El objetivo final de Vladimir Putin: desarmar los acuerdos que dejó la Guerra Fría
El líder del Kremlin quiere hacer desaparecer las consecuencias en materia de seguridad del colapso de la Unión Soviética de 1991, entre ellas el avance de la OTAN
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LONDRES.- La atención del mundo está puesta en el este de Ucrania, donde hay fuerzas de Moscú dando vueltas. Pero las ambiciones del presidente ruso van mucho más allá: lo que Putin quiere es rediscutir el final de la Guerra Fría.
Más allá de lo que pase después de las maniobras militares de gran escala de las fuerzas rusas y del anuncio de reconocer la independencia de las dos regiones separatistas ucranianas y enviar tropas al lugar, Putin ha dejado en claro que quiere redibujar el mapa de seguridad de la Europa de la Posguerra Fría.
Putin detalló el lunes la lista de sus reclamos y ofensas por el modo en que Rusia fue tratada por Estados Unidos y Europa en los últimos 30 años. “Rusia tiene todo el derecho de tomar represalias para garantizar su propia seguridad”, dijo Putin. “Y es exactamente lo que haremos.”
Su discurso de una hora y sus reclamos a Estados Unidos en el preludio de la crisis revelan hasta qué punto la visión de Putin para el futuro es mayormente un intento de recrear el pasado.
El líder ruso está tratando de impedir una mayor ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuya expansión considera una violación a la seguridad de Rusia y como una parte más de los engaños y promesas rotas de Occidente. Putin quiere que la OTAN retroceda sus límites hasta la década de 1990, antes de que empezara a expandirse desde Alemania hacia el este. Eso implicaría revertir la mayoría de los extraordinarios cambios que sucedieron en Europa en la década de 1990 y desde entonces.
En resumidas cuentas, lo que quiere Putin es hacer desaparecer las consecuencias en materia de seguridad del colapso de la Unión Soviética de 1991, un evento que el líder ruso a descrito en más de una ocasión como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”.
Como en el siglo pasado ocurrieron dos guerras mundiales, el Holocausto y varios desastres más, el superlativo que utiliza Putin es muy revelador, porque refleja lo que él vivió en primera persona en los años 90: el derrumbe de un imperio, la economía en caída libre y la mano mendicante de Moscú extendida hacia Occidente, en medio del caos interno. Y Occidente, mientras tanto, cacareando por haber ganado la Guerra Fría.
Esos años fueron parte de la experiencia personal de Putin, dice Mary Sarotte, profesora de Historia de la Universidad Johns Hopkins. Putin era agente de la KGB y cuando cayó el Muro estaba destinado en Dresden, Alemania. En 1990 fue llamado a Moscú, justo antes del colapso de la Unión Soviética.
Lo que trata de hacer ahora el líder ruso es crear una “zona colchón” alrededor de su país, como ocurría en tiempos soviéticos con los países satélites, dice Sarette, y así abrirse camino por la fuerza hasta la mesa donde se sientan las superpotencias, junto a Estados Unidos.
La mirada de Putin parece apuntar directamente a Estados Unidos, y pasa por encima del hombro de los demás países de la OTAN, revelando lo que realmente piensa: que los asuntos del mundo deben resolverse entre superpotencias, entre ellas, Rusia; que la OTAN es un instrumento de Estados Unidos como el Pacto de Varsovia lo fue para la Unión Soviética, y que sus demás integrantes no cortan ni pinchan, y que Moscú tiene derecho a manejar su propio patio trasero, como lo hacían los soviéticos en su momento.
“Rusia quiere tener poder de coerción: de eso se trata todo esto”, dice Fiona Hill, directora de asuntos rusos y europeos del Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Trump. Los ucranianos no tienen nada que opinar al respecto, y de hecho Putin hasta les negado el estatus de país.
En un extenso ensayo publicado en julio donde busca justificar el reclamo de Rusia sobre Ucrania, Putin dice que los rusos, los ucranianos y los bielorrusos son un solo pueblo, todos hijos del milenario Rus de Kiev, el Estado más grande de Europa en el siglo IX. En su ensayo, Putin le otorga a Kiev, capital de Ucrania, el título de “madre de las ciudades rusas”.
“Para Putin no se trata de un error histórico de solo 30 años, sino de siglos de daños y ofensas infligidas a Rusia, a la Unión Soviética y al Imperio Ruso”, dice Hill.
Durante la Conferencia de Seguridad de Múnich de esta semana, el canciller alemán Olaf Scholz dijo que la historia tal como la cuenta Putin no deja mucho espacio para el optimismo. “El único principio que garantiza la seguridad en Europa es que se acepten las fronteras tal como son”, dijo Scholz.
El relato de Putin
En retrospectiva, dicen muchos funcionarios occidentales, está claro que Estados Unidos y sus aliados manejaron mal las relaciones con Moscú en la década de 1990, y que el triunfalismo tras ganar la Guerra Fría fue excesivo.
“Aunque admito que la diplomacia occidental de la década de 1990 fue arrogante e incompetente, y ahora estamos pagando las consecuencias, eso no justifica que Putin le haga creer al mundo que está a punto de lanzar una guerra”, dice Rodric Braithwaite, embajador británico en Moscú cuando colapsó la Unión Soviética.
Además, dice Braithwaite, Putin no es el único que piensa así. “Lo que dice Putin sobre la humillación del colapso soviético, la ampliación de la OTAN y el íntimo vínculo histórico entre la historia rusa y ucraniana no es idea suya”, dijo Braithwaite. “Hay millones de rusos que piensan y sienten lo mismo.”
Sin embargo, en 1994, Rusia se sumó a Estados Unidos y a Gran Bretaña en su compromiso de “respetar la independencia y la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania” y “abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza” en su contra, una garantía de seguridad que ayudó a persuadir a Ucrania de entregar sus armas nucleares.
Moscú ahora exige que Estados Unidos acepte obturar cualquier expansión de la OTAN, lo que impediría que Ucrania, así como a Finlandia y Suecia, puedan unirse aunque así lo quisieran. Estados Unidos respondió por escrito a esas demandas, pero el contenido de la respuesta no se ha difundido.
Rusia también quiere que las fuerzas norteamericanas y otras fuerzas no nacionales de la OTAN se retiren de los países que se sumaron a la alianza atlántica después de 1997: eso abarca a todos los que estaban bajo la órbita soviética. También pretende el retiro de las armas nucleares que Estados Unidos tiene instaladas en Europa. Y Moscú lo quiere todo por escrito en un tratado, probablemente a sabiendas de que ningún presidente norteamericano lo firmaría, y que en todo caso el Senado se negaría a ratificarlo. Y los primeros en rechazarlo serían precisamente todos esos nuevos aliados de Estados Unidos en la OTAN.
Stephen Fidler
The Wall Street Journal
Traducción de Jaime Arrambide
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