"El panorama es catastrófico": el argentino que lidera las tareas de MSF en el Líbano
Después de una catástrofe como la de Beirut, la lista de tareas que hay que realizar es interminable. Lucas Molfino, el jefe de Misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el Líbano, trabajó anteriormente en Uganda, Liberia, Etiopía, Zambia, Camboya y Mozambique, pero dice que "nunca vio algo así".
"Nunca vi una explosión tan grande en mi vida. El panorama es catastrófico. Media Beirut quedó destruida. Creo que nadie en el Líbano experimentó algo igual a pesar de que vivieron una Guerra Civil", cuenta por teléfono a LA NACIÓN Molfino, un médico argentino nacido en Rafaela, provincia de Santa Fe, que trabaja en MSF desde 2006.
La organización médica y humanitaria internacional es una de las principales instituciones que trabajan en la respuesta humanitaria a la devastadora explosión del martes en el puerto de la capital libanesa, que dejó por lo menos 154 muertos y más de 5000 heridos.
"Lo que hicimos desde un primer momento fue donar equipos médicos y material quirúrgico a los hospitales en la primera línea. Algunos colegas se fueron sumando a los hospitales, que recibieron un gran influjo de pacientes. Instalamos puntos fijos en las áreas más afectadas para hacer curaciones y primeros auxilios. Implementamos una estrategia de salud mental, un pilar fundamental en este tipo de eventos, para brindar atención a las personas afectadas. También repartimos agua y kits de higiene porque las áreas afectadas no tienen agua ni electricidad", explica el jefe de Misión, quien llegó al Líbano hace un año para trabajar principalmente en respuesta a la crisis siria y a ayudar a otros grupos vulnerables por el deterioro de la situación económica en el país.
MSF trabaja en conjunto con el gobierno libanés, la comunidad internacional, Defensa Civil, Naciones Unidas, otras organizaciones internacionales como la Cruz Roja, y un pelotón de asociaciones civiles y ONG locales más pequeñas que cubren distintas necesidades que surgen después de una catástrofe. Defensa Civil y la Cruz Roja, por ejemplo, continúan con las tareas de rastreo entre los escombros, ante las altas cifras de personas que aún siguen desaparecidas.
Además, cientos de ciudadanos salieron a las calles para ayudar con la limpieza, la recuperación de objetos y la reconstrucción. "Es increíble la generosidad del pueblo libanés", añade Molfino. "Las personas se volcaron a las calles y están ayudando en la limpieza de las áreas afectadas, que se llenaron espontáneamente de gente con escobas para remover vidrios y escombros. Es gratificante ver tanta solidaridad en momentos así".
"Yo no pertenezco a ninguna red de voluntarios", comenta a LA NACIÓN Noura El Khoury, una ciudadana libanesa que vive a 15 kilómetros del lugar de la explosión. "Literalmente me presenté ayer en Gemmayze [una de las áreas más afectadas], con una escoba, guantes y máscara para ver cómo podía ayudar. Había un montón de gente limpiando y repartiendo agua y comida".
Según estimaciones del gobierno, al menos 300.000 personas se quedaron sin hogar por los daños ocasionados por la explosión. Molfino cuenta que gran parte de estas personas están alojadas en casas de familiares o amigos, mientras que otros prefirieron permanecer en sus hogares. Sin embargo, Defensa Civil y otros organismos pertinentes aún están evaluando las estructuras de las casas que no fueron completamente destruidas por seguridad.
"Hasta el momento hemos ayudado a 332 hogares afectados y familias. La fase uno ‘Limpiar las ruinas’ está casi completa. Mañana comenzaremos la fase dos, ‘Escanear las áreas afectadas y recolectar datos’", dice a LA NACION Ralph Saade, uno de los creadores de la iniciativa social Rebuilt Beirut que opera a través de voluntarios y donaciones para ayudar a reconstruir los hogares y cubrir las necesidades de las familias afectadas.
Al desastre ocasionado por la explosión se suman la severa crisis política y económica que atraviesa el país y la pandemia de coronavirus. "Hay tres crisis al mismo tiempo", explica el jefe de Misión de MSF y añade que aunque el sistema sanitario ha sufrido las consecuencias del deterioro económico y del brote actual, se ha mostrado muy resiliente.
Aunque el Líbano registra tan solo 5951 casos de coronavirus y 70 decesos, ha alcanzado picos máximos de nuevos contagios en los últimos días. "En un primer momento el gobierno tuvo una respuesta muy buena. Entre cuarentenas y estrategias de prevención se pudo controlar el número de casos. Pero en este momento estamos en una segunda fase donde ya prácticamente tenemos transmisión comunitaria", señala Molfino.
De hecho, en las decenas de grupos de ayuda en redes sociales, muchos usuarios han pedido a los voluntarios que lleven mascarilla por temor al contagio.
Rebuilt Beirut, Endless Medical Advantage, Arcenciel, Beit el Baraka son solo algunas de las organizaciones benéficas que ayudan con la recaudación de fondos, donaciones, la limpieza y la reconstrucción, entre otras tareas. La ayuda que reciben no solo proviene de los ciudadanos libaneses, sino que han viajado voluntarios de Estados Unidos, Italia, Noruega, Emiratos Árabes Unidos y otras partes del mundo.
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