El primer año de “Lula 3″: logros, dificultades y un Congreso que promete desafíos para 2024
El presidente brasileño comenzó su tercer mandato con el asalto bolsonarista en Brasilia y lo termina con noticias para celebrar, con la convivencia legislativa como su principal preocupación
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BRASILIA.- En un 2023 tumultuoso, que comenzó con miles de bolsonaristas asaltando las sedes de los tres poderes una semana después de su asunción, Luiz Inacio Lula da Silva llega al fin del primer año en su tercer ciclo como presidente de Brasil con motivos para celebrar.
El veterano izquierdista, de 78 años, culmina con logros económicos, dos reformas consideradas prioritarias aprobadas en el Congreso y avances en la política ambiental, reflejados en la caída de la deforestación en la Amazonía.
“Ningún cientista político pudo imaginar que llegaríamos [a fin de año] en la situación promisora en que estamos. Brasil creciendo, el desempleo cayendo, el país volviendo a ser respetado en el mundo”, se jactó el mandatario en la última de las habituales entrevistas semanales en su canal en redes sociales.
No obstante, el gobierno de Lula mostró ambigüedades tanto en las áreas económica y ambiental, como también dificultades en la convivencia con un Congreso cada vez más empoderado, una relación compleja que genera, según analistas consultados por LA NACION, incertidumbre sobre el futuro de ambas agendas y, al mismo tiempo, se presenta como el principal desafío para 2024.
La fuerza y el capital político que suelen tener las administraciones en el primer tramo de su mandato no permitió que el Ejecutivo dictara el ritmo al Congreso, cada vez con mayor poder para ejecutar el presupuesto público.
Por eso, pese a prometer mayor peso femenino en el gobierno, Lula despidió a dos ministras mujeres y una presidenta del banco estatal Caixa para abrigar a políticos del denominado “Centrao” -antigua base parlamentaria del expresidente Jair Bolsonaro (2019-2022)-.
“Tuvo que hacerlo por la nueva realidad del Congreso, la Cámara de Diputados y el Senado ganaron un poder que no tenían. Si no hace esos acuerdos, se inviabiliza el gobierno”, dijo Paulo Baia, profesor de Ciencias Políticas la Universidad Federal de Río de Janeiro.
La alianza de Lula con el presidente de Diputados, Arthur Lira, fue decisiva para la aprobación en diciembre de la reforma tributaria, que simplificará por primera vez desde la última dictadura militar el enmarañado sistema de impuestos al consumo de la mayor economía de Sudamérica.
Diferentes gobiernos habían intentado avanzar con la reforma, que promete aliviar las cargas en inversiones y exportaciones, apalancando en más de 2 puntos el crecimiento del PBI hasta 2032.
Pese a esa compleja aprobación, que se sumó a la de una nueva regla fiscal que reemplazó el techo de gastos, el gobierno tuvo dificultad para componer una base parlamentaria sólida, en un Congreso de mayoría conservadora.
El ejecutivo sufrió derrotas sensibles, como el vaciamiento de atribuciones de los ministerios de Pueblos Originarios y de Medioambiente y el derrumbe de vetos a una polémica ley que limita la demarcación de tierras indígenas.
Sin una “marca”
Un informe de la consultora Vector Research mostró que la tasa de aprobación de proyectos del oficialismo fue de sólo 27%, el porcentaje más bajo para el primer año de una administración desde 1995.
“La gestión de la coalición gubernamental no fue de las mejores, a diferencia de sus otros dos gobiernos. Eso dificultó la aprobación de proyectos en el Congreso, y el próximo año, con elecciones municipales, no será fácil”, aseguró Leandro Cosentino, politólogo y profesor del Insper de Sao Paulo.
El gobierno concluye el 2023 con una evaluación positiva de 38%, según la consultora Datafolha. La cifra es menor a la del mismo período en su primer mandato (41%) y los de los expresidentes Fernando Henrique Cardoso y Dilma Rousseff, aunque superior al de su antecesor, Bolsonaro (29%).
“Lula ‘3′ es un gobierno reactivo a la gestión pasada (de Bolsonaro), pero no pensó cómo ser una gestión más propositiva”, opinó Marina Pontes, analista de la consultora Prospectiva en Brasilia.
La analista destacó que el gobierno no tuvo hasta ahora “una marca de gestión”, a diferencia de los gobiernos 1 y 2 de Lula, caracterizados por “crecimiento económico expresivo y edición de programas sociales inéditos”. “Eso genera la pregunta: ¿cuál es la cara de este gobierno?”, agregó Pontes.
Lula relanzó programas sociales como el Bolsa Familia y apostó por la reedición del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), un ambicioso plan de obras por el que pretende invertir 340.000 millones de dólares hasta 2026, amparado por una economía que proyecta cerrar el año con un crecimiento de 3%, una inflación bajo control y el desempleo en la mínima desde 2015 (7,5%).
Del otro lado de la moneda, se espera una desaceleración para 2024, mientras economistas estiman que el gobierno tendrá problemas para equilibrar las cuentas públicas y llegar al prometido déficit cero, en especial ante la necesidad de avanzar con medidas que prevén aumentar la recaudación resistidas por el Congreso.
Medio ambiente y política exterior
En el plano medioambiental, la deforestación en la Amazonía cayó a la mitad entre enero y noviembre con respecto a los 11 primeros meses de 2022, argumento clave en la agenda verde con la que pretende recuperar el prestigio internacional de Brasil.
La contracara fue una disparada en la deforestación del Cerrado, la mayor sabana tropical del planeta rica en biodiversidad, donde la tala avanza con el corrimiento de la frontera agrícola. Además, el presidente dio luz verde para que Petrobras comenzara en diciembre a perforar en el noreste de Brasil, en una región próxima a la desembocadura del Amazonas.
La agenda internacional fue prioritaria. Lula pasó más de dos meses (62 días) en el exterior, en 15 viajes que lo llevaron por 24 países, incluidas las participaciones en las cumbres del G7 en Japón y de los Brics en Sudáfrica. El mandatario brasileño aseguró haber cumplido el objetivo de “recuperar la imagen de Brasil”.
Pero esas acciones se vieron opacadas por declaraciones polémicas en conflictos internacionales, como cuando atribuyó a Rusia y Ucrania la misma responsabilidad por la guerra.
“Brasil volvió a tener un protagonismo importante, pero no cogió los frutos que podría haber obtenido porque mantuvo por momentos las lentes de la ideología para mirar la política externa, en dirección contraria a como lo hacía Bolsonaro”, ponderó Consentino, que citó como ejemplo la ausencia en Buenos Aires del propio Lula y su vicepresidente para la asunción de Javier Milei.
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