El Papa canonizó al cardenal Newman y a "irmã Dulce", la primera santa brasileña
ROMA.- En medio del sínodo sobre la Amazonia –asamblea de obispos en la que se discute el rol evangelizador de las religiosas en territorios remotos-, el Papa canonizó hoy a cuatro mujeres –entre ellas Dulce Lopes Ponte, la primera santa de Brasil- y al cardenal John Henry Newman, una figura muy conocida en la Argentina por el colegio que lleva su nombre, teólogo y sacerdote anglicano que se convirtió al catolicismo en el siglo XIX.
Según expertos, no fue casual la elevación al honor de los altares de Newman (1801-1890) en medio de un sínodo en el que se debaten temas que dividen a reformistas y conservadores. De hecho, los escritos de este académico e intelectual versaron sobre temas cruciales como la evolución de la doctrina y sobre cómo la Iglesia puede implementar una reforma auténtica en diálogo con su tradición. "Vivir es cambiar" y "ser perfecto es haber cambiado muchas veces", escribió Newman.
Las otras mujeres elevadas al honor de los altares fueron la italiana Giuseppina Vanini (1859-1911) y la india Mariam Theresia Chiramel Mankidiyan (1876-1926), fundadoras de congregaciones que ayudan a los pobres, al igual que la brasileña Dulce Lopes Ponte; y la suiza Margarita Bays (1815-1879), una laica.
En una jornada primaveral, de sol radiante, el Papa presidió el rito de la canonización en una misa solemne en la Plaza de San Pedro junto a sacerdotes, obispos y cardenales ante 50.000 fieles venidos desde todo el mundo. Entre ellos,varios argentinos, ex alumnos y rugbiers del colegio Cardenal Newman llegados especialmente para el evento.
Para evitar encontrarse con el Papa después de haber criticado duramente al sínodo sobre la Amazonia, el gran ausente a la ceremonia fue el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que para la canonización de "irmã Dulce" -la primera santa brasileña y conocida como la "madre Teresa" brasileña por su cuidado de los pobres-, envió en su lugar a su vice presidente, el ex general Hamilton Mourau. Presidieron las demás delegaciones el príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra y el presidente de Italia, Sergio Mattarella, entre otros.
Como es tradición, después de que fueron leídas breves biografías de los nuevos santos - cuyas imágenes podían verse en tapices colgados en la fachada de la Basílica de San Pedro- y se oyeron las litanías entonadas por el coro de la Capilla Sixtina, el Papa leyó en latín la fórmula de canonización. Acto seguido, un aplauso de la multitud coronó la proclamación de los nuevos santos, que el Papa invitó a seguir como ejemplos por haber "caminado en la fe".
"Tres son religiosas y nos muestran que la vida consagrada es un camino de amor en las periferias existenciales del mundo", dijo en su sermón Francisco, al referirse a la hermana brasileña Dulce, a la italiana Giuseppina y la india Mariam, que dedicaron sus vidas a los últimos. "Santa Margarita Bays, en cambio, era una costurera y nos revela qué potente es la oración sencilla, la tolerancia paciente, la entrega silenciosa. A través de estas cosas, el Señor ha hecho revivir en ella el esplendor de la Pascua", subrayó Francisco, que consideró todo eso "la santidad de lo cotidiano, a la que se refiere el santo cardenal Newman cuando dice: «El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve. […] El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones, […] con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente»". "Pidamos ser así, ‘luces amables’ en medio de la oscuridad del mundo. Jesús, «quédate con nosotros y así comenzaremos a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás»", agregó el ex arzobispo de Buenos Aires, citando escritos de Newman.
Inspirado por el Evangelio del día sobre los leprosos salvados por Jesús, en su sermón el Papa habló también de la importancia de invocar por su nombre a Jesús, de caminar juntos y de agradecer. "Es así como se acortan las distancias, como se vence a la soledad: no encerrándose en sí mismos y en las propias aflicciones, no pensando en el juicio de los otros, sino invocando al Señor, porque el Señor escucha el grito del que está solo", aseguró. "Necesitamos ser sanados de la falta de confianza en nosotros mismos, en la vida, en el futuro; de tantos miedos; de los vicios que nos esclavizan; de tantas cerrazones, dependencias y apegos: al juego, al dinero, a la televisión, al celular, al juicio de los demás. El Señor libera y cura el corazón, si lo invocamos", indicó.
Francisco subrayó asimismo la importancia de hacernos cargo del que ha dejado de caminar, de quien ha perdido el rumbo: "¿quieres crecer en la fe? ¡Hazte cargo de un hermano alejado, de una hermana alejada!", pidió. Recordó, finalmente, que "agradecer no es cuestión de cortesía, de buenos modales", sino cuestión de fe. "Un corazón que agradece se mantiene joven. Decir: ‘Gracias, Señor’ al despertarnos, durante el día, antes de irnos a descansar, es el antídoto al envejecimiento del corazón".
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