El papa Francisco aceptó la renuncia de un influyente cardenal acusado por abuso y sorprendió al designar a su sucesor
Nombró al frente del Dicasterio para los Obispos, un puesto clave, a Robert Prevost, prelado estadounidense que trabajó veinte años en Perú, de su misma línea reformista
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ROMA.- En una designación de lo más esperada y considerada clave, el papa Francisco le aceptó hoy la renuncia por límite de edad al cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina y nombró en su lugar a monseñor Robert Francis Prevost, un estadounidense que hasta ahora fue obispo de Chiclayo, Perú.
Se esperaba la salida del cardenal Ouellet, no solo porque detentó el rol durante más de 12 años –había sido designado por Benedicto XVI en 2010-, sino también porque en los últimos meses se vio involucrado en un escándalo después de que fue acusado de abuso por una mujer, a quien luego denunció por difamación.
Pero nadie esperaba la designación en su lugar de Prevost, prelado de 67 años que fue prior general de los Agustinianos y que trabajó casi veinte años en Perú, de los cuales los últimos ocho como obispo de Chiclayo, en el noroeste del país, donde fue designado por el papa Francisco en 2014.
Impulso reformista
La designación de Prevost, sacerdote en la misma línea de Francisco, que fue nombrado al mismo tiempo arzobispo –como indicó el boletín del Vaticano-, es vista como una nueva confirmación del impulso reformista del pontificado actual, que cumplirá en marzo diez años.
Aunque se esperaba un reemplazo de Oullet, considerado papable en el último cónclave, la designación de Prevost al frente del Dicasterio para los Obispos, uno de los “ministerios” más importante del Vaticano porque es el que le aconseja al Papa la selección de los obispos, fortalece a Jorge Bergoglio, con quien comparte la misma visión de Iglesia.
Nacido en Chicago en septiembre de 1955, del orden de los agustinianos y con estudios teológicos, Prevost se ordenó en Roma en 1982. Tras un doctorado en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad de San Tomás (llamado el Angelicum) en 1985, se fue a Perú, donde fue primero canciller de la Prelatura Territorial de Chulucanas, luego director del seminario agustiniano de Trujillo y sacerdote de una diócesis de la periferia de esa ciudad. Regresó a Chicago en 1999 tras ser electo como provincial de esa provincia de los Agustinianos, pero poco después, en 2001, tuvo que irse a Roma porque resultó electo Prior General de la Orden de San Agustín, cargo que mantuvo por dos mandatos y un total de 12 años (de 2001 a 2013).
Ahora, después de ocho años como obispo de Chiclayo, presidente de la Comisión para Educación y Cultura del episcopado peruano y miembro de Cáritas de ese país, vuelve a Roma, donde probablemente se vuelva uno de los principales colaboradores de Francisco. Se espera que el Papa lo designe cardenal en el próximo consistorio.
La designación ocurre luego de semanas de sendos ataques de parte del ala conservadora que se opone a las aperturas de Francisco, que pareció quedar sin frenos después de la muerte de Benedicto XVI, papa emérito, el 31 de diciembre, que -como incluso dijo una vez Bergoglio- había significado un escudo de protección para su sucesor. No solo salió un libro de memorias del arzobispo Georg Ganswein, secretario privado de Benedicto, con críticas y lleno de rencor, sino también otro del cardenal alemán Gerhard Muller, exprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con más cuestionamientos y venenos. Sin contar un artículo demoledor que dejó el cardenal australiano George Pell, quien falleció inesperadamente en una operación de cadera a principios de mes, en el que definió el actual sínodo sobre sinodalidad como “una pesadilla tóxica”. También salió a la luz que el influyente Pell, el primer ministro de Finanzas del Papa, había sido el autor anónimo de un “memorando” en vista del próximo cónclave que comenzó a circular en marzo pasado, que tachó al pontificado como “una catástrofe” y un “desastre”.
En una entrevista que concedió a AP la semana pasada, no obstante, Francisco manifestó no estar para nada preocupado. Dijo que prefería que hicieran críticas porque significaba que había libertad, aunque era mejor si se las hacían de frente.
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