El otro éxodo venezolano: con sueldos imposibles, los estatales abandonan en masa sus puestos
CARACAS.- Las oficinas de impuestos venezolanas están desiertas, las facturas de servicios públicos no se cobran y faltan maestros, porque los bajos salarios de los funcionarios públicos generan ausentismo crónico y renuncias de cientos de miles.
Después de una larga crisis económica en el otrora próspero miembro de la OPEP, y tras dos años de una reforma emprendida por el presidenteNicolás Maduro , en muchas instituciones estatales se trabaja a una fracción de su capacidad a medida que los empleados con ingresos que apenas alimentan buscan otras formas de sobrevivir.
Ante la caída de personal, las empresas públicas reparan un mínimo de averías y no exigen el pago de facturas de servicios públicos. Los entes que supervisan precios y tributos fiscalizan a unas pocas empresas y los docentes aún activos no trabajan más de 20 horas a la semana, según decenas de sindicalistas y trabajadores consultados.
En Cantv, la mayor telefónica del país que expropió el gobierno en 2007, los sueldos, que se pagan en bolívares, rondan los seis dólares, dijo el trabajador y sindicalista Igor Lira. "¿Ese salario, para qué sirve? Por eso muchos tienen trabajos por fuera", agregó.
La situación presiona más al desempleo y las deficiencias crónicas de los servicios públicos, en un país de 30 millones de habitantes antes del éxodo que causó la crisis.
"Por los bajos sueldos más que renuncias, hay deserciones, empleados que piden vacaciones y no regresan", dijo un empleado retirado del transporte subterráneo. Asegura que los trabajadores reciben unos 10 dólares al mes, y eso explica en parte que con la ausencia de empleados, algunas estaciones del metro abran tarde o cierren temprano.
Detrás del desgano general en las filas del gobierno está la decisión de pagar en bolívares y por debajo del ritmo de la hiperinflación. Los trabajadores estatales dicen que la apatía se volvió particularmente aguda este año cuando muchos más comercios cobran dólares, bajo una crisis que agudizó la pandemia del coronavirus .
Un gerente de la compañía eléctrica de Caracas, también expropiada en 2007, dijo que trabaja como taxista o repartidor y solo una vez por semana asiste a la oficina estatal donde gana cuatro dólares al mes, lo que cobra por uno o dos viajes al día.La mayoría de los trabajadores jóvenes del sector eléctrico prefiere ausentarse, y los que van "a veces costean los repuestos de las unidades que se usan para resolver las fallas", señaló el sindicalista Ángel Navas.
Esa apatía de la "clase obrera" que trabaja para el gobierno se evidenció en el poco apoyo a la campaña electoral y luego en los comicios legislativos de este mes. En los centros de votación hubo baja afluencia y aunque el partido gobernante logró el control del Parlamento, recibió menos votos que en anteriores procesos electorales.
Rómulo Muñoz, un trabajador que lleva 15 años en la empresa estatal de aluminio Venalum, al sur del país, fue uno de los que por primera vez faltó a unas elecciones legislativas con la esperanza de un cambio.
"No fui a votar para acelerar los procesos y que venga un nuevo gobierno", dijo Muñoz, descontento con un salario equivalente a unos 10 dólares por mes. "Cuando eso pase, los trabajadores tendremos beneficios y no necesitaremos de ninguna cajita CLAP (de alimentos) para sobrevivir", dijo.
El rezago salarial no es una medida de última hora. El gobierno lleva tres años autorizando pagos que no cubren el alza de los precios. En noviembre, tras seis meses sin revisión, subió 40% el sueldo de empleados públicos y ese mes la inflación mensual fue 65,70%.
Previo a la cuarentena, en las oficinas públicas los empleados ya no iban todos los días. Luego del confinamiento se fijaron labores por grupos y turnos semanales, pero igual algunos empleados no van. Desesperados, en medio de la cuarentena, maestros, enfermeras y otros trabajadores protestaron contra un gobierno que prometió defenderlos. En octubre hubo 544 manifestaciones laborales, según el Observatorio de Conflictividad Social.
Otros huyen del país o improvisan como María Boyer. Ella dejó su empleo en la estatal de correos y subsiste de cocinar dulces hechos con coco por los que cobra un dólar y llevarlos a clientes en transporte público. "Cuando un día estaba almorzando en la oficina pasta sola, sin queso, renuncié", dijo Boyer. "Así no podía vivir".
Agencia Reuters
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