El plebiscito en Chile y la gran frustración de Gabriel Boric: no pasará a la historia como el líder que quiso ser
Sin ánimo de celebrar tras el referéndum de salida, el presidente izquierdista enfrentará grandes desafíos para el último tramo de su mandato
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SANTIAGO, Chile.- “Pelota al piso, humildad y mucho trabajo”. El presidente de Chile, Gabriel Boric, utilizó una frase futbolera para proyectar lo que viene para el segundo tiempo de su gobierno. Sin ánimo de celebrar la derrota de una propuesta generada del sector más conservador de la derecha, y consciente que no podrá pasar a la historia como el líder que pudo plasmar las grandes reformas, el mandatario intentó rápidamente dar vuelta la página y desde el Palacio de La Moneda abordó los aspectos que hoy les quita el sueño a los chilenos: situación económica y mejoras sociales.
Ese diagnóstico quedó preso de un desfase que el líder del gobierno no supo o no pudo detectar. Desde que llegó al poder, la gran promesa del joven gobernante fue encauzar una nueva hoja de ruta.
Desde su sector contó con el empuje y la inercia que le dio el estallido social de octubre de 2019, un hito que surgió como una reacción masiva frente a un modelo que salvaguardaba las injusticias pero que terminó minimizado y preso de las posiciones más extremas.
Desde la propia izquierda, la incapacidad de sus principales figuras y compañeros de generación de Boric de condenar de manera más enérgica la violencia y no interponerse en el afán de crear una Constitución que tendiera puentes con los sectores más moderados (además de los escándalos que surgieron de la Convención Constitucional), le terminaron pasando la cuenta a todo un sector.
Los chilenos comenzaron a convivir con la inestabilidad política y los problemas de seguridad, y la motivación de generar una nueva Carta Magna pasó a segundo plano. Y la falta de sensibilidad ante ese aspecto, fue amplificando la grieta.
De hecho, en los días previos al referéndum, e incluso durante las últimas 72 horas, el gobierno ha enfrentado graves problemas relacionados con faltas a la probidad, amenazas de acusaciones constitucionales a un ministro y la detención de exfuncionarios por malversación de fondos públicos. Por esa razón, ningún representante del oficialismo salió a celebrar. Más bien, fue una sensación de alivio por no sufrir una nueva derrota electoral, la que hubiese sido la tercera en los 19 meses de gestión.
Derrotas
En esta segunda oportunidad, y antes de jugar cualquier partido, la derecha ya aparecía como ganadora. Mantener la Constitución de Pinochet o implementar un texto mucho más volcado al extremo, significaron aplacar cualquier motivación para un sector derrotado en esa discusión. La promesa de tener una nueva Carta Magna creada en democracia se esfumó el año pasado con el triunfo del rechazo.
La derrota del sistema político también fue un aspecto evidente. Dos propuestas rechazadas dieron cuenta de la incapacidad de ambos sectores de llegar a consensos y buscar puntos de encuentro, se reflejaron en el desgano con el que enfrentó la sociedad chilena esta votación. Más preocupada de las compras navideñas y de los compromisos de fin de año, el hastío se hizo evidente en múltiples dimensiones.
La trampa de la democracia, confiando en que elegir a personas para este objetivo conferiría mayor legitimidad, también quedó reflejada durante estos últimos cuatro años.
Ocurrió con la extinta Lista del Pueblo y los inexpertos que llevaron a la debacle el primer paso, y ocurrió nuevamente con los representantes elegidos del Partido Republicano que no se esforzaron en demasía en proveer de un texto que se diferenciara del legado de Pinochet.
La sensación de los cuatro años perdidos y que no valió la pena nadar y recorrer tanto trecho para morir ahogados en la orilla, creció de la mano del aumento de los problemas que hoy parecen ser los que les quitan el sueño a los chilenos.
Gabriel Boric fue una figura destacada en los movimientos sociales y se hizo fuerte en los albores de la protesta universitaria en Chile. Su postura a favor de una nueva Constitución resonó en los sectores de la población que buscaban cambios significativos en la estructura política y social del país, pero después de cuatro años quedó claro que no capitalizó desde su posición un cambio más sustantivo en la redacción de la nueva Constitución.
Lo que el presidente Boric definió como “pelota al piso” no es más que una proyección de lo que será su mandato en lo que le resta en el sillón presidencial: un gobierno que se dedicará completamente a la administración, con una serie de elecciones entre 2024 y 2025, y que si bien se sacó un peso de encima y terminó desahogado por no recibir una Constitución creada por la derecha, quedará en la historia lejos de cualquier relato épico.
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