El Papa pidió “verdad, justicia, libertad y respeto a las personas, incluso los arrestados” para superar la grave crisis política de Venezuela

ROMA.- En su tradicional saludo para el Nuevo Año al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, en el cual suele hacer un repaso de la geopolítica mundial, el papa Francisco no ocultó este jueves su preocupación por “la grave crisis política” de Venezuela, donde hoy la oposición convocó a una masiva marcha de protesta contra el régimen de Nicolás Maduro, que asumirá mañana el poder en medio de una nueva ola represiva.

Aunque el Papa evitó mencionar lo anterior, aseguró que la crisis de Venezuela “podrá ser superada sólo con la adhesión sincera a los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, a través del respeto a la vida, a la dignidad y a los derechos de cada persona —incluidos los de quienes han sido arrestados a causa de los sucesos de los últimos meses— gracias al rechazo de cualquier tipo de violencia y, deseablemente, al comienzo de negociaciones de buena fe y finalizadas al bien común del país”. En esa frase, “quienes han sido arrestados a causa de los sucesos de los últimos meses”, pudo haber sido una alusión tácita a la detención del gendarme argentino Nahuel Gallo; su madre, de hecho, en una misiva le pidió ayuda, según trascendió hace unas semanas.

Como había hecho en su mensaje navideño, el Papa se mostró asimismo inquieto por las situaciones en el continente americano, de Haití, Bolivia, Colombia y Nicaragua, “donde la Santa Sede, que está siempre dispuesta a un diálogo respetuoso y constructivo, sigue con preocupación las medidas adoptadas con respecto a personas e instituciones de la Iglesia y hace votos para que a todos sean garantizados adecuadamente la libertad religiosa y los demás derechos fundamentales”.

Tras haber inaugurado el 24 de diciembre pasado el Jubileo de 2025, cuyo lema es la esperanza, el Papa habló de la urgente necesidad de una “diplomacia de la esperanza”, en un mundo azotado por numerosos conflictos y también por la persistencia de execrables actos de terror, como los ocurridos recientemente en Magdeburgo, Alemania o en Nueva Orleans, Estados Unidos. Tras advertir de la “amenaza cada vez mayor de una guerra mundial”, hizo un fuerte llamado “al diálogo con todos, incluidos los interlocutores que se consideran más ‘incómodos’ o que no se estiman legítimos para negociar”.

El discurso

En un discurso amplio -que fue leído por un colaborador porque aún arrastra un resfrío, según se excusó al principio-, Francisco, de 88 años, confió que su deseo para este 2025 es que “toda la comunidad internacional se esfuerce ante todo en poner fin a la guerra que desde hace casi tres años baña de sangre la afligida Ucrania y que ha causado un enorme número de víctimas, incluso muchos civiles”. “Algunos signos alentadores se vislumbran en el horizonte, pero se necesita todavía mucho trabajo para poner en pie las condiciones de una paz justa y duradera, y para sanar las heridas infringidas por la agresión”, dijo.

“Del mismo modo renuevo mi llamada a un alto el fuego y a la liberación de los rehenes israelís en Gaza, donde hay una situación humanitaria gravísima e innoble, y pido que la población palestina reciba todas las ayudas necesarias”, añadió. “Mi deseo es que israelíes y palestinos puedan reconstruir los puentes de diálogo y de confianza recíproca, a partir de los más pequeños, para que las generaciones venideras logren convivir, en paz y seguridad, en ambos estados y Jerusalén sea la ‘ciudad del encuentro’, donde convivan en armonía y respeto cristianos, judíos y musulmanes”, subrayó.

En un discurso pronunciado en la espectacular Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico ante los embajadores de los 184 países con los que las Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas –entre ellos el embajador argentino Luis Pablo Beltramino-, condenó, por otro lado, “las crecientes expresiones de antisemitismo”, así como “las numerosas persecuciones contra varias comunidades cristianas”.

Además, consideró “inaceptable” hablar “de un presunto ‘derecho al aborto’ que contradice los derechos humanos, en particular el derecho a la vida”. “Toda la vida debe protegerse, en cada momento, desde su concepción hasta la muerte natural, porque ningún niño es un error o es culpable por existir, así como ningún anciano o enfermo puede ser privado de esperanza o ser descartado”, recordó.

Al subrayar que las instituciones multilaterales ya no son capaces de garantizar la paz y la estabilidad y que muchas necesitan ser reformadas, resaltó que “cualquier reforma debe basarse en principios de subsidiariedad, solidaridad y en el respeto de una soberanía paritaria de los estados, mientras duele constatar que existe el riesgo de una ‘monadología’ y de la fragmentación en like-minded clubs, que sólo dejan entrar a quienes piensan del mismo modo”.

En este contexto, subrayó que, a pesar de todo, “no han faltado ni faltan signos alentadores, allí donde existe la buena voluntad de encontrarse”. Y mencionó al Tratado de paz y amistad entre Argentina y Chile, firmado en la Ciudad del Vaticano el 29 de noviembre de 1984 -cuyo 40 aniversario se celebró hace unos meses- que, “con la mediación de la Santa Sede y la buena voluntad de las partes, puso fin a la disputa del Canal de Beagle, demostrando que la paz y la amistad son posibles cuando dos miembros de la comunidad internacional renuncian al uso de la fuerza y se comprometen solemnemente a respetar todas las reglas del derecho internacional y a promover la cooperación bilateral”. Mencionó, como otro signo positivo, la reanudación de las negociaciones para volver a la plataforma del acuerdo sobre el programa nuclear iraní, “con el objetivo de garantizar un mundo más seguro para todos”.

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