El nuevo vía crucis de Liz Truss: el flamante ministro de Finanzas, ¿aliado o posible sucesor?
Jeremy Hunt no ocultó en el pasado sus intenciones de convertirse en primer ministro, y ahora está frente a una gran oportunidad; la primer ministra aún lucha por su supervivencia política
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PARÍS.- Al borde del abismo, a punto de perder su puesto tras apenas siete semanas de haber asumido, la primera ministra británica, Liz Truss, comenzó este sábado a recorrer un nuevo via crucis: intentar por todos los medios que su flamante ministro de Finanzas, Jeremy Hunt, no termine por arrebatarle el puesto en un tiempo récord.
“Un canciller [ministro de Finanzas] no puede controlar los mercados. Pero lo que sí puedo hacer es mostrar que somos capaces de financiar nuestros proyectos y gastos. Y para ello habrá que tomar decisiones muy difíciles”, afirmó este sábado Hunt en televisión, a menos de 24 horas de asumir su cargo.
Exministro de Relaciones Exteriores y de Salud Pública, Hunt fue nombrado para remplazar a Kwasi Kwarteng, destituido cuando el actual gobierno se sumergió en un vendaval económico y financiero, que terminó desencadenando una crisis política dentro del Partido Conservador. Ese allegado de Rishi Sunak, exministro de Finanzas de Boris Johnson y adversario de Liz Truss en la reciente campaña por Downing Street, tiene por misión corregir el minipresupuesto anunciado el 23 de septiembre por su predecesor y muy mal acogido por los mercados, buena parte del Partido Conservador y la población británica.
Truss no solo tuvo que deshacerse de Kwasi Kwarteng uno de sus mayores fieles, también debió renunciar a reducir a 19% la tasa fiscal a las sociedades, y resignarse a aumentarla al 25% como había previsto el precedente gobierno conservador. Hace dos semanas, frente a la indignación suscitada, incluso en el seno de su propio partido, ya había tenido que abandonar una reducción fiscal para los particulares más ricos.
“Es evidente que ciertos puntos de nuestro minipresupuesto iban demasiado lejos y demasiado rápido en relación a lo que los mercados esperaban”, reconoció Truss el viernes durante una brevísima conferencia de prensa, antes de anunciar que aumentaría los impuestos a las sociedades como lo había previsto el gobierno anterior. También se declaró “absolutamente decidida a mantener su promesa de un crecimiento más fuerte de la economía británica”.
Para Hunt, en todo caso, “hubo errores” en ese plan fiscal, caracterizado por masivos gastos y reducciones de impuestos sin financiamientos claros.
“La primera ministra reconoció [esos errores]. Es por eso que estoy aquí”, afirmó, y precisó que compartía, sin embargo, los ejes “fundamentales” de su proyecto económico.
Pero nadie se engaña. Hace tiempo que el nuevo ministro de Finanzas, un cacique del Partido Conservador separado del gobierno hace tres años, sueña con Downing Street. Por primera vez candidato al puesto en la elección de 2018, cuando hubo que remplazar a Theresa May, llegó segundo detrás de Johnson. Tras la renuncia de este último, Hunt se presentó una segunda vez, y fue eliminado por sus pares conservadores en la primera ronda del 13 de julio. Hoy, tras los tropiezos y la demostrada inexperiencia de la jefa del gobierno, sabe que se encuentra ante la ocasión de su vida.
Sobre todo porque, para muchos analistas, sería un milagro si Truss siguiera en Downing Street a fin de año.
“Creo que existe 50% de probabilidades de que Truss ya no esté en su puesto a fin de mes”, predice Tim Bale, politólogo de la Queen Mary University of London, que recién termina un libro sobre el Partido Conservador después del Brexit, donde estudia el caso de tres primeros ministros (May, Johnson y Truss).
“Tendré que agregar un cuarto antes de publicarlo”, ironiza.
Autoridad dañada
Para guardar la forma, la premier reafirmó el viernes en la conferencia de prensa su credo, centrado en el crecimiento, a fin de hacer del Reino Unido un país “con bajos impuestos, altos salarios y un fuerte crecimiento”. Pero su autoridad quedó hecha pedazos y su capacidad de llevar adelante sus reformas es ahora casi inexistente.
“Creo que Truss no tiene más programa económico”, declaró a la BBC Philip Hammond, que fue ministro de Finanzas durante el gobierno de May.
Hoy, en efecto, la supervivencia de la primera ministra pende de un hilo. Sin embargo, la historia reciente de los tories sugiere que destituir a un líder del partido lleva tiempo. Fueron necesarios dos años entre la semi-derrota de May en las elecciones legislativas de 2017 y su partida de Downing Street. La caída de Johnson tomó seis meses, entre el inicio del escándalo del “partygate”, en diciembre de 2021, y su derrota en julio.
Por otra parte, ¿cómo atreverse a cambiar nuevamente de líder conservador sin pasar por elecciones legislativas generales, como lo pide la oposición laborista y que se anuncian catastróficas para los tories?
“Truss podría sobrevivir porque no creo que el país tolere un nuevo cambio de líder sin elecciones. Y sobre todo no creo que los diputados conservadores, que son los únicos que pueden echarla, estén dispuestos a lanzarse en esa aventura”, reflexiona Hammond.
En ese caso, Truss terminará por mantenerse frente a un gobierno zombi hasta las elecciones generales previstas para fines de 2024, arruinando una vez más las ambiciones de Jeremy Hunt. Y muy probablemente, provocando una y otra vez en el rey Carlos III la misma exclamación de resignación que dejó escapar la semana pasada al recibir a su primera ministra en plena crisis financiera: “Back again. Dear! Oh, Dear!” (¡Otra vez usted! ¡Dios santo!).
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