El príncipe Carlos, heredero al trono desde hace casi 70 años, avanza hacia el centro de la escena
Tiene una visión menos lujosa y de austeridad acerca de la monarquía; expertos señalan que la Casa de Windsor sufrirá algunos cambios en los próximos años
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LONDRES.- La muerte del príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II durante más de 73 años, potenció la atención que concita su hijo mayor, el príncipe Carlos, sobre quien recae cada vez más la tarea de manejar los complicados asuntos privados de la Casa de Windsor, así como las cuestiones de Estado.
Nadie ha esperado tanto para gobernar el reino británico como el príncipe Carlos: a los 72 años, se ha convertido en el príncipe de Gales que más tiempo ha ostentado ese título de aspirante al trono en la historia británica. Y aunque tanto Carlos como su padre han cumplido el rol de apoyo a la reina Isabel durante décadas, abordaron esa tarea de diferente manera.
Felipe, duque de Edimburgo, era un exoficial naval sin pelos en la lengua, que hizo de la deferencia acérrima hacia su esposa una virtud, mientras ayudaba a pilotear los asuntos familiares tras bambalinas.
Al príncipe Carlos, por su parte, le ha costado ceñirse a la convencional neutralidad política de la realeza, haciendo campaña por temas como la protección del medio ambiente, o lanzando su propia marca de comida orgánica. La visión de Carlos de una monarquía más acotada y “low-cost” ya ha empezado a tomar forma, pero su impulsor ha tenido problemas para arrear a su familia en medio de una serie de pifiadas y escándalos.
Sus esfuerzos para reencuadrar el rol del príncipe de Gales como una figura de transformación le han ganado tanto elogios como críticas. Las encuestas de opinión suelen mostrar a Carlos muy rezagado respecto del otros miembros de la familia real en términos de popularidad.
A muchos británicos les hace ruido que Carlos predique cambios drásticos mientras sigue llevando una vida de privilegios absolutos. “Tal vez sea inevitable que quien desafía los bastiones del pensamiento convencional sea acusado de ingenuidad”, escribió el príncipe Carlos en la introducción a su libro de 2021, “Armonía”.
La muerte de Felipe abre una instancia de reflexión y de posible reconciliación, en momentos en que la familia real y el país se unen para rendir tributo al consorte real que más tiempo sirvió con ese título a la monarquía británica. El sábado, se lo despidió en todo el país con salvas de fuego, banderas a media hasta y una interminable procesión de personas que se acercaron hasta el acceso del Palacio de Buckingham. “Tenía una energía enorme para apoyar a mamá durante tanto tiempo”, dijo le dijo el príncipe Carlos a la BBC.
Los analistas de la realeza dicen que en los próximos años la Casa de Windsor enfrentará un delicado proceso de reformulación de “su marca”. Robert Hazell, experto en la constitución británica y profesor del University College de Londres, dice que en 1952 la reina Isabel tuvo la suerte de ascender al trono cuando era joven y glamorosa.
Pero cuando Carlos acceda al trono, si es que ocurre, “va a ser un anciano poco seductor, y por causas ajenas a él”, señala Hazell. El hijo de Carlos, el príncipe Guillermo, de 38 años, es mucho más popular, y hace tiempo se especula si Carlos no terminará dando un paso al costado para proteger la institución, dijo Hazell.
Otros dicen que se exageran los riesgos. “Mi pálpito es que será un rey absolutamente exitoso por derecho propio”, dice Philip Eade, autor de “El joven príncipe Felipe”.
Carlos enfrenta la doble tarea de gestionar la política familiar y de tratar de remodelar la monarquía con una reina de 94 años que está viva. El príncipe se involucró activamente en las negociaciones familiares cuando su hijo menor, el príncipe Harry, decidió renunciar a sus deberes reales después de casarse con la actriz Meghan Markle.
Esa fractura familiar se volvió tóxica. Durante una entrevista con Oprah Winfrey, el duque y la duquesa de Sussex, ahora radicados en California, acusaron a la realeza británica de anidar a racistas en sus filas. La pareja también se quejó de que el Palacio de Buckingham se había negado a permitirles tener emprendimientos privados mientras representaban a la corona.
El príncipe Carlos también ha tenido que lidiar con las consecuencias de los vínculos de su hermano, el príncipe Andrés, con el delincuente sexual convicto Jeffrey Epstein. Una de las presuntas víctimas de Epstein dice que fue obligada a tener relaciones sexuales con el príncipe Andrés, algo que este niega rotundamente. A instancias del Carlos, el príncipe Andrés fue despojado de sus deberes reales, aunque sigue viviendo en la propiedad de la reina en Windsor, y a diferencia del príncipe Harry, sigue recibiendo el trato de “Su Alteza Real”.
Los dos monarcas “en espera” anteriores que ostentaban el título de Príncipe de Gales —el futuro Eduardo VII y Eduardo VIII, que abdicó para poder casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson—, eran playboys. El príncipe Carlos trabajó mucho para darle otra impronta a su papel.
A diferencia de su padre, un valiente héroe de guerra, Carlos luchó por estar a la altura del prototipo del heredero varón al trono. En el internado de Escocia al que asistió como pupilo, Carlos fue maltratado por sus compañeros y condenado al ostracismo. En 1969, la reina lo invistió como Príncipe de Gales. Como es tradicional entre los miembros de la realeza mayor, Carlos comenzó entonces su carrera en el ejército, donde sirvió en la marina durante varios años.
Pero rápidamente se reinventó a sí mismo como un activista de la realeza. Al igual que su padre, el príncipe Carlos es un convencido de que la monarquía británica debe ganarse un lugar en el corazón de la gente a través de buenas acciones. En 1976, Carlos creó Prince’s Trust y colabora con más de 400 organizaciones diferentes. Para muchos, su preocupación por el medio ambiente, que se remonta a la década de 1960, revela que tiene una verdadera visión de futuro.
Ese rol se vio eclipsado durante mucho tiempo por el interés de los medios en su desdichado y malogrado primer matrimonio con la princesa Diana, que le dejó dos hijos y un divorcio escandaloso. El príncipe Carlos “estaba atrapado entre el mundo moderno y el mundo de sus padres, sobre todo de su madre”, dice su biógrafa, Sally Bedell Smith.
La muerte de la princesa Diana obligó a la familia real a modernizarse y repensar sus relaciones con la opinión pública británica. Ahí fue que Carlos encontró una ventana para reconstruir su vida privada. En 2005, el príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles, una divorciada con la que el príncipe mantenía una relación desde hacía décadas, se casaron por civil en Guildhall, Windsor.
El príncipe de Gales dice que si asciende al trono, su forma de manejarse cambiará. “Si quiero tener éxito, la idea de seguir exactamente como hasta ahora sería una absoluta tontería”, dice Carlos en un documental sobre su vida que emitió la BBC en 2018. “Son dos situaciones completamente diferentes”.
Traducción de Jaime Arrambide
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