El poder de Sendero Luminoso: la guerra que aún perdura en el corazón del valle peruano
Las fuerzas oficiales sostienen que la cúpula de la guerrilla se esconde en Vizcatán del Ene, una zona a merced del narcotráfico; milicias terroristas estarían replegadas en la zona del Vraem
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LIMA.- Fuentes del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas confirmaron que integrantes de Sendero Luminoso asesinaron hoy al menos a 14 personas que se encontraban al interior de un bar ubicado en el centro poblado San Miguel del Ene, en la jurisdicción de Vizcatán del Ene, provincia de Satipo, en el departamento de Junín.
Vizcatán del Ene es una de las localidades del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) una zona geopolítica en Perú, declaradas en emergencia, pues registra tránsito constante de terroristas al servicio del narcotráfico.
El inicio de la erradicación de hoja de coca en los caseríos de Mazamari, en Junín, ha encarnizado la lucha de los gremios asentados en esa parte de la selva central que da acceso al Vraem. Estos primeros días de conflicto entre cocaleros y policías han dejado 15 heridos, pero también habrían sido aprovechados por el terrorismo para dejar en evidencia su presencia.
Días atrás algunas zonas de Mazamari amanecieron con pintas alusivas a Sendero Luminoso (la hoz y el martillo). La policía ha descartado que los autores fueran terroristas infiltrados entre los agricultores, y atribuye el hecho a delincuentes que buscan sembrar pánico en medio de las protestas. Sin embargo, en su informe anual sobre terrorismo en el mundo, el Departamento de Estado de los Estados Unidos remarcó esta semana que Sendero Luminoso es una amenaza vigente en la zona.
A casi siete horas de Mazamari está Pichari (Cusco), el centro logístico de las fuerzas del orden en el Vraem y punto de entrada al sector más convulso de este valle: el distrito de Vizcatán del Ene. En Pichari, habitual epicentro de paros cocaleros, no hay tensión por ese lado. El Gobierno decidió todavía no empezar con la erradicación en las selvas de Cusco y Ayacucho. La atención policial y militar aquí está enfocada en el despliegue terrorista a lo largo de Vizcatán del Ene (Junín). El coronel PNP Óscar Arriola, jefe de la División de Investigación de Terrorismo Regional de la Dircote, traza un primer panorama así: “Las huestes de Sendero están en Vizcatán del Ene pero viven encapsuladas, tienen mucha dificultad para expandirse”.
A partir de información aportada por exterroristas que ahora cooperan con la policía, el oficial sostiene que a lo largo del Vraem hay unos 440 integrantes de Sendero Luminoso, entre hombres, mujeres, niños y ancianos. Vizcatán del Ene, como núcleo de la subversión, alberga a la fuerza senderista principal, es decir, 30 terroristas dirigidos por Víctor Quispe Palomino, alias ”José”, y a ocho columnas de 12 miembros que forman campamentos itinerantes por todo el distrito.
La Dircote estima que el 33% de la droga elaborada en el Vraem (donde hay más de 20 mil hectáreas de cocales) transita por Vizcatán del Ene. Ahí Sendero resguarda los laboratorios de producción de cocaína y las rutas del narcotráfico. Además, cobra por las arrobas de hoja de coca y los kilos de droga que entran y salen. Vizcatán del Ene es el bastión económico de Sendero Luminoso, pero quizá su único fortín.
Para el especialista en temas de narcotráfico y seguridad pública Pedro Yaranga, Sendero Luminoso ha demostrado una gran debilidad en cuanto a sus planes de expansión fijados hacia el bicentenario. Para entonces, la organización terrorista había previsto volver a conformar al menos un comité regional pero no ha podido y, remarca, lo único que consigue es fortalecerse en Vizcatán del Ene rompiendo con su consigna de respetar la vida del campesino. “Es una acción desesperada: obligan a que la gente los apoye y cometen asesinatos selectivos por presunciones”.
Este ha sido el caso de los centros poblados Valle Hermoso, Valle Manantial, Alto Mantaro y Unión Fortaleza, donde al menos nueve dirigentes vecinales fueron asesinados por Sendero Luminoso en los dos últimos años. El diario El Comercio ha ido reportando cada caso. La Dircote maneja una información similar pues así figura en los balances de acciones senderistas, denominados “Campañas y contracampañas”, incautados en diversas operaciones contraterroristas.
La tesis policial indica que Sendero no avanza porque ya no convence con su ideología, y que por eso las columnas terroristas han ido desarrollando en los pueblos de Vizcatán del Ene el llamado “trabajo político”: empadronar a los comuneros, imponer reglas de apoyo, designar a sus colaboradores o informantes, y desplazar a los contrarios a su orden. Una siniestra modalidad que remite a los peores a años de la guerra contra la subversión en el Perú: de 1980 al 2000, Sendero Luminoso causó el desplazamiento interno de unos 600 mil peruanos. La Dirección de Desplazados y Cultura de Paz del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables registra que desde aquel periodo el terrorismo no producía una movilización tan grande como el que ha ocurrido entre el 2018 y este año. Al menos 60 familias se habrían desplazado de Vizcatán del Ene por temor a ser asesinadas.
Pero el alcalde del distrito, Alex Atao, indica que a su municipio no ha llegado información sobre hostigamientos terroristas, que este año no hubo ningún desplazamiento de campesinos y que lo que hay en Vizcatán del Ene son solo disputas limítrofes entre poblaciones. Opina Atao que los comités de autodefensa tienen derecho de hacer uso de escopetas, y que a ello estarían referidas las denuncias sobre movimiento constante de grupos armados en las comunidades. En suma, un conjunto de eufemismos con los que el alcalde parece edulcorar una situación por lo menos grave. Algo similar sugirieron las declaraciones del ex ministro de Defensa, Jorge Moscoso, a fines de setiembre, luego de que este El Comercio informara sobre el desplazamiento de 25 familias del caserío Unión Fortaleza por el amedrentamiento terrorista. Moscoso refirió que era un tema “totalmente acotado” y perpetrado por “un grupo reducido de delincuentes terroristas” que van a centros poblados e “interactúan con la comunidad”.
Fortín inexpugnable
De los 7923 km2 que abarca el Vraem, Vizcatán del Ene ocupa 607.90 km2 y es uno de los sectores del valle con más quebradas y bosques. Una ubicación estratégica para el despliegue terrorista y su lucha contra las fuerzas del orden, por el conocimiento al detalle que tienen las columnas de las zonas y climas. El coronel Arriola detalla que además de sectores rocosos, de ríos crecidos y lluvias torrenciales, Sendero Luminoso se vale de una suerte de mirador, instalado en las partes montañosas más altas, desde donde puede avizorar aeronaves, patrullas o todo lo que se pueda mover en un radio aproximado de kilómetro y medio. “Eso hace muy complejas las operaciones”, subraya. Pedro Yaranga anota que de los 440 senderistas que habría en el Vraem, al menos 300 están provistos de fusiles y que esto torna la guerra en el valle aún más compleja.
Las pesquisas de la policía antiterrorismo dan cuenta de que las columnas armadas en Vizcatán del Ene están encabezadas actualmente por los alias “Fernando”, “Chato Mendoza”, “Leonardo”, “Olga” y “Vilma”, y que ninguna permanece más de tres horas en las comunidades durante cada incursión. El servicio diario en los pueblos controlados corresponde a sus colaboradores mimetizados entre los campesinos. Yaranga no cree que algún colaborador esté adherido a la causa de Sendero Luminoso por convicción, sino para mantener sus chacras o poseer las parcelas de coca que el terrorismo les entrega por dar información. “Señalan a sus vecinos y avisan si hay movimiento militar, pero solo los mueve la presión o ambición”, dice.
La arremetida de Sendero Luminoso en los pueblos de Vizcatán del Ene atiende, básicamente, a su necesidad de subsistir. Los colaboradores deben conseguir alojamiento, armas y los alimentos e indumentaria que las columnas requieren para sus despliegues. También medicinas para los terroristas que urgen de tratamiento constante. Actualmente, esta sería una de las demandas más urgentes de Sendero. En enero último, un informe de inteligencia del Ejército dio cuenta del deteriorado estado de salud de los niños y ancianos que integraban las columnas. Arriola apunta que la anemia y la tuberculosis son los males que mayormente aquejan a los senderistas en el Vraem, y que la extrema crueldad de sus cabecillas los lleva a asesinar a quienes padezcan enfermedades difíciles de ser tratadas dentro del valle cocalero.
El pasado 30 de agosto, una patrulla integrada por policías y militares halló los cadáveres de cuatro adultos y dos niños que habían pertenecido a una columna de Sendero Luminoso. Las investigaciones arrojaron que los seis eran terroristas enfermos y que habían muerto a manos de sus mismos compañeros, por orden de Víctor Quispe Palomino. Todos estaban enterrados en las faldas de un cerro al que los terroristas llaman “Pucañahui”, en el noreste de Vizcatán del Ene. La denominación que tiene aquel lugar de sacrificios y entierros es una especie de homenaje a Eleachín Huamaní León (alias “Julio Pucañahui”), veterano mando militar de Sendero a quien se le atribuye haber desaparecido varias comunidades nativas. La Comisión de la Verdad y Reconciliación estima que el terrorismo ha aniquilado al menos 30 comunidades asháninkas y asesinó a unos 6000 indígenas.
La Dircote aproxima que el 80% de senderistas en el Vraem quiere huir, pero no puede. “Viven atemorizados por la extrema crueldad de los cabecillas, están secuestrados psicológicamente”, asegura el oficial. Este breve análisis lo desprende de las cruentas narraciones de los que pudieron dejar las filas terroristas y hoy están del lado de la ley. Uno de los relatos, por ejemplo, dio cuenta del asesinato de alias “Pacho”, a quien Víctor Quispe Palomino desapareció para ser pareja de su esposa, “Marleny”. Otro, fue sobre “Lucio”, un joven al que el cabecilla de Sendero Luminoso mató al parecer solo porque demostraba ser intelectualmente superior a él.
Los testimonios que ha recogido la Dircote hablan además de varias senderistas degolladas por resistirse a los vejámenes sexuales de los hermanos Quispe Palomino. Aunque el caso de ajusticiamiento más terrible narrado por quienes huyeron de las tropas terroristas quizá sea el de “Eloy”. Ocurrió hace dos años cuando por segunda vez intentó abandonar Vizcatán del Ene. “Eloy” fue detenido por las huestes de los Quispe Palomino en el caserío Unión Mantaro; después lo quemaron vivo, atado en un árbol, durante una reunión de columnas armadas.
“Ni los muchachos que han nacido en el monte, en el fragor de la guerra, quieren seguir. Solo hay miedo, amenazas; pero más allá, nada”, puntualiza Pedro Yaranga.
¿Repliegue estratégico?
En el plano bélico, por el momento, parece haberse roto el crudo ciclo de ataque y defensa entre el terrorismo y las fuerzas del orden, en el Vraem. Luego de la captura de Hugo Sixto Campos Córdova, alias “Julio Chapo”, y el asesinato de “Miguel Bomba”, sanguinarios mandos senderistas que integraban la columna que abatió a tres militares en el centro poblado Valle Manantial, todo ha seguido con cierta calma.
La lectura de Yaranga es que Sendero Luminoso no ha podido reponerse de la detención de “Julio Chapo”, quien debido a su jerarquía dispone de información clave. Dice que ese golpe habría provocado un repliegue estratégico de la organización subversiva para recomponer sus filas y contraatacar, posiblemente, durante las elecciones de enero próximo.
Para la Dircote, Sendero ha ido debilitándose en el Vraem tal como ocurrió en el Huallaga. “Ahí atacaban menos cada vez, pero estamos preparados para todo”, declara el coronel Arriola.
Todo esto lleva a una pregunta impostergable: si Sendero está encapsulado, diezmado por importantes bajas y con un alto porcentaje de terroristas que quieren dejar la organización, ¿Cómo se debe enfrentar la amenaza terrorista en un territorio hasta ahora inexpugnable? jefe de la División de Investigación de Terrorismo Regional de la Dircote anota que esto es objeto de estudio y planificación constante. Se trata de un lugar en que, afirma, cientos de hombres no podrían controlar una pequeña porción de selva, pero sí lo podría hacer un grupo menor con inteligencia militar y policial integrada. “En ese camino vamos. Sabemos quiénes son y dónde están”, dice. “Y en ese camino vamos”, repite.
El Comercio (Perú)
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