El odio a la mujer, un motor para el golpe más bajo de la jihad
MANCHESTER.- Al principio parecía ser igual que los otros: aleatoriamente letal, deliberadamente brutal.
En los últimos dos años, los asesinatos en masa adjudicados o alentados por Estado Islámico (EI) se han convertido en una realidad escalofriante en Europa: ataques espontáneos con camiones, bombas y armas de fuego, en París, Bruselas, Niza, Berlín y Londres. La ciudad de Manchester simplemente parece ser el capítulo más reciente de una saga de muerte que se ha cobrado más de 300 vidas.
Pero después están los detalles. Entre otras cosas, el recital de Manchester fue pensado como una celebración del empoderamiento femenino, y muchas de las víctimas fueron mujeres británicas que participaron del evento.
"Ya sabemos que la misoginia está fuertemente arraigada en la visión del mundo del islamismo extremo", dice Shashank Joshi, investigadora del Real Instituto de Servicios Unidos, un grupo de expertos con sede en Londres.
Sobre el escenario se presentaba Ariana Grande, una megaestrella de 23 años que ha adoptado un estilo de "mujer peligrosa", y que es famosa por sus letras en defensa del poder de la mujer y por rutinas de baile que exaltan el cuerpo femenino.
De hecho la canción "Mujer peligrosa" es uno de sus grandes éxitos: "No necesito permiso. Ya tomé la decisión para poner a prueba mis límites". Grande suele presentarse en escena luciendo orejas de gato y lencería. El significado de su actuación sobre el escenario no era ajeno al público presente.
Melissa Mason, de 23 años, y Rhiana Fitzwilliam, de 18, habían viajado desde Cumbria, en el remoto norte de Inglaterra, para verla en vivo por primera vez. Reservaron una habitación de hotel en el centro de Manchester y estaban listas para la aventura, o al menos listas para alejarse unos días de sus trabajos de camareras.
Pero el sentido de independencia que Grande predica con su música les fue robado, según comentan las jóvenes, con un ataque que pareció aprovecharse de su alegría y de su devoción juvenil por una de sus estrellas favoritas. "¿Por qué nosotras?", dice Melissa. "¿Por qué este recital en particular?"
Mientras la policía británica sigue adelante con la investigación de los motivos detrás del ataque, ésas son las preguntas que parecen no tener respuesta clara.
En su comunicado donde se adjudica el atentado, EI no mencionó explícitamente a las mujeres, sino que condenó "un desvergonzado recital en un estadio". Hasta ahora, el atacante -Salman Ramadan Abedi- no parece haber dejado tras de sí ninguna pista lógica sobre la elección de su blanco. Para los analistas, sin embargo, hay una línea clara.
"Si uno relee los primeros textos de los islamistas", dice Joshi, "advierte que la misoginia y la hostilidad cultural suelen ser dos caras de la misma moneda". "Es más", agrega: "Existe una conexión entre elegir como blanco un concierto de estas características y la esclavización de chicas y adolescentes en el norte de Irak".
Para muchas de las mujeres que participaron de la vigilia del martes por la noche en la plaza central de Manchester, la conclusión es esa misma: el ataque contra el recital fue un ataque contra las mujeres.
"Como mujer, me moviliza cuando las víctimas son chicas jóvenes", dice Sue Platt, docente de 52 años de la Escuela de Artes de Manchester. "Es un ataque a la libertad. Hace que la gente tenga miedo de reunirse masivamente."
Para Joshi, la ideología islamista siempre ha usado el odio a la mujer como un punto de partida para acusar a la sociedad occidental por inmoral y "decadente". Esa persecución de la "decadencia", según Joshi, puede notarse en varios "blancos blandos" elegidos desde el 11 de Septiembre: las mesas en la calle de los bares parisienses, la rambla de Niza o una popular discoteca gay de la ciudad de Orlando.
Pero Shahera Khatum, de 22 años, estudiante de Literatura Inglesa de la Universidad de Manchester, dice que la lección que deja el atentado, por devastador que haya sido, es más que clara: "Nadie tiene que sentirse menos empoderado por culpa de esta lacra de gente".
Traducción de Jaime Arrambide