El proteccionismo tendrá que enfrentarse con una dura realidad
WASHINGTON.-Donald Trump ha decidido redoblar el proteccionismo norteamericano. Su discurso de asunción como 45° presidente de Estados Unidos fue reflejo de su retórica de campaña y pintó el sombrío cuadro de un país en decadencia, en el que los norteamericanos serían víctimas de una "carnicería".
Esa retórica le sirve para justificar su receta de cortar toda asistencia a los países extranjeros para enfocarse en el crecimiento interno. Sin embargo, es muy probable que muy pronto esa idea se tope con las crudas realidades de la economía global.
La inusual candidatura de Trump prosperó a caballo de los miedos de la gente. En julio, durante su discurso en la Convención Republicana, llamó a la gente a unirse contra los extranjeros que se quedan con los puestos de trabajo de los estadounidenses y contra las empresas norteamericanas que se mudan a otros países.
También dijo que las calles de la nación estaban asoladas por hordas de inmigrantes ilegales, que eran además delincuentes.
El viernes, en su discurso de asunción, Trump abundó en esas lindezas y afirmó que Estados Unidos estaba "degradado y en decadencia" mientras otros países se enriquecían gracias a la ayuda norteamericana. Hasta adoptó el mantra que hicieron tristemente célebre los aislacionistas de la década de 1930: Primero Estados Unidos. Y recalcó: "La protección nos traerá gran prosperidad y fuerza".
Mientras le tomaban juramento, su personal daba vuelta el sitio web de la Casa Blanca para reflejar esa postura nacionalista: la estrategia de comercio internacional arranca con el retiro de Estados Unidos del pacto de cooperación económico firmado por 11 países y conocido como Acuerdo Transpacífico, y también va camino al recorte el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado con México y Canadá, "si nuestros socios se niegan a una renegociación que implique un trato justo para los trabajadores estadounidenses".
La trampa, sin embargo, es la siguiente: el objetivo de Trump de devolverle a Estados Unidos su grandeza se basa fundamentalmente en fomentar las exportaciones, como repitieron en la última semana los principales exponentes de su gabinete económico durante las audiencias en el Senado. En el tercer trimestre de 2016, el comercio internacional hizo que la economía norteamericana registrara su mayor crecimiento de los últimos dos años, alcanzando una tasa anualizada del 3,6 por ciento, en parte, gracias al aumento del 10 por ciento de las exportaciones a China y otros países.
China, uno de los blancos favoritos de la ira de Trump, es el tercer mercado en importancia para los productos estadounidenses, después de Canadá y México. Si bien Estados Unidos tiene un déficit aproximado de unos 300.000 millones de dólares en su balanza comercial con China, las exportaciones norteamericanas hacia el gigante asiático han crecido más de un 300 por ciento en el último decenio.
Además, muchas importaciones se fabrican con partes hechas en Estados Unidos. Las manufacturas norteamericanas, por ejemplo, constituyen un 40 por ciento de los componentes de los productos que luego se importan desde el vecino México.
Frente a la tarea de gobernar, los políticos suelen dejar atrás muchos de sus latiguillos de campaña. Pero para Trump, abandonar su posición proteccionista para aplacar a los países extranjeros que necesitan comprar productos norteamericanos podría convertirse en un grave revés político.
Traducción de Jaime Arambide
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