El Papa empezó su histórica visita a Irak con una condena al intervencionismo
Pidió dejar de largo las actitudes facciosas y extremistas y trabajar por el bien común y los intereses de todo el país
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BAGDAD.– Un papa argentino, del sur, de una nacionalidad totalmente ajena a las grandes potencias que siempre estuvieron involucradas en esta tierra antiquísima y devastada, se convirtió en el primer papa que pisa Irak.
Francisco fue recibido con alfombra roja, guardia de honor y una ciudad militarizada y vacía por la pandemia de coronavirus, que determinó una cuarentena estricta y un dispositivo de seguridad por la que parecía en estado de sitio. Y enseguida dejó en claro el propósito de su histórica visita a la tierra de Abraham, el patriarca de las tres grandes religiones monoteístas, que tanto había soñado hace más de 20 años San Juan Pablo II.
“No más violencia, extremismos, facciones, intolerancias. Que se dé espacio a todos los ciudadanos que quieren construir juntos este país, desde el diálogo, desde la discusión franca y sincera, constructiva. A quienes se comprometen por la reconciliación y están dispuestos a dejar de lado, por el bien común, los propios intereses”, clamó en su primer discurso en este país de 40 millones de habitantes y de mayoría musulmana chiita.
“Que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí y en todas partes. Que cesen los intereses particulares, esos intereses externos que son indiferentes a la población local. Que se dé voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz”, también pidió.
Sin pelos en la lengua, Francisco aludió así, muy claramente, a las fuerzas externas –que incluyen a Estados Unidos y al vecino Irán, pero que no son las únicas–, involucradas aún políticamente en este país devastado. Un país dividido entre la mayoría chiita y la minoría sunnita, que se detestan, donde una minoría cristiana se siente perseguida, con centenares de milicias proiraníes, bolsones de integristas sunnitas fundamentalistas y que, después de la invasión que derrocó al dictador Saddam Hussein, se hundió en un caos del que nunca logró salir.
“En las últimas décadas, Irak ha sufrido los desastres de las guerras, el flagelo del terrorismo y conflictos sectarios basados a menudo en un fundamentalismo que no puede aceptar la pacífica convivencia de varios grupos étnicos y religiosos, de ideas y culturas diversas”, recordó. “Todo esto ha traído muerte, destrucción, ruinas todavía visibles, y no sólo a nivel material: los daños son aún más profundos si se piensa en las heridas del corazón de muchas personas y comunidades, que necesitarán años para sanar”, agregó.
Lo escuchaban entonces atentamente, en el gran salón circular del Palacio Presidencial, que ostentaba una araña dorada inmensa, el presidente de Irak, Braham Ahmed Salih Qassim, que es kurdo; el primer ministro, Mustafá Abdellatif Mashtat, más conocido como Al-Khadimi, chiita, abogado, experiodista y exjefe de los servicios secretos; y una platea formada por personalidades de la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
En su discurso de bienvenida, el presidente Qassim le agradeció al Papa la decisión, tomada contra viento y marea, de viajar para una visita “religiosa, humana e histórica”, pese a todos los riesgos implícitos.
“Los iraquíes expresan su gran alegría por su presencia, Santidad, como un gran y querido huésped, pese a las recomendaciones de posponer la visita debido a las circunstancias excepcionales que el mundo está atravesando por la epidemia y pese a las condiciones que nuestro país herido está atravesando”, dijo el mandatario. “Superar todas estas circunstancias para los iraquíes multiplica el valor de su visita”, agregó.
Custodiado como una verdadera fortaleza, con bloques de cemento y tanques, el Palacio Presidencial fue inicialmente pensado por el rey Faisal II, jefe de Irak desde 1953 a 1958. Tras el asesinato de este monarca, el Palacio pasó a llamarse “de la República” y era uno de los preferidos de Saddam Hussein para recibir a jefes de Estado. Durante la segunda Guerra del Golfo, que derrotó al dictador, los bombardeos le perdonaron la vida. Y en 2003 es alrededor de este complejo que surgió la denominada green zone, zona verde, el área internacional que hospeda centros gubernamentales y embajadas. Un área que suele ser blanco de cohetes, que también fue sede de la administración provisoria que lideró Estados Unidos después de la invasión de 2003 y que incluso fue embajada estadounidense. En 2009 pasó a estar en manos iraquíes.
En su discurso en este lugar que bien refleja el pasado turbulento del país, Francisco mencionó también el sufrimiento de los yazidíes, minoría que fue víctima “de una barbarie insensata y deshumana”. “Solo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano”, afirmó, en italiano.
“A este respecto, la diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí por milenios es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar”, subrayó. “Hoy, Irak está llamado a mostrar a todos, especialmente en Medio Oriente, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil”, indicó.
En su discurso no obvió los otros dramas que aquejan a Irak: pobreza, desocupación, la “plaga de la corrupción”, los abusos de poder y la ilegalidad. Reconoció los pasos adelante dados últimamente para tratar de poner las bases de una sociedad democrática, aunque puntualizó que “es indispensable asegurar la participación de todos los grupos políticos, sociales y religiosos, y garantizar los derechos fundamentales de todos los ciudadanos”.
“Que ninguno sea considerado ciudadano de segunda clase”, sentenció, al aludir tanto a las discriminaciones que sufre la minoría cristiana como la yazidí e incluso la sunnita.
Luego de recordar el rol decisivo de la comunidad internacional para que haya paz en este rincón del mundo crucial, finalmente, como ya hizo en otras ocasiones, reiteró que “la religión, por su naturaleza, debe estar al servicio de la paz y la fraternidad. “El nombre de Dios no puede ser usado para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión”, sentenció, en palabras dirigidas claramente a los sectores fundamentalistas que aún desangran esta tierra.
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