La exrepública soviética que teme caer en las garras de Vladimir Putin
La población del país vecino de Ucrania se hunde en el pánico a una invasión del Kremlin, que en Transnistria cuenta con el respaldo de ese enclave separatista y prorruso
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CHISINAU.- Causa pavor también en Moldavia el 9 de Mayo, el día de la victoria de la URSS sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una fecha clave en la que aquí muchos temen que la guerra lanzada por Vladimir Putin contra la vecina Ucrania pueda ampliarse, convirtiendo en un segundo frente del conflicto a esta pequeña, pobre y dividida ex república soviética.
“Esta semana va a ser crucial, puede pasar de todo y si los rusos realmente llegan a Transnistria, Moldavia se va a convertir en el corazón de la guerra y Transnistria, en la clave de su evolución para peor”, asegura a LA NACION Ion Moldovanu, analista político. Transnistria es el enclave separatista prorruso del este de Moldavia que está desde hace días bajo los reflectores del mundo que visitó LA NACION. La gran pesadilla de Moldavia es que Putin extienda la invasión de Ucrania a esta franja de tierra en manos de una autoproclamada república de nostálgicos soviéticos, que nadie reconoce. Y que, con el mismo libreto que utilizó en el Donbass, con la excusa de “defender” al oprimido pueblo rusófono de Transnistria, amplíe su ofensiva a este país de tan sólo 2,5 millones de habitantes donde soplan vientos de guerra sobre una situación política interna al rojo vivo.
“Amigos míos relacionados con el mundo ruso que son fuentes más que confiables me lo advirtieron claramente: saquen de Moldavia a sus seres queridos”, advierte Moldanovu, mientras toma un café en un bar del Boulevard Stefan cel Mare si Sfant, la avenida principal de esta capital marcada por edificios de arquitectura de estilo soviético y grandes parques. El día es primaveral y no hay mucho movimiento porque es un fin de semana largo: mañana, el segundo lunes posterior al Domingo de la Pascua ortodoxa -religión aquí mayoritaria- se celebra el Día de los Difuntos, solemnidad de enorme importancia.
Más allá de este feriado en el que masivamente la gente acude a los cementerios, Moldanovu está convencido de que esta semana es crucial, sobre todo después de los atentados que hubo en Transnistria y las amenazas que llegaron desde Moscú. Allí, hablando por boca de Putin, el general Rustam Minnekayek anunció que las tropas rusas podían estirarse a lo largo de la costa, tomar Odessa (que queda a tan sólo 180 kilómetros de Chisinau), acaparar Transnistria y convertirse en la segunda potencia del mar Negro después de Turquía.
“Puede pasar de todo. Es claro que Putin quiere concentrarse en el sur de Ucrania, a la que quiere aislar comercialmente, dejándola sin salida al mar Negro y que quiere llegar hasta una frontera europea anexando también a Transnistria, que es lo que la mayoría de sus habitantes quiere”, afirma Moldonavu.
La gran pregunta es qué hará Maia Sandu, la primera presidenta mujer electa en Moldavia a fines de 2020, que estudió en Harvard y trabajó en el Banco Mundial, que es abiertamente filo-europea y filo-norteamericana, más allá de los históricos lazos de Moldavia con Rusia.
“¿Cuando los rusos entren en Transnistria Sandu, que es una criatura de Estados Unidos, les dirá a los rusos ‘bueno, quédense con eso’, algo que dará pie a un virtual golpe porque estará puesta en condiciones de dimitir y Moldavia se transformará visiblemente en una zona filorrusa, o asumirá una actitud de contraste, involucrando en forma directa en el enfrentamiento a Estados Unidos?”, se pregunta este analista. En este sentido y en un fiel reflejo de la atmósfera que reina aquí, para él “es un secreto a voces que en las últimas semanas Chisinau se ha llenado de soldados norteamericanos encubiertos, enviados por el Pentágono”. “Moldavia no tendrá más paz”, agrega, moviendo la cabeza y revelando otro detalle: el alcalde de Chisinau, Ion Ceban, que es supuestamente pro-ruso -porque aquí quien es de izquierda es considerado pro-ruso, según explican-, esta semana “se tomará vacaciones y se irá del país”. Otro dato que, según Moldovanu, habla de una inminente degeneración de la situación.
Ilie Cojocaru, periodista moldavo freelance, aunque no cree que Putin vaya a tomar Odessa y que tampoco anexe a Transnistria, coincide en pintar un panorama sombrío. “Somos un país pequeño y pobre y tenemos muchas complicaciones debido a motivos históricos y geográficos por los que estamos divididos entre pro-occidentales y pro-orientales”, explica. “El drama de Moldavia es que tenemos muchas etnias y, gracias a Dios, sólo una religión (cristiana ortodoxa)”, agrega Ilie, con una sonrisa forzada.
De hecho, en esta ex república soviética que tiene un territorio un poco más grande que la provincia de Misiones, los moldavos representan el 65% de la población, los ucranianos el 10%, los rusos, entre el 4 y el 5% y los búlgaros y los gagaúzos (un grupo étnico turco, cristiano ortodoxo, que vive en Gagauzia, región autónoma del sur de Moldavia), respectivamente otro 2%. “En Moldavia los ucranianos y los rusos son filorrusos y aunque los moldavos étnicos en su mayoría son pro-europeos y pro-rumanos, también hay algunos que son nostálgicos de la URSS”, sigue explicando Cojocaru, pintando un cuadro de lo más complejo.
“Somos un país frágil en una región frágil”, admitió hace unos días la presidenta Sandu, que claramente espera guiar a su población hacia Occidente y hacia el sueño de pertenecer a la Unión Europea (UE).
Tanto es así que, aunque no es parte de la UE, la bandera del bloque, azul con sus estrellas amarillas, flamea en todos los edificios públicos de Chisinau al lado de la moldava, azul, amarilla y roja, idéntica a la de la vecina Rumania si no fuera por su escudo nacional con un águila.
Pero hay más complicaciones. Para no traicionar la promesa de neutralidad militar Moldavia, ex república soviética que depende en un 100% del gas ruso, decidió pragmáticamente no pertenecer a la OTAN. Ni siquiera adoptó las mismas sanciones de la UE contra Rusia para no molestar a su proveedor único e imprescindible. En consecuencia, Moldavia es el único país de esta zona de Europa oriental hoy bajo la lupa del mundo que no se encuentra bajo el paraguas de la alianza atlántica. Y que, por otra parte, en las últimas semanas se vio sacudido por el peso de la llegada de 400.000 refugiados ucranianos.
En este virtual caldo de cultivo Rusi (Royal United Services Institute), un think tank británico de defensa y seguridad, cree que Moscú está preparando una campaña del FSB, su servicio de seguridad, para desestabilizar al país en vista del 9 de Mayo. Una fecha que asusta a todo el mundo, en la que al principio se pensaba que Putin festejaría nadie sabe qué victoria, pero en la que ahora se cree que podría anunciar una escalada de consecuencias impredecibles. Podría transformar su “operación especial” en Ucrania en una guerra total que movilizaría a todos los rusos e involucraría a Transnistria y, así, a Moldavia.
“Sí, el 9 de Mayo va a ser un día muy tenso”, reconoce Cojocaru, que cuenta que si bien el Parlamento moldavo aprobó recientemente una ley que prohíbe en este aniversario la exhibición en público de las letras Z y V -símbolos de la invasión de Putin a Ucrania-, así como de la cinta de San Jorge (negra y naranja), utilizada por los seguidores del autócrata del Kremlin y de tradicionales marchas militares, no sólo hubo protestas en el norte de Moldavia, sino que la región autónoma de Gagauzia, en el sur, que es filorrusa, directamente pateó el tablero. Su asamblea local autónoma, de 35 miembros, se rebeló y dos días después aprobó otra ley que autoriza la cinta de San Jorge así como las clásicas marchas militares de la victoria de la Segunda Guerra Mundial.
Los diputados gagaúzos que votaron esa ley, que va en contra de la ley superior moldava, corren el riesgo de ser arrestados. “Como la situación es tensa, la verdad es que yo habría prohibido lo de las letras V y Z, pero para no exacerbar los ánimos, no habría tocado las marchas. Maia Sandu sabía que esto iba a encender los espíritus”, comenta Cojocaru, que admite que, más allá del fin de semana largo, aquí, en Moldavia, hay un ambiente denso. Marcado a fuego por el miedo a lo que vendrá.
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