El primer ministro irlandés cruzó fuerte al papa Francisco y le reclamó "acciones y no palabras" frente a los abusos
DUBLIN.- Se sabía que iba a ser una visita difícil la del Papa a Irlanda , la tierra de San Patricio. Que ya no es ese país profundamente católico que el papa Juan Pablo II visitó en 1979 sino una tierra arrasada por el escándalo de abusos sexuales y de poder de parte de curas y monjas que fueron encubiertos por la jerarquía eclesiástica.
Pero no se esperaba que, al darle la bienvenida al país, el joven primer ministro irlandés, de origen indio y abiertamente gay, Leo Varadkar, enfrentara tan crudamente al Papa. En un discurso muy duro, pronunciado en el imponente hall del castillo de esta capital, Varadkar le exigió a Francisco "acciones y no palabras" para enfrentar la crisis de abusos sexuales y de poder en el clero e incluso fue más allá.
Sin pelos en la lengua, también reivindicó la "modernización" que hubo en este país con la legalización del aborto -aprobado en mayo pasado en un referéndum- y de las uniones homosexuales, en 2015 y urgió a la "apertura de una nuevo capítulo en la relación entre Irlanda y la Iglesia católica".
"Santo Padre, le pido que use su cargo y su influencia para que haya justicia, verdad y sanación para las víctimas y sobrevivientes de Irlanda y del mundo", dijo Varadkar, que con un discurso durísimo reflejó el clima frío que recibió aquí a Francisco, que aterrizó a las 10.30 locales después de 3 horas y 15 minutos de vuelo desde Roma.
Por sendas medidas de seguridad, casi no había gente en las calles de Dublín, decoradas con banderas del Vaticano, pero soprendentemente desiertas. Los honores al Papa sólo se vivieron en la ceremonia de bienvenida -en la que hubo himnos y piquetes oficiales- en la Residencia Presidencial Irlandés, tambien llamada la "Casa Blanca Irlandesa", donde el presidente Michale D. Higgins, sociólogo y poeta, fue el anfitrión.
Más tarde, en el "St Patrick Hall" del Castillo de Dublín, en el primer encuentro del Papa con autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, tuvo lugar el fuerte cruce con Varadkar. Si bien al principio el aquí llamado Taoiseach (primer ministro en gaélico), de 39 años, agradeció al Papa su visita, su preocupación por el cuidado del ambiente y especial atención a los pobres, enseguida después salió al ataque.
Recordó que si bien la Iglesia católica fue fundamental en el pasado para cubrir el vacío en salud y educación de los irlandeses, al mismo tiempo dejó "un legado de dolor y sufrimiento". "En lugar de caridad, perdón y compasión cristiana, demasiado a menudo hubo juicio, severidad y crueldad, en especial hacia mujeres y niños", denunció.
Mencionó las tristemente célebres, debido a una película, lavanderías de las Magdalenes, los Mother and Baby Homes, donde monjas maltrataban a madres solteras y luego daban ilegalmente en adopción a sus hijos "ilegítimos"y los abusos sexuales de miles de niños por parte de sacerdotes.
"Son manchas en nuestro Estado y en la Iglesia católica", aseguró Varadkar, que como muchos irlandeses fue bautizado católico, pero que dejó la Iglesia, institución otrora influyente, pero hoy devastada. "Las heridas aún están abiertas y hay mucho por hacer para que haya justicia, verdad y curación para víctimas y sobreviventes", insistió el primer ministro, dándole voz a grupos de víctimas que reclaman acciones más concretas de parte del Vaticano.
Mientras el Papa lo escuchaba con rostro adusto, con auriculares que le traducían en forma simultánea, Varadkar recordó asimismo las tremendas revelaciones salidas a la luz en las últimas semanas sobre abusos de mil niños en Pensilvania, Estados Unidos, el siglo pasado. "Son historias trágicamente demasiado familiares aquí en Irlanda", lamentó, explicando por qué una visita cuyo centro debía ser el Encuentro Mundial de Familias, quedó eclipsada por el aún irresuelto escándalo de abusos.
"Crímenes repugnantes"
A su turno Francisco, muy serio, en su primer discursos en la "isla esmeralda", que recordó haber visitado durante tres meses en 1980, cuando estudió inglés en una Casa Jesuita, recogió el guante y tocó enseguida el tema abusos. Reconoció el "fracaso" de la institución eclesiástica al enfrentar estos "crímenes repugnantes". Y volvió a reclamar la adopción de "normas severas" para que nunca más sucedan los errores cometidos en el pasado.
"Considerando la realidad de los más vulnerables, no puedo dejar de reconocer el grave escándalo causado en Irlanda por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados de protegerlos y educarlos", dijo.
"El fracaso de las autoridades eclesiásticas -obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros- al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica. Yo mismo comparto estos sentimientos", agregó.
Francisco, el segundo Papa que visita este país de 5 millones de habitantes después de que lo hiciera Juan Pablo II en 1979 -cuando aún no había estallado el escándalo de abusos-, recordó que su predecesor, Benedicto XVI , papa emérito, a partir de 2010 "no escatimó palabras para reconocer la gravedad de la situación y solicitar que fueran tomadas medidas «verdaderamente evangélicas, justas y eficaces» en respuesta a esta traición de confianza".
"Su intervención franca y decidida sirve todavía hoy de incentivo a los esfuerzos de las autoridades eclesiales para remediar los errores pasados y adoptar normas severas, para asegurarse de que no vuelvan a suceder", agregó.
El exarzobispo de Buenos Aires, que se reunirá con víctimas en algún momento de esta visita de dos días, recordó, además, que el lunes último le escribió una inédita "carta al pueblo de Dios", en la que reaccionó al horror salido a la luz en Pensilvania. "En esta carta reiteré el compromiso, es más, un mayor compromiso, para eliminar este flagelo en la Iglesia, a cualquier costo, moral y de sufrimiento", aseguró.
Marie Collins, sobreviviente irlandesa que hace dos años se fue de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores creada por el Papa por falta de avances debido a trabas del Vaticano, no quedó satisfecha con estas palabras. "Se trató de un discurso decepcionante, nada nuevo", reaccionó, al tono con la atmósfera llena de escepticismo que reina en la hoy descreída tierra de San Patricio.
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