El “Pase verde”, el plan con el que Uruguay quiere volver a la normalidad
Mientras el país atraviesa el peor momento de la pandemia, el gobierno prepara también el regreso a la actividad plena
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MONTEVIDEO.- La fachada de uno de los tantos negocios que cerraron en los alrededores de la Plaza Cagancha, en el Centro de Montevideo, está tapizada de carteles que denuncian que el pase verde es “segregación”. Y se lee: “Los vacunados también pueden contagiar”, “un vacunado y un no vacunado son igual de peligrosos”.
A siete cuadras de allí, Nicolás Martinelli -asesor del presidente Luis Lacalle Pou- recibe a El País en el piso 11 de la Torre Ejecutiva. Es martes un rato después del mediodía y él termina de ajustar los últimos detalles del plan piloto de ese pase verde -o como lo bautizaron ahora- “pase responsable”, que se concretaría en la noche del sábado en la sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre. Un proyecto en el que ocupó buena parte de sus horas desde principios de año: el exdirector general de Secretaría del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y hombre muy cercano a Lacalle, es el líder de un grupo de 15 personas que lleva adelante el plan con el que el gobierno pretende dar un poco de luz y ayudar a volver a la normalidad antes de concretar la anhelada inmunidad de rebaño.
Una herramienta que -todo indica- será central en los próximos meses ya que permitiría, por ejemplo, que se celebren conciertos o fiestas en un ambiente más seguro y con el menor riesgo posible de contagios de Covid-19. Donde todos los participantes se hayan realizado en forma previa un test rápido de antígeno, o en su defecto, tengan las dos vacunas y los 15 días posteriores.
Pero Martinelli conoce bien las críticas -eso de la segregación entre vacunados y no vacunados, por ejemplo- y casi lo primero que aclara es que el pase no necesariamente implicará que solo los vacunados puedan entrar a los lugares. Las posibilidades son varias y todo dependerá, en definitiva, de las resoluciones de las autoridades sanitarias y del presidente, insistirá el asesor durante una larga entrevista junto a los referentes del equipo que diseñó el pase verde.
Martinelli tiene el discurso casi grabado en su cabeza, después de dar varias entrevistas en programas de televisión y radio en la última semana. Entonces dice que “esto no es obligatorio” y que se pone a disposición del gobierno una herramienta pero no es para usarla ahora. “La idea es dar pequeños pasos pero seguros”, afirma en una sala con vista a la plaza Independencia. Una ventana está abierta (allá en el fondo se asoman el Palacio Salvo y el Radisson), él se saca el tapabocas y lo pone arriba de la mesa.
En una esquina hay un pizarrón con un esquema armado por el grupo de trabajo. “No vas a entender nada”, avisa Martinelli y tiene razón: son casi que jeroglíficos difíciles de descifrar para el que no está en el tema.
-¿Entonces es pase verde o pase responsable?
-Hubo varios nombres arriba de la mesa: pase responsable, pase verde, pase libre -admite el asesor presidencial-. Todos se manejaron a nivel internacional y no quisimos ser innovadores en ese sentido. Al final quedó “pase responsable” porque va en el sentido de la responsabilidad de cada persona de hacerse el test antes de ir al evento y también la responsabilidad del que lo organiza de cumplir la norma sanitaria de convivencia.
Unos minutos más tarde llegan a la sala las demás cabezas del proyecto que arrancó en marzo: Guillermo Laurnaga -adscripto al ministro Daniel Salinas y militante del sector Todos de Lacalle Pou- y el consultor Ignacio Fornella. El presidente de la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (Agesic) Hebert Paguas faltó a la cita y Martinelli llama rápido a dos miembros del equipo de Salud.uy de la agencia: Cecilia Farro y Mauricio Bouza, y los pone en altavoz para que también cuenten su experiencia.
Pero detengámonos primero en el papel de Fornella porque es clave en esta historia. Es un ingeniero y consultor que hasta octubre vivió en Argentina y que es socio de Raúl Bianchi, el hombre que estuvo a cargo de la logística de la vacunación y que aun hoy es asesor externo del Ministerio de Salud Pública (MSP). Fornella y Bianchi -quien tiene un contrato como adjunto a la Presidencia, según publicó El País el 25 de abril- son socios en el grupo Trúput, que (como se lee en el sitio web de la consultora) se dedica a asesorar empresas en base a la denominada “teoría de las restricciones”.
Fornella es el padre del proyecto.
-¿Usted fue el que presentó el plan a Presidencia?
-Sí, así es -responde Fornella-. Pero ojo que no es solo idea mía lo que estamos aplicando. Yo me dedico a toma de decisiones en empresas. Quisimos colaborar en el manejo de la pandemia y con un grupo de gente empezamos a trabajar en identificar qué era lo que nos estaba restringiendo de tomar mejores decisiones. Identificamos una causa y sobre eso elaboramos el proyecto.
Él, Bianchi y un pequeño equipo de asesores en logística (donde también había una coach ontológica, cuenta) prepararon “una propuesta de valor”. En ese entonces alguien cercano le contó que en el mundo ya existían los test rápidos, que entonces acá ni se conocían.
“¿Cuál es el objetivo del gobierno?”, pregunta Fornella. Y luego se autoresponde: “El bienestar de la gente. ¿Qué precisamos? Actividad económica y salud”. El consultor dice que había un eventual conflicto: “Yo no te dejo venir a mi casa porque no sé si no tenés un virus. Falta saber si, cuando nos juntamos, estamos protegidos o libres de virus. Por eso, este pasó a ser un proyecto de información, precisábamos buena información en el momento de realizar una actividad”.
Y sigue contando, entusiasmado: “Elaboramos, elaboramos, elaboramos y terminamos en un modelo complejo”. Cuando el proyecto estuvo más claro a fines del año pasado, Fornella y equipo se reunieron con el subsecretario de Salud Pública José Luis Satdjian y el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) Isaac Alfie y les “vendieron” la idea de ir abriendo sectores y espacios con el menor riesgo posible, a partir de este pase verde.
Así, la gente ingresaría a un comercio o espectáculo con un estado sanitario conocido y esa información sería instantánea y compartible. “Esa fue la génesis de todo eso”, afirma Fornella, mientras Martinelli lo escucha con atención.
En aquel entonces el asesor presidencial estaba en el Mides y bastante alejado del tema COVID, pero hoy dice que ellos -Fornella, Bianchi y su grupo- “tienen mucha experiencia en trabajo en equipos, ordenar la cancha y dar logística”.
El proyecto fue aprobado y Fornella se puso el tema al hombro como consultor. Martinelli aclara que es “asesor honorario de la presidencia, en esto está por la camiseta y para ayudar al país y porque cuenta con los conocimientos”. Él no lo conocía cuando entró a la presidencia en los primeros días de febrero y dice que ni siquiera sabe a quién vota. No es un cuadro partidario, explica.
Fornella admite sí que tiene “afinidad por las personas que están hoy” en el poder. Y ratifica que, algo raro en el mundo actual, no cobra por el servicio que presta.
Pase verde: paso a paso.
Lo primero que le encargó Lacalle a Martinelli fue trabajar en el discurso del 1° de marzo y lo segundo fue el proyecto del pase responsable: el presidente le dijo que era fundamental pensar en el futuro y le pidió que lo coordinara. Satdjian lo puso en contacto con Fornella: “Me reuní con él, me mostró la herramienta y empezamos a trabajar”, relata el asesor presidencial.
¿Cuál era la meta? Miraban a Israel, donde se diseñó un pase verde que se exige para ingresar a lugares como conciertos, bares, clubes y hoteles, pero también la premisa era -según Martinelli- no generar una diferencia entre vacunados y no vacunados. Al menos no desde el gobierno. Es decir, que el pase pudiera ser utilizado por cualquier habitante. Luego cada comercio, apelando a su derecho de admisión, sí podría generar una diferencia: un promotor privado puede decir que a su concierto solo ingresa gente vacunada.
Las autoridades de la Asociación Rural, por ejemplo, ya adelantaron que a la próxima Expo Prado en setiembre solo ingresarán los vacunados.
“Para abrir las actividades para todos con el menor riesgo posible, es clave testear, porque el vacunado igual puede contagiar y un no vacunado podría enfermarse”, indica Martinelli y aclara que la herramienta se puede modificar según cómo evolucione la pandemia. Fornella agrega que todo parte del sentido común. “Tenemos una herramienta potente y lo vamos a probar”, dice.
Plan piloto
El plan piloto del pase responsable ha recibido críticas de sectores vinculados a la cultura. La Sociedad Uruguaya de Actores y la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, por ejemplo, emitieron un comunicado donde rechazan la experiencia y se quejan porque se enteraron por la prensa: “No entendemos por qué se analiza abrir salas en este momento crítico”. El colectivo Uruguay es música se quejó por no integrar la mesa de trabajo y por no haber sido convocado al piloto en el Sodre.
El MSP jugaría un rol central en todo esto y Laurnaga planificó en marzo tres equipos para encargarse de diferentes tareas: estatus sanitario, la definición de los niveles de riesgo de cada actividad y el diseño de los test de antígeno para su habilitación.
En Agesic, en tanto, empezaron a elaborar una estrategia de cómo encarar el tema a nivel tecnológico. “Por un lado, entender que iba a haber un estatus de las personas según su estado de salud y por el otro los eventos, con un riesgo diferente”, cuenta Farro. “¿Cómo acomodábamos las piezas para el pase responsable, que unifica todo y establece a qué evento puede asistir cada persona según su estado?”.
¿Cómo funciona el plan?
El status sanitario de cada persona y la tabla de ponderación de riesgos de las actividades son las claves de este pase.
El primero define cómo está el ciudadano: inmunizado por la vacuna, si cursó la enfermedad o está enfermo. “Matcheando ese status y el nivel de riesgo de la actividad, se ve quién puede participar en cada evento”, cuenta Laurnaga, adscripto de Salinas.
Cada persona podrá consultar su estatus a través de la aplicación o en gub.uy: allí se obtendrá el código QR para acceder a los eventos. “Igual que hoy obtienen el certificado de vacunas, podrán obtener su pase”, dice Farro. También podrán imprimirlo y llevarlo en papel. Eso porque “es un formato de transporte de información”, explica Bouza de Agesic, y agrega que se busca acceder a toda la población.
¿Y qué pasa con quiénes no quieren tener la aplicación, no tienen celular o internet? “Como el pase será necesario, se deberá generar un canal presencial para tener ese código QR. Eso es cuestión de decidirlo”.
La tabla, mientras tanto, define varios niveles para las actividades: muy alto, alto, moderado o de bajo riesgo. Lo que se exigirá para cada evento o sitio dependerá de ese nivel. ¿Y cómo se cataloga a cada actividad? En esa tabla hay diferentes preguntas y cada respuesta positiva es un punto que suma para el nivel de riesgo.
Las preguntas son: si al evento acudirá gente de varios departamentos o de otros países, si incluirá un número significativo de participantes con mayor riesgo de enfermedad grave (como personas mayores de 65 años), si durará menos de una hora o más de una hora, si se tomará alcohol, si cantarán, si habrá interacción entre personas, si habrá contacto físico, si el lugar es cerrado, si no es ventilado, si habrá menos de 50 participantes, entre 50 y 200 o más de 200.
Luego se cruza el nivel de riesgo y el status del ciudadano. “Entonces vos definís: a una actividad de muy alto riesgo pueden ingresar solo personas vacunadas y que se les haga el test de antígeno y sea negativo”, dice Laurnaga. En actividades de menor riesgo, por ejemplo al aire libre, quizás solo se exija la vacunación y no el test, especula el funcionario.
El futuro.
Lo que no se sabe aún es cuándo entrará a regir el plan, pero la lógica indica que se esperará a que haya una baja en la cantidad de casos y muertes diarias, para promover un regreso a la normalidad. Martinelli se ataja y dice que eso lo define Presidencia y el MSP. “Lo nuestro es probar esta herramienta, testearla y ponerla a disposición”, afirma el asesor.
¿Y cuánto durará cada pase? Para los que tienen las dos vacunas y los 15 días posteriores, la extensión será por seis meses. “Eso es lo que seguro dura la inmunidad. Podrás hacer cualquier actividad donde se pida el pase por seis meses”, dice Martinelli. Pero el pase durará tres meses para los que cursaron la enfermedad y por lo tanto tienen anticuerpos. ¿Y los que no se vacunaron ni se enfermaron? “Se deberán hacer un test cada vez que quieran ir a una actividad donde se exija el pase sanitario”, indica el asesor. Ahí no hay vuelta.
Respuesta a las críticas
¿Es arriesgado que el gobierno hable de pase verde en el peor momento de la pandemia? A Nicolás Martinelli ya le hicieron esa pregunta varias veces y tiene la respuesta preparada. “La crítica sería lógica si yo anuncio que mañana lo voy a implementar. Pero nosotros estamos testeándolo. Por eso se llama plan piloto. Lo estamos probando para ver si funciona, qué pasa con los tiempos, la logística. Es para eso”, dice. Y pregunta: “¿Cuándo querés empezar a hacerlo, entonces? Supongamos que en tres meses baja el nivel de contagios y podemos aplicar una herramienta así, ¿recién ahí empezamos a trabajar y se tira todo dos o tres meses más para adelante? No, nosotros tenemos que anticiparnos y, cuando llegue el momento de usar la herramienta, ya tenerla pronta y no ponerse a pensar en ese momento. Lo están haciendo varios países de Europa y los resultados son muy auspiciosos”.
Martinelli asegura que esta herramienta es “una luz de esperanza al final del túnel” porque se puede aplicar incluso sin llegar a la inmunidad de rebaño. Entonces da cifras internacionales que se sabe de memoria: en París hubo un gran evento con cero contagio, en Barcelona 5000 personas y seis contagios, en Londres 500 personas y cero contagio.
Fornella, el ideólogo, se mete en la conversación y apunta: “Tenés que pensar para qué hacemos esto. Es para dar bienestar. Queremos tener desafíos pero no cometer desatinos. Hacemos, probamos y funciona. Esto es para volver de a poco a la normalidad, con responsabilidad, tanto de parte de la actividad y del ciudadano. Podemos ir gradualmente abriendo e incluyendo más actividades”. Entonces hace una pausa y avisa: “Mirá que esto es muy por la positiva. No es para poner en riesgo ni para dejar afuera a nadie”.
Seis preguntas y respuestas
1) ¿Quién va a poder utilizar el pase responsable en el futuro? Un emprendimiento que quiera aumentar su aforo actual podrá apelar al pase. “Si un restaurante quiere tener un aforo de 80% y el Ministerio de Salud Pública lo autoriza, tendrá que aplicar el pase responsable”, dice el asesor de Presidencia Nicolás Martinelli. Allí se abren dos opciones: una es que el comercio tenga dos lugares diferentes (afuera para no vacunados y adentro para vacunados, por ejemplo) o que pida un test de antígeno para los no vacunados.
2) ¿Qué son los “puntos de cuidado”, conocidos por la sigla POC? Ahí la gente irá a hacer el autotest o test rápido, que demora unos 15 a 20 minutos. Se busca que sea una red lo más amplia posible: farmacias, laboratorios, emergencias móviles y los prestadores. En esos lugares cargarán al sistema la información con el resultado del test y se generará un código QR. El autotest es el que se hace el propio usuario, pero aún no hay ninguno validado por el Ministerio de Salud Pública. Hay un par que están en proceso administrativo para la eventual aprobación. Las farmacias requieren modificaciones normativas para que allí puedan hacerse hisopados (en el caso del autotest, serán solo fiscalizadores). Los POC, dice el consultor Ignacio Fornella, son fundamentales en el sistema porque quieren tener “muy buena información sobre el estado de salud de las personas”
3) ¿Cuál será el costo de los test? Los más baratos serían los autotest. Si bien aún no hay ninguno en plaza a la venta, Nicolás Martinelli dice que las farmacias les aseguran que no tienen interés de lucro y que los pondrán a precio de costo. Estiman su valor en torno a los 500 pesos. En el caso de los test rápidos, que requieren de un profesional, el costo podría variar entre 500 y 1.000 pesos. ¿Es posible financiarlos para aquellos que no lo puedan pagar? “Está arriba de la mesa”, dice Martinelli, la posibilidad de subsidiar los test a colectivos vinculados a la cultura y eventos. Pero eso no ha sido definido.
4) ¿Se podrán aplicar también en comercios como bares u hoteles? La herramienta está preparada para aplicarla en cualquier actividad, dicen desde la presidencia. Cecilia Farro, de Agesic, explica que se hizo “100% parametrizable” para acompañar los cambios que puedan ir sucediendo. “Se ajusta por un lado o por otro las condiciones para acceder al evento, se configura. Si en un mes cambian las condiciones, la herramienta queda configurada en cinco minutos para la nueva situación. Esa es la potencialidad que tiene”, indica la funcionaria.
5) ¿Siempre se exigirá tapabocas en los espectáculos? “Por ahora los pilotos en el mundo han sido con tapabocas porque siempre hay un mínimo margen de error. Es lo conveniente”, afirma Martinelli. Pero luego aclara que en el futuro, con un alto porcentaje de la población inmunizada, “se puede pensar en actividades sin tapabocas, sobre todo si solo entran personas vacunadas”.
6) ¿Cuáles son los siguientes pasos, tras el plan piloto ejecutado ayer en el Sodre? Se proyectan otros pilotos para seguir testeando el pase en eventos diferentes. Puede ser en un casamiento donde la dinámica cambia, “la gente canta, baila, se abraza” y hay otro nivel de riesgo, admite Martinelli. También podría ser un gran concierto masivo y al aire libre, coordinado con los promotores de eventos, con una logística mucho más grande. “Está todo puesto arriba de la mesa para estudiar”, indica el asesor.
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