escarnio de la verdad, el uso fraudulento de palabras como diálogo, encuentro, conciliación que, en boca del presidente, de los ministros y sus acólitos se degradan hasta el límite el insulto a la inteligencia.
El Psoe pagará por ello. Pagará por todas esas mentiras, por la humillación a la que ha sometido a esta sociedad tranquila y confiada, maltratada cada día por el desprecio de un grupo de nacionalistas xenófobos al que un gobierno genuflexo ha decidido entregarse sin reservas. Pagará por abusar de la disciplina y buena voluntad de algunos socialistas que hasta el último día han querido buscar una rendija de sensatez por donde colar una lealtad que nunca ha merecido. Ni eso les ha concedido el megalómano que lo dirige todo. Ni una retirada a tiempo. Ni un último gesto de dignidad ante el abuso manifiesto.
El Psoe pagará un altísimo precio por esto. No sé cuándo, pero ocurrirá. El presidente del gobierno presume cada día de que su mandato será extenso. Se nos hará largo, dice con frecuencia, a medio camino entre la formulación de una amenaza y la traición del subconsciente, que sabe cuanto odio concita. ¿Cuánto es largo? ¿Una legislatura? Será menos. Pero no importa, llegará el final y el Psoe sufrirá un castigo muy duro.
Alguna gente en la derecha no acaba de creerlo. Bajo los efectos aún del shock de julio de 2023, cuando daban por hecho que recuperarían el poder, ven a los votantes socialistas como un colectivo domesticado y sectario que nunca abandonará las siglas del Psoe. No es así. Es posible que el clima de polarización que padecemos actúe de forma considerable en contra del voto inteligente, pero todo tiene un límite y los dirigentes socialistas lo han sobrepasado con la ley de amnistía.
El Psoe no tiene vuelta atrás después de este engendro. Al contrario, el disparate se irá agrandando. Tras la amnistía, vendrá la injusticia de restar del presupuesto de las regiones más pobres para dárselo a Cataluña, se agudizará la persecución del idioma común y la marginalización de los símbolos de unidad, incluida la Corona, y, en última instancia, se arrastrará al Psoe a justificar de alguna forma el derecho a la autodeterminación.
No hay vuelta atrás. El Psoe se ha dejado conducir hacia el precipicio por un personaje que confía en ser capaz, él mismo, de evitar en el último minuto su propia caída. No lo conseguirá. El castigo lo alcanzará, junto a la mayoría de quienes hoy lo aplauden y al resto del partido. Nada puede librarlos ya. Quizá luego, años más adelante, alguien sea capaz de recoger las cenizas de esa histórica organización y devolverle la dignidad. Pero eso no es lo más importante. Lo grave es que aún es pronto para anticipar cuánto de la democracia saludable y próspera que somos arrastrará el Psoe en su caída.
Esta columna fue publicada originalmente en el sitio The Objective
El autor fue director del diario español El País
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