El Partido Republicano sigue rendido a los pies de Trump: desplazó a Liz Cheney en el Congreso
Los republicanos en la Cámara de Representantes la removieron de su cargo en la cúpula de la banca partidaria; será reemplazada por una congresista leal al exmandatario
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WASHINGTON.- Donald Trump volvió a dejar claro que sigue manejando los hilos del Partido Republicano desde su retiro en Mar-a-Lago, su resort en Palm Beach. Atentos a los deseos del magnate, los republicanos en el Congreso despojaron a Liz Cheney de su cargo en la cúpula partidaria en la Cámara de Representantes. El pecado político de Cheney: defender los resultados de la última elección presidencial, y rechazar las infundadas denuncias de fraude masivo de Trump y sus aliados.
“No me sentaré y miraré en silencio mientras otros llevan a nuestro partido por el camino que abandona el Estado de Derecho y se une a la cruzada del expresidente para socavar nuestra democracia”, dijo Cheney, anoche, al brindar un discurso en solitario en la Cámara baja del Capitolio, cuando su suerte ya estaba echada.
“Debemos decir la verdad. La elección no fue robada y Estados Unidos no falló”, afirmó.
El desplazamiento de Cheney terminó de atar al Partido Republicano a las denuncias jamás probadas de fraude masivo de Trump, que el resto del país considera un ataque directo a la democracia.
Trump y sus aliados en el Capitolio habían desplegado una ofensiva sin reparos para reemplazar a Cheney, congresista por un distrito de Wyoming, de la cúpula republicana en el Congreso, una disputa que tiene como trasfondo la gran discusión que ha signado al antaño partido de Abraham Lincoln y Ronald Reagan desde al año pasado: la acusación, falsa, de que el presidente Joe Biden ganó la elección presidencial gracias a un fraude masivo.
Trump nunca aceptó su derrota, a pesar de que los resultados de la elección fueron avalados por las legislaturas estatales, el colegio electoral, el Congreso –en una votación dividida– y en la Justicia: más de 60 tribunales federales y estatales, incluidos muchos jueces designados por Trump, rechazaron las denuncias de fraude. El Departamento de Justicia, durante la presidencia de Trump, tampoco encontró evidencias de un fraude masivo. Aun así, Trump aún sostiene que le robaron la elección.
Desde Mar-a-Lago, Trump había dejado en claro que quería la cabeza de Cheney.
“La belicista Liz Cheney, a quien prácticamente no le queda apoyo en el Gran Estado de Wyoming, continúa diciendo, sin saberlo y tontamente, que no hubo fraude electoral en las elecciones presidenciales de 2020 cuando, de hecho, la evidencia, incluidas las aprobaciones legislativas, como lo exige la constitución de Estados Unidos, muestra exactamente lo opuesto”, dijo Trump, en un comunicado difundido por su oficina de prensa, perpetuando lo que en Estados Unidos ha pasado a llamarse “la gran mentira”.
La votación para desplazar a Cheney se hizo en un encuentro a puertas cerradas en el Capitolio. El presidente de la bancada republicana, Kevin McCarthy, aliado de Trump, lideró una votación a viva voz que permitió ocultar las disidencias internas: los congresistas quedaron librados de tener que estampar su nombre a favor o en contra de Trump.
“Debemos avanzar con la verdad”, dijo Cheney, luego de la votación, al hacer declaraciones a la prensa. “No podemos abrazar la gran mentira y abrazar la constitución”, remarcó.
McCarthy ya tiene a la reemplazante de Cheney, quien ocupaba el tercer cargo más alto en la cúpula partidaria. Se trata de la congresista de Nueva York Elise Stefanik, devota trumpista.
Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney, era un ícono del establishment republicano, una figura poderosa y respetada en el partido hasta que cayó en desgracia por defender los resultados de la elección en la que Biden derrotó a Trump. Su desplazamiento volvió a dejar al descubierto el enorme cambio que ha sufrido el Partido Republicano desde la irrupción de Trump, y terminó de avalar la “gran mentira” como un pilar de la plataforma partidaria. Los líderes partidarios se han mostrado convencidos de que no pueden enfrentarse al magnate, a menos que estén dispuestos a arriesgar la fractura del partido.
Dos declaraciones del senador por Carolina del Sur, Lindsey Graham, dan cuenta del giro forzado por Trump en el Partido Republicano. En 2016, Graham advirtió que si el partido nominaba a Trump “sería destruido”. Ahora Graham dice que el partido necesita a Trump para sobrevivir. “No podemos crecer sin Trump”, dijo recientemente.
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