El PMDB, ante el desafío de reinventarse en un ambiente partidario marcado por las fracturas
RÍO DE JANEIRO.-El comentario espontáneo del juez del Supremo Tribunal Federal (STF) Luis Roberto Barroso sobre la falta de alternativas políticas en Brasil -"¡Mi Dios: ésa es nuestra alternativa de poder!", en referencia a los políticos del Partido del Movimiento Democrático Brasilero (PMDB)- refleja la perplejidad que genera el actual momento político. Y que nadie diga que Barroso, acusado de ser un magistrado afín al Partido de los Trabajadores (PT), hablaba exclusivamente de la oposición.
Más adelante, Barroso dijo que "el problema de la política en este momento es la falta de alternativas; no hay para dónde correr, y eso es un desastre". La afirmación presupone que el gobierno en funciones tampoco sirve. La verdad es que el PMDB enfrenta una encrucijada: si asume el gobierno por pleno derecho, tras el juicio político a Dilma, no sólo sustituirá al PT, sino que tendrá que reinventarse para no repetir los errores que lamentablemente jalonan parte de su historia reciente.
Aunque el partido tenga un ADN democrático que a lo largo de estos largos años de alianza con el PT sirvió para garantizar que los arrebatos autoritarios de su socio no hayan tenido éxito, el PMDB tiene una marca fisiológica muy acentuada, que se revela ampliamente en la intensidad con que sus ministros se aferran a los que podrían ser los últimos estertores del poder del "lulapetismo".
Si el vicepresidente Michel Temer está pensando en armar gobierno trapisondeando cargos, como contrapunto del insultante remate de cargos que promueve el gobierno de Dilma para escapar al juicio político, entonces, estaríamos cambiando seis por media docena, y en el fondo nada cambiaría. En ese caso, da lo mismo que Dilma gane o pierda la batalla en el Congreso, porque el toma y daca de cargos es el mismo.
Si Dilma es destituida, ganaremos en sustancia democrática, ya que quedará definido dentro de las reglas constitucionales que un gobierno no tiene todo permitido, que está limitado por las leyes del país, y que ellas terminan prevaleciendo sobre la lucha política, que pretende confundir los instrumentos de una democracia con los de una dictadura, golpismo con legalidad, mentiras con verdades y populismo con gobierno republicano.
Pero si la alternativa fuese de la misma laya, sólo con el signo cambiado pero con idénticos resultados finales, no habremos resuelto el problema, sino generado uno nuevo. El pueblo seguirá en las calles, insatisfecho con las alternativas políticas que se le ofrecen.
Si los opositores no consiguen los 342 votos que necesitan, quedará un gobierno despedazado, autodestruido por las negociaciones del submundo de la política, y un Congreso más desacreditado todavía.
La ex senadora Marina Silva considera que, después de tantos años como socio del PT, el PMDB no tiene credibilidad para presentarse como alternativa, y defiende un llamado a elecciones anticipado. Aunque me parece que ésa es la mejor solución, no hay vías institucionales para hacerlo; no al menos con la premura que el país exige.
Por eso hace muy bien el senador Aécio Neves, presidente nacional del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), en advertirle a Temer que el gobierno que debe armar es de transición y de carácter no partidario. También el ex presidente Fernando Henrique Cardoso dice que el futuro de Brasil no se construirá cambiando los muebles de lugar. "El precio del acuerdo no puede ser sepultar el caso Lava Jato. Forma parte del proceso democrático brasileño. Si hay abusos, existen tribunales para contenerlos."
Para los líderes del PSDB, el juicio político no es un atajo hacia el poder. Si para llegar de facto al poder Temer se rinde ante la vieja política, que como demuestran los hechos recientes parece ser la especialidad de un PMDB extremadamente pragmático, estaría autoexcluyéndose como alternativa, y el país se encontraría nuevamente desilusionado y a la deriva.
Por el contrario, si aquella foto que le resultó tan chocante al juez del STF es apenas un retrato en la pared y no es un símbolo del futuro del país, podremos albergar esperanzas. El problema es cómo hacer política con mayúsculas en un ambiente partidario fragmentado y clientelista.
Traducción de Jaime Arrambide
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