El pasado jihadista de los rebeldes reaviva los peores temores de Occidente sobre el futuro de Siria
Hace tiempo que a los gobiernos de Occidente los preocupaba “un éxito catastrófico” si las milicias islamistas tomaban el control de Siria; pero los analistas dicen que los rebeldes han cambiado
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WASHINGTON.- Hace una década, cuando un collage de milicias rebeldes amenazaba con tomar la capital de Siria, los gobiernos extranjeros, desde Washington hasta Medio Oriente, se vieron obligados a evaluar una estremecedora posibilidad: que el eventual colapso de la brutal autocracia siria terminara con el ascenso de algo todavía peor.
Por entonces, Estados Unidos y sus aliados estaban volcando miles de millones de dólares para armar y equipar a los rebeldes prodemocracia que luchaban para tumbar al presidente Bashar al-Assad. El problema era que las milicias que representaban la mayor amenaza para Damasco eran lideradas por religiosos ultraortodoxos dispuestos a convertir Siria en un califato islamista.
¿Y si Al-Assad cae y es reemplazado por grupos a los que Washington considera terroristas?, se preguntaban por entonces los analistas internacionales. A ese potencial escenario le pusieron un nombre: “éxito catastrófico”.
Y ahora que el grupo rebelde sirio Hayat Tahrir al-Sham (HTS) tomó Damasco por asalto, la pregunta que recorre los pasillos de los servicios de inteligencia de todo el mundo es la misma de aquel entonces.
La victoria de los rebeldes terminó con el reinado de un líder sirio que usaba gas venenoso y bombas de barril para asesinar a miles de sus propios ciudadanos y también fue un golpe mortal para las ambiciones territoriales de Irán y Rusia. Pero la agrupación combatiente que ahora gobierna Damasco también tiene un pasado tormentoso e históricos vínculos tanto con Estado Islámico como con Al-Qaeda. Desde Jerusalén y Amán hasta Washington y París, los gobiernos observan con preocupación cómo Siria va quedando en manos de una facción que Estados Unidos ha clasificado oficialmente como “organización terrorista extranjera”.
Y si bien HTS asegura que ha cambiado, algunos de los vecinos de Siria siguen desconfiando.
“Puede que hayan evolucionado, pero en esencia la ideología es la misma”, dice el funcionario de un gobierno de Medio Oriente que habla bajo condición de anonimato para poder referirse a cuestiones militares.
Los funcionarios norteamericanos y de Medio Oriente reconocen que la situación en Siria es profundamente diferente a la de hace una década. Según una amplia gama de analistas y expertos en temas sirios, HTS también ha cambiado, no sólo en su retórica sino en sus acciones, al menos con su aceptación pública inicial de tolerancia y libertad religiosa en las zonas que fue ocupando. Pero la crisis se desenvuelve en un remolino de incertidumbre y no está para nada claro si las declaraciones reformistas de HTS son genuinas.
La ofensiva de HTS en las ciudades más grandes de Siria dejó dudas sobre cómo gobernaría el país si llegaba a ocupar el poder. Tampoco dejó en claro si otros grupos armados explotarían el colapso del gobierno sirio para ocupar nuevos territorios. Entre los posibles beneficiarios de la crisis actual está Estado Islámico, que tiene células en las localidades desérticas del centro y este de Siria.
La respuesta a esos interrogantes puede tener un importante impacto en la seguridad de los vecinos de Siria y de los cientos de militares norteamericanos desplegados en bases del sur y el noreste del país. Pero las consecuencias podrían ser aún más serias para los ciudadanos sirios en general, incluidos los 14 millones de personas —más de dos tercios de la población del país— que se vieron desplazadas de sus hogares o viven como refugiados en otros países, y para muchos otros que después de 13 años de conflicto simplemente no dan más.
“Ya no estamos en 2014, y hoy los grupos no son los mismos”, apunta Charles Lister, director del programa sobre Siria del Instituto para Medio Orientes, un centro de estudios con sede en Washington. “A pesar de la preocupación por algunos de los grupos que lideran esta avanzada, a los sirios de a pie la idea de un cambio inminente no necesariamente los espanta, porque hasta hace apenas 10 días no veían la luz al final del oscuro túnel en el que viven”.
Un “cisne negro” que casi nadie vio venir
Durante años, la opinión generalizada era que la guerra civil de Siria estaba congelada. en En 2015, después de estar al borde caer ante el embate de una avalancha de milicias rebeldes, Al-Assad fue rescatado por Rusia e Irán, que involucraron a sus propios ejércitos para asegurar la supervivencia de su crucial aliado.
La mayor de las facciones laicas y prodemocracia contaba con el respaldo de Estados Unidos, que intentó inclinar la balanza proporcionando entrenamiento militar y grandes cantidades de armas y municiones en el marco de un programa encubierto de la CIA conocido como “Timber Sycamore”. En parte, el objetivo de esa ayuda era impedir el ascenso al poder de grupos islamistas radicalizados como Estado Islámico (el “éxito catastrófico” que temían los funcionarios norteamericanos a principios de 2015).
Con el tiempo, sin embargo, el bando rebelde pasó a estar dominado por los islamistas. Entre ellos se encontraba un poderoso grupo vinculado a al-Qaeda conocido entonces como Frente Al-Nusra, que hoy, tras numerosos intentos de rearmarlo, se llama HTS.
El Frente Al-Nusra fue uno de los principales objetivos de los aviones de guerra rusos y de los miles de combatientes iraníes y de Hezbollah que en 2015 lanzaron una ofensiva para expulsar a los rebeldes de las principales ciudades de Siria. En 2016, los iraníes colaboraron con el asedio de Alepo, que estaba en manos de los rebeldes y quedó prácticamente destruida por los combates.
Tras la retirada de Al-Nusra, la situación quedó en un incómodo punto muerto: las fuerzas de oposición apoyadas por Turquía controlaban una estrecha zona de contención en la frontera norte de Siria, los combatientes kurdos respaldados por Estados Unidos dominaban las provincias orientales, y los rebeldes islamistas, ya liderados por HTS, se replegaron a un pequeño enclave cerca de la ciudad norteña de Idlib. Más allá de alguna escaramuza ocasional, así quedaron las líneas divisorias durante años. Mientras tanto, Rusia, Irán y Hezbollah construyeron bases militares en Siria para asegurarse de que Al-Assad nunca pudiera ser sacado por la fuerza del poder.
Para Al-Assad las cosas empezaron a complicarse, casi inadvertidamente, tras el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023 y los consiguientes combates entre Israel y Hezbollah. Al diezmar la cúpula de Hezbollah y destruir gran parte de su capacidad militar, Israel también dinamitó un pilar esencial de la infraestructura de seguridad de al-Asad mientras sus otros apoyos, Irán y Rusia, estaban distraídos con sus otros problemas, como la guerra en Ucrania.
A pesar de las señales de advertencia, los expertos en Siria admiten que sobreestimaron la estabilidad del muro defensivo que protegía a Al-Assad, que se fue erosionando silenciosamente durante todo este año, hasta el día en que un revitalizado HTS decidió darle un empujoncito y sacarlo del poder.
El final de Al-Assad llegó con una velocidad asombrosa. A primera hora del domingo, y apenas nueve días después del inicio de la avanzada, los rebeldes habían tomado el control de Damasco y Al-Assad había huido del país con destino a Moscú.
¿Un nuevo tipo de ejército rebelde?
Todo indica que HTS ha evolucionado mucho desde aquellos días de temor a un “éxito catastrófico” de los rebeldes. En 2015, el grupo antes conocido como Frente Al Nusra había cambiado de nombre y renegado de cualquier vínculo con el Estado Islámico, su “casa matriz”. En 2016, su líder, Abu Mohammed al-Golani, también rompió públicamente con Al-Qaeda y otros grupos extremistas islámicos.
Los analistas dicen que desde entonces Golani ha tratado de cultivar una imagen más moderada y tolerante, y de erradicar de su enclave, a veces brutalmente, a los partidarios del Estado Islámico y a los extremistas presentes dentro de su propia organización.
De hecho, en los últimas dos semanas y mientras su ejército avanzaba hacia Damasco, Golani se esforzó por mostrarse como un reformista ante la opinión pública de Occidente y concedió entrevistas a la cadena CNN y al diario The New York Times.
“Nadie tiene derecho a eliminar a otro grupo”, dijo Golani sobre las minorías étnicas y religiosas de Siria en la entrevista con CNN emitida el viernes. “Son sectas que han coexistido en la región durante cientos de años y nadie tiene derecho a eliminarlas”.
Golani incluso sugirió que podría disolver su propia organización para construir un nuevo gobierno que representara a todos los sectores de la sociedad siria.
“Nosotros estamos hablando de reconstruir Siria”, dijo Golani. “Y en ese diálogo, HTS es simplemente una de las partes y puede ser disuelto en cualquier momento. No es un fin en sí mismo, sino un medio para enfrentar a este régimen”.
Las agrupaciones defensoras de los derechos de los sirios dicen en su bastión de Idlib y en las ciudades recientemente conquistadas, Golani en general ha cumplido su promesa de moderación, permitiendo la libertad de culto y que las mujeres asistan a la universidad.
De todos modos, varios analistas norteamericanos y de Medio Oriente dicen no estar convencidos de las afirmaciones reformistas de Golani.
La verdadera naturaleza e intenciones de HTS tal vez sigan sin estar claras durante semanas, o incluso meses. Y para entonces, dicen los analistas, Golani y los suyos ya podrían estar firmemente arraigados en el poder.
Por Joby Warrick y Ellen Nakashima
Traducción de Jaime Arrambide
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