El mundo según Donald Trump: nuevos "amigos", aliados decepcionados y sorpresas
Los casi cuatro años del primer mandato le alcanzaron a Donald Trump para dejar una marca en la política exterior de Estados Unidos. Estableció nuevas "amistades" alrededor del mundo, tensó los vínculos con los históricos aliados y llevó al máximo la tensión con China. Salió de acuerdos multilaterales clave y se congratuló por un acuerdo histórico en Medio Oriente. Y finalmente, cuando llegó la pandemia del coronavirus, confirmó su mayor legado: Estados Unidos ya no es el líder del "mundo libre".
"A pesar del ascenso de las potencias emergentes, Estados Unidos en 2016 todavía se consideraba a sí mismo como el custodio del sistema internacional. Hoy, ya no aspira al liderazgo global. Bajo la gestión Trump, ha adoptado una orientación estrictamente transaccional, nacionalista, unilateral y proteccionista hacia el sistema internacional, rechazando el ‘globalismo’ y persiguiendo lo que considera una estrategia de ‘Estados Unidos primero’ que busca casi exclusivamente lo que el presidente ve como intereses para el país", señaló a LA NACION Stewart Patrick, director del Programa de Instituciones Internacionales y Gobernanza Global del Council on Foreign Relations, quien dijo que además Washington "ha abandonado en gran medida la promoción global de los derechos humanos y la democracia".
En estas elecciones, Trump, cuya gestión internacional estuvo marcada por una actitud impredecible y unilateral, tiene del lado contrario a un conocedor del mundo. Joe Biden fue presidente de la comisión de Relaciones Exteriores en el Senado y viajó a distintos países mientras era vicepresidente de Barack Obama. Sin embargo, la política exterior no fue un tema central de la campaña, atravesada principalmente por la pandemia, que tiene a Estados Unidos como el país más golpeado del mundo, la economía y las protestas.
"Como presidente, tomaré medidas inmediatas para renovar la democracia y las alianzas de Estados Unidos, proteger el futuro económico de Estados Unidos y, una vez más, que Estados Unidos lidere el mundo", escribió el candidato demócrata en un artículo en la revista Foreign Affairs y propuso organizar una "Cumbre de la Democracia" durante su eventual gestión.
Éxitos y fracasos
Un columnista del diario The Washington Post elaboró una suerte de "boletín" de la gestión internacional de Trump. En varias materias (como cambio climático, Irán, América Latina y "promoción de la democracia") se sacó la nota más baja. Aprobó con lo justo, gracias al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Emiratos Árabes Unidos y Bahrein con Israel. "Como responsable de la política exterior, Trump se ha desempeñado mal, no se ha esforzado por mejorar y no parece importarle la mayoría de los temas", fue la evaluación.
Entre sus mayores errores en términos de relaciones exteriores están la salida del Acuerdo de París, una política fallida frente a Corea del Norte e Irán, una relación errática con Rusia y un distanciamiento de los aliados tradicionales de Estados Unidos. "El mayor fracaso fue sacar a Estados Unidos de la arena mundial como líder y constructor de coaliciones. Este unilateralismo exacerbado debilitó su posición en la arena internacional", evaluó Diego Abente Brun, profesor de la Escuela de Asuntos Internacionales de George Washington University.
Del otro lado, entre los éxitos que se le podrían atribuir están la firma del acuerdo entre Israel y países árabes y el debilitamiento de Estado Islámico, que perdió su territorio y a su líder durante la gestión Trump. Y en cierto punto, "poner la relación económica con China como prioridad en la agenda, aunque de forma no constructiva", según Abente Brun.
"Estados Unidos no ha tenido nada que califique como una aproximación coherente de política exterior desde que Donald Trump se convirtió en presidente. Hemos tenido impulsos, acciones contradictorias, una tormenta de tuits, pero no hay un patrón consistente que explique lo que el país está tratando de hacer en el mundo", opinó Andrew Bacevich, presidente del Quincy Institute for Responsible Statecraft y profesor emérito de Boston University, en una charla virtual con la Universidad Torcuato Di Tella.
En la cruzada contra el multilateralismo, una de las características de su política exterior, el primer gesto de Trump fue retirar a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), un pacto con países de la región Asia-Pacífico para ganar influencia en esa zona frente a China. "Los acuerdos bilaterales son mucho más eficientes, beneficiosos y mejores para nuestros trabajadores", dijo más adelante. También salió del Nafta, por considerarlo injusto para su país, para luego firmar un nuevo acuerdo con sus vecinos, México y Canadá, que entró en vigencia este año.
En 2018, Estados Unidos abandonó el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al que consideró "una organización hipócrita y egoísta". Al año siguiente, comenzó formalmente su retiro del Acuerdo de París, por el que la administración Obama se había comprometido en 2015 a un recorte en las emisiones de gases de efecto invernadero. Y en julio pasado, en plena pandemia, después de congelar el envío los recursos a la OMS, anunció que se iría del organismo, al que acusó de estar bajo control de China. La salida oficial del pacto por el cambio climático está prevista para esta semana, el 4 de noviembre, y la de la OMS, para julio de 2021, por lo que una victoria de Biden podría ser determinante.
"Europa ya no puede confiar en Estados Unidos y debe tomar su destino en sus propias manos", dijo Angela Merkel, entre el enojo y la decepción, en 2018, después de que Trump anunciara el retiro del histórico acuerdo nuclear entre Irán y las potencias mundiales de 2015, en el que Teherán aceptaba limitar su programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones. El presidente republicano decidió reimponer las penas, al tiempo que entró en una escalada de tensión con Irán a comienzos de este año, que tuvo como punto máximo el asesinato de Qasem Soleimani. En este tiempo, el régimen teocrático enriqueció más uranio, pese a la campaña de "máxima presión" del Departamento de Estado. Las amenazas del gobierno norteamericano de abandonar la OTAN, la alianza transatlántica fundada en 1949, y de sacar sus tropas de Alemania colaboraron en la tensión entre Estados Unidos y sus socios.
En una de las fotos más emblemáticas de su gestión internacional, Trump se reunió en tres oportunidades con el controvertido líder norcoreano Kim Jong-un. "Nos enamoramos", llegó a decir el republicano. Esa estrategia, que fue novedosa y llamativa, también parece haber sido poco efectiva. Pyongyang mostró recientemente su misil intercontinental más grande y no pareciera estar avanzando hacia una desnuclearización. Mientras tanto, el mandatario también enfrió sus alianzas en esa zona. Les advirtió a Corea del Sur y Japón que debían aumentar sus contribuciones económicas para mantener a las tropas norteamericanos en su suelo, a pesar de que a la Casa Blanca las necesite por cuestiones de seguridad nacional.
"Restaurar las relaciones con los aliados, en particular las democracias occidentales, será una prioridad para Biden en caso de que sea elegido. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Aunque muchos aliados de la OTAN y socios en el este de Asia, como Japón, Corea del Sur y Australia, darán un suspiro de alivio si Trump es derrotado, también es probable que desconfíen de una administración que ha demostrado ser tan caprichosa en su conducta, y bien podría dar volantazos en otra dirección si algún republicano con ideas afines de Trump es elegido en cuatro u ochos años. Muchos ya han comenzado a cubrirse contra un Estados Unidos impredecible, y parte de ese comportamiento continuará; un ejemplo es la búsqueda de Europa de ‘autonomía estratégica’", señaló Patrick.
Los vínculos con Rusia y China, los principales retadores de la hegemonía norteamericano, también quedaron atados a esa actitud típicamente trumpista.
El mandatario, que estuvo bajo investigación por la presunta interferencia del Kremlin en la campaña de 2016, mantuvo una relación amigable con Vladimir Putin, al tiempo que aumentaba la presión sobre el Kremlin con sanciones. Retóricamente, negó la injerencia rusa en Estados Unidos, presionó al G-7 a volver a incorporar a Moscú y consideró que las noticias sobre el presunto financiamiento del Kremlin a talibanes para que maten a soldados norteamericanos en Afganistán eran "fake news". El próximo desafío será negociar los términos de la extensión del tratado New START, que limita las armas nucleares de ambas potencias y que expira en febrero.
Con China, la relación llegó a un punto de tensión tal que algunos llegaron a aventurar que era el inicio de una nueva Guerra Fría. Lo que comenzó con una guerra comercial (con un acuerdo que no pasó de la fase uno) siguió con disputas tecnológicas, el avance de Pekín sobre Hong Kong, el control del Mar de la China Meridional y las acusaciones de Trump al gigante asiático por el origen del coronavirus. Patrick señaló que este será una de las áreas en las que Biden mantendría una política similar a la de Trump. "Si bien las estrategias y tácticas variarán, el escepticismo sobre las intenciones últimas de China se ha convertido en una preocupación bipartidista en Estados Unidos", dijo.
Esta selección de amigos y rivales por parte de Trump no pasó desapercibida para la campaña demócrata. "Él acoge a matones, como en Corea del Norte y el presidente chino y Putin y otros, y señala con el dedo a todos nuestros aliados. Estados Unidos es solo el 25% de la economía mundial. Necesitamos tener al resto de nuestros amigos con nosotros diciéndole a China: ‘Estas son las reglas. Juegas con ellos, o vas a pagar el precio por no hacerlo económicamente’", dijo Biden en el segundo debate presidencial.
De Medio Oriente a América Latina
Mientras Trump sacó su firma de varios acuerdos, logró en septiembre pasado que tres países estampen la suya en los "Acuerdos de Abraham", que normaliza las relaciones entre Israel y dos países del mundo árabe, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein. "Después de décadas de división y conflicto, marcamos el amanecer de un nuevo Medio Oriente", dijo Trump en la Casa Blanca tras la rúbrica del pacto, para el que jugó un papel clave su yerno y asesor, Jared Kushner. Fue él quien estuvo detrás de la estrecha relación de Washington con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, a partir de la cual Estados Unidos mudó su embajada a Jerusalén y avaló los asentamientos de Israel en territorios palestinos, una decisión que despertó resquemores en la región, y alejó a otro de sus pendientes: el acuerdo Israel-Palestina.
En relación a América Latina, la gestión Trump estuvo marcada por la apatía. Pocos aspectos han despertado algún tipo de reacción del republicano. Uno fue la crisis en Venezuela, ante la cual el mandatario republicano reconoció el gobierno del presidente encargado Juan Guaidó y aceleró la política de sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro. En este punto coincide con Biden, quien también considera como dictador al presidente bolivariano, aunque con una mirada más enfocada en lo humanitario. En relación a Cuba, Trump puso un freno y marcha atrás en el deshielo que comenzó Obama. Y ante el ingreso de inmigrantes indocumentados que llegan desde el sur para escapar del hambre y la violencia, su discurso se centró en la extensión del muro en la frontera con México. En cambio, Biden propone un paquete de ayuda de 4000 millones de dólares para Centroamérica.
Mientras Estados Unidos debe definir quién será su próximo presidente, en el mundo de las relaciones exteriores ya empiezan a pensar en una era post-Trump. "Los principales desafíos serán poner fin a la pandemia global, lidiar con el desafío existencial del cambio climático, restaurar algo de orden en el sistema de comercio global y frenar la proliferación de armas de destrucción masiva. Otra prioridad debería ser la reconsolidación de Occidente, que Trump ha tratado de socavar", opinó Patrick. La pregunta es cuándo comenzará esa nueva era.
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