El naufragio de migrantes en Grecia, una tragedia con centenares de muertos y muchos interrogantes
Las autoridades griegas culpan a los traficantes de lo que podría ser el peor desastre de este tipo; los críticos dicen que el endurecimiento de las políticas migratorias están potenciando el riesgo de más catástrofes humanitarias
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KALAMATA, Grecia.- Al final de una estrecha franja de playa se encuentra el galpón derruido del puerto de Kalamata donde alojaron a los sobrevivientes de uno de los peores naufragios que se hayan producido en Europa en el último decenio.
El interior está atestado de hombres aturdidos, apiñados sobre colchonetas en los estrechos pasillos con una placa identificación alrededor del cuello: vienen de Siria, de Egipto, de Pakistán. Afuera, los familiares que volaron desde distintos puntos de Europa presionan a las autoridades para obtener información sobre los detenidos. Hasta que encuentran una abertura en uno de los laterales del edificio, pispean el interior, y consuelan a los seres queridos que reconocen o preguntan por el destino de los que no logran encontrar.
“Tengo dos hermanos”, dice Odai Altalab, un joven de 35 años que voló desde su hogar en Manchester, Inglaterra. Uno de ellos, Mohammed, está sentado del otro lado de la pared. “Mi otro hermano no sé”, dice Odai. “Esto no puede ser. Nos tienen que decir quiénes murieron.”
Las autoridades griegas ya recuperaron 78 cuerpos y la búsqueda en el mar continúa. Pero algunos de los 104 sobrevivientes que estaban en el Adriana -un bote pesquero de entre 25 y 30 metros de eslora que zarpó la semana pasada del este de Libia con la esperanza de llegar a Italia-, dicen que a bordo había cientos de personas más, incluidas mujeres y niños en la cubierta inferior. La embarcación se hundió en una de las zonas más profundas del Mediterráneo en la oscura madrugada del miércoles.
El hecho de que ese bote sobrecargado haya podido navegar a la deriva tan lejos y durante tanto tiempo para luego hundirse de un momento a otro suscita dudas incómodas no solo en Grecia, sino en el resto de Europa. Los sobrevivientes dicen que un bote de la Guardia Costera griega causó la vuelta de campana de la embarcación cuando intentó remolcarla con una soga.
Por el contrario, las autoridades griegas afirman que ofrecieron ayuda a la nave varias veces, pero que fue rechazada. Cuando regresaron, este vez ante un informe de que el bote tenía una falla en el motor -en aguas internacionales pero dentro del alcance de búsqueda y rescate de Grecia-, desde la cubierta del Adriana también rechazaron el ofrecimiento. Poco después, la embarcación se escoró incontrolablemente y el pánico de los pasajeros, todos sin chaleco salvavida, terminó haciendo zozobrar la nave. El Adriana se fue a pique frente a los ojos de los guardacostas, que intentaron desesperadamente salvar a cuantos pudieron del agua, según el relato de las autoridades griegas.
Aunque los hechos que condujeron al naufragio son todavía confusos, la tragedia deja varias situaciones al descubierto. Casi una década después de su apogeo, y después de desencadenar un auge populista que le cambió la cara a la política en varios países, la crisis migratoria de Europa sigue viva. Tal vez la pandemia haya eclipsado el tema durante un par de años, pero sigue habiendo un número incalculable de personas dispuestas a arriesgarlo todo y subirse a un barco desvencijado con la esperanza de hacer pie en Europa y tener una vida mejor.
También está claro que en estos años Europa fue endureciendo su política migratoria y sus fronteras. A pocos días de celebrarse elecciones en Grecia, el partido mayoritario no ha hecho nada para suavizar las duras medidas contra la inmigración, que desde 2015 se ha reducido en un 90%.
Las autoridades europeas dicen que el verdadero problema no es el endurecimiento de las políticas, sino la despiadada red de traficantes de humanos. El jueves, las autoridades griegas arrestaron a nueve egipcios sobrevivientes que están acusados de causar el naufragio y de tráfico ilegal de inmigrantes. Según el relato de algunos sobrevivientes, los traficantes les negaban comida y agua, al punto que algunos habrían muerto de sed y deshidratación en la cubierta del barco antes del hundimiento.
Pasadas las 11 de la noche del jueves, cuando las luces del puerto tintineaban sobre el agua oscura, la policía subió a los acusados a un vehículo y los llevaron a la cárcel.
Según la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, durante el año pasado murieron casi 3800 migrantes en rutas dentro y desde Medio Oriente y África del Norte. Y este año va camino de ser peor: la agencia informó que el primer trimestre de 2023 fue el más mortífero en el Mediterráneo central desde el año 2017.
Los 78 cuerpos recuperados hasta ahora ya representan el peor naufragio en Grecia desde 2015, pero las fotos del barco tomadas por el helicóptero de la Guardia Costera griega muestran que el número real de víctimas es en realidad mucho mayor.
“Setecientas cincuenta personas”, dijo un sobreviviente llamado Ashraf Al Kayat, de 37 años, cuando le pidieron que estimara el número de personas a bordo, y agregó que en la cubierta inferior había decenas de familias.
Las autoridades creen que ese número es exagerado, pero coinciden en que el número de víctimas es de varios cientos, lo que agravaría el desastre o lo igualaría a las peores catástrofes registradas en la crisis migratoria de Europa, como las que se produjeron frente a las costas de la isla de Lampedusa, en el sur de Italia.
Italia era la gran esperanza de los pasajeros del Adriana.
“Fui yo el que le dijo que fuera a Italia”, dice Zain Mohammed, de 23 años, que vive en Kalamata y es primo de un paquistaní que murió en el naufragio. Zaid dice que su primo quería “mejorar su vida, conseguir un trabajo, y en Italia es más fácil, por las restricciones que hay en Grecia”.
Las voces críticas apuntan contra las duras políticas de Grecia, incluido el abandono ilegal de inmigrantes en el mar, y dicen que han empujado a los traficantes a tomar rutas más peligrosas, aunque en el caso del Adriana los funcionarios de Naciones Unidas creen que el barco simplemente perdió el rumbo y estaba a la deriva.
A través de la abertura en la pared del galpón, Zaid habló con otro paquistaní . “Me dijo que después de la falla mecánica, la Guardia Costera trató de amarrar el bote y entonces el bote se hundió, y que todas las mujeres y los niños estaban en la cubierta inferior.”
Marilena Giftea, de 37 años, vicepresidenta de la Cruz Roja de Grecia, asistió a los sobrevivientes y dice que decenas de ellos relataron que estaban “enlatados como sardinas”, y que la mayoría de las mujeres y de los niños estaban en la bodega.
“Había mucha gente abajo”, dice Giftea. “Estaba atiborrado. Un hombre nos dijo que perdió a 16 personas de su familia.”
Los funcionarios del gobierno griego dicen que el barco probablemente se hundió hasta el fondo del mar, a casi 4000 metros de profundidad, lo que hace inviable su recuperación.
Las autoridades italianas y la agencia de protección fronteriza de la Unión Europea habían alertado a Grecia de la presencia del barco el martes a la mañana, pero las autoridades griegas argumentan que en días anteriores el barco había pasado cerca de Malta y que las autoridades de la isla tampoco hicieron nada. Sin embargo, Grecia dice que el barco rechazó sus repetidas ofertas de asistencia, pero parece haber estado muy dispuesta a aceptar un no como respuesta y dejarle el problema a Italia.
Los activistas que estuvieron en contacto con los pasajeros antes del hundimiento dicen que la situación a bordo era desesperante y que un remolcador amarró la embarcación y desató una ola de pánico entre los pasajeros, haciendo que el barco se alejara.
El vocero de la Guardia Costera griega, Nikos Alexiou, inicialmente negó que un barco de esa agencia hubiera amarrado la embarcación. Pero cuando sus dichos fueron refutados por los informes de los medios, la guardia costera griega reconoció que amarró el barco brevemente para verificar el estado de la embarcación y de sus ocupantes. A continuación, los traficantes o los propios migrantes desataron las cuerdas y la Guardia Costera se alejó, aunque siguió de cerca la deriva del barco.
Tres horas después, el barco naufragó.
Por Jason Horowitz y Niki Kitsantonis
(Traducción de Jaime Arrambide)
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