WASHINGTON.- Abrió los ojos de par en par y se le iluminó la cara con una sonrisa, así que supe de inmediato quién estaba detrás de mí. Hay una sola persona que merece esa mirada de Donald Trump. "¡Ah!", dijo el presidente. "¡Ivanka!"
Ivanka Trump alzó las manos con sorpresa. "¡Uy! Me olvidé de que estaban reunidos", dijo. "Iba de pasada."
La "primera hija" (aunque no la única), se deslizó por el Salón Oval con una polera negra ajustada, pantalones negros, y el cabello rubio torzado sobre la nuca. Era la tarde de un martes, y al parecer Ivanka consideraba vital informarle a su padre, en ese mismo momento, que Siemens se había comprometido a extender su plan de capacitación y entrenamiento a más trabajadores, como parte del programa de desarrollo de la fuerza laboral que impulsa la hija del presidente. También quería recordarle que al día siguiente se reunía por primera vez el consejo asesor del programa, y que Tim Cook tenía pensado sumarse al encuentro.
"A ella le encanta todo eso", dijo Trump, supuestamente a mí, pero sin despegar los ojos de Ivanka. "Y no espera ningún reconocimiento. Es como yo, no quiere nada." Ambos se echaron a reír.
Había intentado durante meses que Ivanka me concediera una entrevista a grabador abierto sobre su vida en Washington y su rol en la Casa Blanca, pero ella se negaba sistemáticamente. Así que me sorprendió recibir una llamada de la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, para decirme que el presidente en persona estaba dispuesto a conversar acerca de su hija. Y en eso estábamos desde hacía 20 minutos cuando Ivanka entró en el Salón Oval.
El presidente ya había sido claro: estaba muy orgulloso de todos sus hijos. "Barron es joven, pero tiene un increíble potencial. Y a Tiffany le está yendo extremadamente bien. Don le está tomando el gusto a la política, y la verdad que es muy bueno. Y Eric lleva adelante el negocio con Don, y también está muy metido en la política. Así que los chicos… los chicos andan bien, muy bien."
Pero a Ivanka –a quien a veces llama "Baby" en reuniones oficiales–, la considera "única", y si hay uno de sus hijos al que considera su heredero natural, es a Ivanka. "Si alguna vez decidiera competir por la presidencia, sería muy pero muy difícil derrotarla", dice Trump. A los 37 años, Ivanka ya está en edad, pero nunca les ha comentado a sus amigos que tenga intenciones de presentarse a elecciones y el presidente dice que a él tampoco le ha manifestado el menor interés de hacerlo.
De todos modos, y aunque su hermano Don Jr. sea la gran atracción en los actos de campaña, al único de sus hijos que el presidente ha considerado alguna vez para un cargo de gobierno es a Ivanka. "Se metió de lleno a ayudar a la gente a conseguir trabajo", dice Trump. "Yo no estaba convencido de que fuese la mejor manera de invertir su tiempo, pero no sabía que iba a tener tanto éxito. Ya logró crear millones de puestos de trabajo, nunca pensé que iba a ser tan exitosa."
Eso de "millones de puestos de trabajo" no es cierto. (La labor de Ivanka como asesora del presidente ha logrado que empresas como Wallmart y IBM se comprometan a brindar oportunidades de recapacitación laboral durante los próximos cinco años, mayormente a personas que ya tienen trabajo.) Pero sí es cierto que cuando se produce alguna vacante en su propio gobierno –algo que ocurre con frecuencia–, en la primera persona que piensa el presidente es en su hija Ivanka. "Nació para la diplomacia", dice Trump. "Le habría ido bárbaro en Naciones Unidas, por ejemplo." Y cuando le pregunto por que no la postuló, contesta: "Me habrían acusado de nepotismo, aunque de nepotismo no tiene nada. Incluso pensé en ella para el Banco Mundial… Le habría ido bárbaro, porque es muy buena con los números."
Y no se queda ahí: "Nunca pierde la compostura. La he visto bajo enorme estrés y tremendas presiones, y siempre reacciona bien. Debe ser algo genético, pero esa es una de sus grandes virtudes". Y agrega: "Tiene una presencia impresionante, se nota en la gente cada vez que ella entra a un lugar".
1. Disciplina y pragmatismo
Su pasada por el Salón Oval no sorprendió demasiado a nadie. Por más que el mundo se haya salido del guión, Ivanka sigue respetando su parlamento a rajatabla. Cuando dirigía su multimillonaria marca de ropa y estilo de vida, trabajaba sin descanso para "cultivar la autenticidad", según sus propias palabras. Su sueño era un mundo lleno de momentos milagrosos y coincidencias extraordinarias, salpicado de carteras en colores pastel y zapatos al tono. "Son muy pocas las cosas que podemos controlar en la vida, pero una de ellas es cómo nos proyectamos", le confesó Ivanka a los 22 años a la revista W.
Como me dijo su hermano Don Jr., gracias a esa disciplina "podés soltar a Ivanka en prácticamente cualquier ambiente y ella va a prosperar". En la Casa Blanca, se ha proyectado a sí misma como una pacificadora cosmopolita, dedicando básicamente sus esfuerzos a temas como el empoderamiento económico de las mujeres, el desarrollo de la fuerza laboral del país, y la lucha contra el tráfico de humanos. A Ivanka le gusta decirle a la gente que no es conservadora, que ella es "pragmática".
A principios de este año, en nombre de Ivanka, la exasesora en seguridad nacional Dina Powell invitó a legisladores, donantes y embajadores, a celebrar en el Club Metropolitano de Washington la aprobación de la Ley de Emprendedurismo y Empoderamiento de las Mujeres, impulsada por Ivanka para promover la igualdad de género en los países en desarrollo. "Hay gente que dice que Washington no funciona", les dijo Ivanka a los presentes, según recuerda uno de ellos. "Pero este salón es la prueba de que el trabajo bipartidario es posible." Nada dijo de lo que pasaba afuera de ese salón, donde gracias a la insistencia de su padre en construir un muro fronterizo a pesar de la oposición bipartidaria en el Congreso, el gobierno de Estados Unidos estaba sumido en la parálisis más larga de su historia.
Esa noche Ivanka dejó dos lecturas contrapuestas entre los presentes: algunos la describen elogiosamente como una asesora seria que impulsa cambios positivos en medio de un caos permanente, y para otros no es más que una hija aplicada que se contenta con fingir que el caos no existe. ("¿Entonces para qué fuiste?", le pregunté a uno de los invitados que la criticaron. "Como un favor a Dina", me recalcó.) Ivanka siempre ha sido blanco de lecturas poco sentadoras. Será el precio de llevar el apellido Trump. Pero también ha sido siempre muy hábil para diferenciarse de su padre. Estar rodeada de hombres a los que nadie quiere es una ventaja, así que cuando se mudó a Washington, Ivanka desplegó una versión del método de abordaje que lleva su firma: planificando visitas "espontáneas" a la Casa Blanca, en vez de a la Trump Tower, o posando para fotos "imprevistas" en Instagram desde las cumbres internacionales, y no desde una velada de gala en el Museo Metropolitano. Lo que dicen sus amigos es que Ivanka no lograba entender por qué esta vez la gente no compraba, por qué en Washington veían menos la autenticidad que el esfuerzo por cultivarla.
2. Antes de la locura presidencial
Ivanka Trump arranca muy temprano, alrededor de las 5.30 de la mañana. Vive en una casa estilo colonial de 650 metros cuadrados en el barrio de Kalorama, Washington, junto con sus tres hijos y su esposo Jared Kushner, también asesor presidencial. Jared, que llama a su esposa "Ivanks", le prepara el desayuno, que por lo general consiste en un café con galletitas de agua, queso cottage y fruta fresca cortada. Según el día, Ivanka hace pasar a su estilista a su oficina, donde han despejado el escritorio para que pueda apoyar sus herramientas de trabajo. El pedido de Ivanka es casi siempre el mismo: lacio y recto, raya al medio.
La educación marcada a fuego de Ivanka empezó en 1989 en Aspen, Colorado, pocos días después de Navidad. Donald Trump había llevado a su esposa Ivana y a sus tres hijos –Don tenía 11 años, Ivanka tenía 8 y Eric, 5– a pasar un fin de semana largo en el hotel Little Nell. Trump también había llevado a su amante de 26 años, Marla Maples. Había despachado su avión privado a buscarla a Tennessee y la había encanutado en un penthouse, no lejos de su familia. A pocos días del inicio de la estadía, todos coincidieron en un restaurante en la montaña. En medio del griterío y del duelo de insultos que se sucedió entre Ivana y ella, Maple en un momento exclamó triunfal: "¡Ahora se sabe! ¡Finalmente todo se sabe!"
Se empezó a hablar de divorcio no bien volvieron a Nueva York. La prensa sensacionalista estaba de parabienes. Los paparazzis acosaban a Ivanka a la salida de la escuela. En su libro de memorias The Trump Card, que publicó a los 27 años, Ivanka recuerda que después de que el periódico New York Post publicara una entrevista a Maple con el título de "El mejor sexo que tuve en mi vida", un "idiota" le preguntó si las afirmaciones de Maple eran ciertas.
Ivanka no consideraba los amoríos de su padre como una traición personal. Sus reproches eran más bien de orden cósmico. Lamentaba la ruptura del orden y de las rutinas que tanto apreciaba. Más que el divorcio en sí, la afligía no haberlo visto venir. Y por traumático que hubiese sido, escribió Ivanka en sus memorias, ella había elegido transformar esa experiencia en una manera de "darle sentido y forma" a su vida. Tal vez el divorcio le haya enseñado todas esas cosas que uno no controla, pero también reafirmó la única cosa que, al menos hasta cierto punto, ella podía controlar: su imagen.
Según su madre, Ivanka estaba destinada a ser disciplinada, refinada y diplomática: ella se aseguró de que así fuera. "Nunca malcrié a mis hijos", me dijo Ivana por teléfono desde Miami, donde pasa los meses del invierno boreal. "No les daba chance… Los mantenía ocupados, ocupados todo el tiempo." Anotó a su hija en clases de esquí, de patín sobre hielo, de tenis, y en clases de canto ("Zafaba", dice su madre). También hizo ballet durante varios años y hasta participó de una función navideña del Cascanueces, a la que asistió "mi viejo amigo Michael Jackson", recuerda su madre. Ivana también cuidaba mucho que sus hijos no manejaran "demasiado dinero", porque "cuando las chicas tienen plata de más, compran drogas, van a bailar, todas cosas que Ivana nunca hizo". Lo más alocado que probablemente haya hecho Ivanka fue volver a su casa con el pelo teñido de azul, cuando tenía 14 años. "Me asusté", recuerda su madre. "Fui a comprar la tintura más rubia que había y se la apliqué de inmediato."
En una nota de la revista adolescente Seventeen del año 1998, Ivanka mostró con orgullo su dormitorio en el internado privado Choate Rosemary Hall, posando entre objetos de decoración, cepillos para el cabello, libros de texto de algebra y trigonometría, y un poster de Robert Doisneau que había conseguido "por un dólar en las calles de París". Por entonces, la que emergía como la heredera frívola y fiestera del momento era Paris Hilton, e Ivanka era como su contracara puritana.
Alguien dijo que Donald Trump es la idea de un rico que se hacen los pobres: un desfile de rubias hot, aviones privados, botellas de champagne y carne de primera, todo con su nombre en letras de molde. Pero Ivanka se presentaba como algo más cercano a la idea que tienen los ricos de una persona rica: una joven Jackie Kennedy que apenas susurra, que de pronto se vio atrapada en una cursi jaula dorada. Tras graduarse en Economía en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, se convirtió en una exitosa emprendedora con una línea de joyas, que luego amplió a una marca completa de moda. En las entrevistas de entonces, se mostraba como una mujer cuya fortuna nunca la cegaba ante la necesidad de los demás o la importancia de trabajar sin descanso.
3. Devoción por su padre
Al principio, que Ivanka desafiara lo que se esperaba de ella no era más que una curiosidad. El hecho de que mantener distancia de la marca Trump fuese nada más que un cálculo mediático –un barniz que enmascaraba un alineamiento profundo con su padre– recién cobraría relevancia muchos años más tarde. A partir de 2011, Trump se convirtió en la personalidad de más alto perfil en cuestionar la nacionalidad de Barack Obama, y durante tres años insistió en programas de televisión y a través de Twitter que "una fuente sumamente confiable" le había dicho que la partida de nacimiento del entonces presidente era "un fraude". No hay registros de que durante esos años Ivanka haya hecho comentarios sobre la actitud de su padre, ni la presionaron para que lo hiciera, ya que, por supuesto, no estaba de acuerdo. Ni falta hacía que le preguntaran.
Por todas esas cosas, los allegados a la familia entendieron que la devoción de Ivanka por su padre era absoluta. En el clímax de su embestida contra Obama por la partida de nacimiento, Trump volvió a considerar la posibilidad de ser candidato, ya fuese a gobernador del estado de Nueva York o a presidente de Estados Unidos. Y siempre a su lado, a cada paso, estaba Ivanka. Ahí estuvo ella garabateando notas durante la ronda de reuniones que mantuvo su padre en la Trump Tower en 2013 y 2014 con su "equipo matador" de confidentes –Roger Stone, Michael Cohen, Michael Caputo–, donde finalmente descartaron la idea de una campaña. "En las reuniones se mantenía callada", me dijo Caputo. "Pero Trump solía mirarla y hacerle preguntas. Me quedó claro que confiaba en Ivanka más que en nadie."
Vi por primer vez en persona a Ivanka Trump a mediados de 2013, cuando yo era pasante en el New York Observer. Por entonces, el dueño del diario era Jared Kushner, aunque yo nunca me los había cruzado ni a él ni a ella en la oficina. Pero sí fueron a un evento en el Plaza Hotel donde la sección Comercial del diario anunciaba su ranking anual de las personas más poderosas de la industria de bienes raíces. A nosotros, los pasantes, nos tocaba recibir los abrigos en el guardarropa.
Cuando terminó mi turno, me aventuré en el salón, en medio de los invitados. Ivanka era difícil de ignorar: era la más alta y la más bella de todos. Yo era fan de Ivanka, igual que todas las chicas que conocía. Nos parecía que lo tenía todo: su propia empresa, una linda familia y un lindo departamento. Aproveché un instante en que la vi desocupada, me acerqué y se lo dije. Me agradeció y me dijo que le gustaba mi vestido. Nos sacamos una foto, que publiqué de inmediato en Instragram.
En 2015, cuando Trump anunció su apuesta por la presidencia, las ganancias de la empresa de Ivanka parecieron demostrar que muchas mujeres la veían igual que yo. Como si fuese posible, su vida se había vuelto aún más linda que antes. Había lanzado su línea de ropa y acababa de firmar un contrato para escribir un libro sobre cómo ser como ella, simplemente. Era una "mujer de trabajo", y pronto sería madre por tercera vez. Todo ese se transformó en una imagen muy discordante en aquel tristemente célebre mes de junio cuando Trump bajó por la escalera mecánica de la Trump Tower para alertar sobre una invasión de violadores mexicanos mientras Ivanka, fuente de toda respetabilidad, se quedaba parada a su lado.
4. El mito fundacional
El mito fundacional de Ivanka Trump es que ella es "una fuerza moderadora". Difícil saber cómo se fue instalando esa idea. Tal vez sin quererlo, quizá quien mejor lo explicó fue Donald Trump, cuando me contó el modo en que Ivanka decidió involucrarse en su campaña presidencial: "Creo que simplemente se fue dando", dijo su padre. Durante la campaña, por ejemplo, Ivanka nunca dijo estar a favor del aborto, ni estar preocupada por el cambio climático. Sin embargo, mucha gente estaba convencida de ambas cosas. Ivanka tampoco emitió opinión sobre la inmigración o la necesidad de un muro fronterizo, pero en el saber popular está instalado que su punto de vista siempre difiere del de su padre. Ivanka enviaba mensajes de agradecimiento. Ivanka completaba las frases al hablar. Si se atenía a las formas y modales de la sociedad civilizada, seguramente también a los de la civilidad política.
A lo largo de la campaña presidencial, Ivanka mantuvo una agradable prescindencia. Al parecer, a Ivanka no le gustaba participar de los actos de campaña. "No quería saber nada, y eso que era el reemplazo de su padre que más nos pedían", me comentó un importante operador de la campaña de Trump. Como no le decía nada a nadie, Ivanka podía ser cualquier cosa para cualquiera. Pero tener la existencia misma de Ivanka demostró ser muy conveniente para muchos simpatizantes republicanos, especialmente las mujeres blancas suburbanas, a quienes les costaba justificar racionalmente su apoyo a un candidato cuyo estilo y formas detestaban. Tras la victoria de Trump, incluso algunos demócratas depositaron sus esperanzas en la hija mayor del presidente. ¿Se había reunido con la agrupación Paternidad Planificada? ¿Con Al Gore? Cualquier movimiento parecía razón suficiente para creer que la flamante "primer hija" presidencial mantendría a raya los más dañinos impulsos de su padre.
En agosto de 2016, tres meses antes de la elección, Ivanka posó para una nota de varias páginas en la revista Harper’s Bazaar. Para entonces, Donald Trump ya había derrapado varias veces a lo largo de la campaña, denigrando a las mujeres, insultando a John McCain, y varias ofensas más. Sin embargo, en la nota Ivanka logró presentarse como un modelo de prescindencia. "Está parada como una estatua, una magnífica estatua, vistiendo un modelo de Carolina Herrera, con un bebé sobre un hombro y un teléfono celular sobre el otro", arrancaba el texto de Bazaar, que se refería a Ivanka como "Mujer Maravilla".
Cuando el estilista la enfundó en ese vestido de Carolina Herrea de 6990 dólares, Ivanka habría estallado en carcajadas si le hubieran dicho que menos de un año después recibiría un desplante del gimnasio de pilates Solidcore de la ciudad de Washington, al que solía asistir Michelle Obama. En febrero de 2017, después de que Ivanka tomó una clase en el lugar, la propietaria, Anne Mahlum, acusó por Facebook al presidente Trump de "amenazar los derechos de muchos de mis queridos clientes y profesores". De la noche a la mañana, Ivanka notó que se había vuelto radioactiva. Allá en Nueva York, cuando la gente se la cruzaba en las clases de gimnasia, la paraba para sacarse selfies.
Su hermano Don Jr. explica como cambió a partir de entonces la vida de Ivanka. "La amaban todas las personas que ella quería que la amaran", dice Don. "Supongo que está decepcionada por el modo en que le dieron la espalda. Después de la elección, recibí más de 10.000 emails que decían ‘¡Querido amigo! ¡Siempre estuvimos con vos!’, y yo pensaba, ‘¡Que mentirosos! ¡Son una basura!’. Supongo que yo me di cuenta antes que ella de que después de ganar la gente nos iba a mirar distinto.
Ese desdén público se profundizó cuando Ivanka se sumó al equipo de la Casa Blanca como asesora, en marzo de 2017. Nadie entendía bien para qué la habían llevado. Ni siquiera el presidente. Durante la entrevista, le pregunté a Trump cómo era el rol que había imaginado para Ivanka. "Yo no sabía", dijo casi sin dejarme terminar. "Y creo que ella tampoco."
Durante los primeros meses, Ivanka estuvo abocada al lanzamiento de su libro. Una semana antes de la elección, había entregado el manuscrito de Women Who Work ("mujeres que trabajan") una guía para "rescribir las reglas del éxito". Según una fuente cercana a las conversaciones en torno a la publicación, los editores confiaban en que la marca personal de Ivanka haría que el libro llegara al público que estaba destinado, "las mujeres de clase trabajadora de las ciudades de ambas costas". Creían que Trump no iba a ser elegido, y su hija todavía parecía tener crédito propio como para que le publicaran un libro.
5. En la Casa Blanca
Pero Trump ganó, y todo se fue al carajo. Según la misma fuente, "Realmente no sabíamos qué iba a pasar, porque íbamos a lanzar un libro destinado a un público que a su papá no lo quería nada". El costado positivo de la situación era que el equipo de prensa estaba desbordado de pedidos de entrevistas con la hija presidencial. Pero entonces, apenas tres antes del lanzamiento, intervino la oficina de ética del gobierno: Ivanka no podría conceder una sola entrevista ni hacer una sola aparición pública para promocionar su libro. Las ventas fueron penosas. Women Who Work fue destrozado por la crítica, que no solo execró el libro: también execró a Ivanka. Ella no había cambiado: seguía repitiendo las frases que la hicieron popular, como "Demostrá que ser inteligente es sexy" y "Ahora es mejor que más tarde". Pero por primera vez Ivanka no lograba despegarse de su padre. Ya no era una "mujer que trabaja". Era una mujer que trabaja para Donald Trump.
Las ventas del libro no despegaban, pero Ivanka volcó toda su atención –siempre detrás de bambalinas– al Acuerdo de París. Durante la campaña, su padre había prometido retirar a Estados Unidos de ese acuerdo sobre cambio climático. Si Ivanka lograba hacerlo cambiar de idea, el planeta no sería el único beneficiario.
Para presionar a su padre con ese tema, Ivanka tenía aliados importantes: su asesor y esposo, Jared Kushner, el director del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, y el secretario de Estado, Rex Tillerson. También tenía fuertes adversarios: el estratega en jefe de Trump, Steve Bannon, el consejero de la Casa Blanca, Don McGahn, y el administrador de la Agencia de Protección Ambiental, Scott Pruitt. En casi todas las reuniones sobre el tema del Acuerdo de París, Ivanka estuvo presente. Su estrategia era apelar a la obsesión de su padre por tener buena prensa. "Ivanka repetía que iba a sonar muy mal, que los medios nos iban a matar", me contó un importante exfuncionario del gobierno. Ivanka incluso llamó a Tim Cook, para que presionara personalmente a su padre para que respetara el acuerdo.
Otro exfuncionario relata un encuentro en el Situation Room, el "salón de emergencias" de la Casa Blanca. McGahn, Pruitt y el procurador general Jeff Sessions llegaron armados de un informe "profundamente técnico" sobre por qué Estados Unidos debía retirarse del Acuerdo de París. Cuando los tres hombres concluyeron con sus argumentos, Ivanka se puso de pie para decir lo suyo. Con voz templada y tono medido, argumentó que Estados Unidos no tenía obligación alguna de pagar los millones prometidos por Obama, y calificó repetidamente al acuerdo como "aspiracional". Después, volvió a tomar asiento. "Nadie sabía bien que responder", recuerda el exfuncionario. "Hasta Tillerson y otros que apoyaban el acuerdo dijeron, ‘Ok, muchas gracias. A otra cosa’."
Con el gobierno de Trump es casi imposible predecir nada, pero sí de algo se puede estar seguro es de que si el presidente toma una medida controvertida, al poco tiempo circulará alguna mención de fuente anónima sobre la angustia de Ivanka. En junio de 2017, durante una ceremonia en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, el presidente Trump anunció que Estados Unidos se retiraría del Acuerdo sobre Cambio Climático de París. Seis días después, la revista US Weekly publicó un artículo sobre Ivanka. El titular de tapa decía: "POR QUÉ NO ESTOY DE ACUERDO CON MI PADRE", y la bajada agregaba: "Entre sus ideales personales y el amor y la lealtad hacia su padre, la hija del presidente siempre luchará por sus convicciones". Citando una "fuente cercana a Ivanka", el artículo aseguraba que Ivanka estaba "decepcionada" con la decisión de su padre.
Mis propias fuentes cercanas a Ivanka me repitieron hace poco que ella y su equipo no tenían nada que ver con esa tapa de US Weekly. "Ese tipo de filtraciones siempre vinieron de personas que la odiaban y querían hacerla quedar como una tonta ante la base electoral del partido", me dijo una persona. Sin embargo, el daño estaba hecho. Inmediatamente, en internet arreciaron los memes burlándose de la tapa. Le pregunté al presidente Trump qué recordaba sobre la posición de Ivanka frente al Acuerdo de París. "Ivanka estaba a favor de quedarse", dijo el presidente. "Eso es lo que expresó, pero no estoy seguro de que conociera tan bien el acuerdo como yo. Tal vez no conocía los costos que implicaba… ¿Sabe?, en realidad fue una de las decisiones más fáciles que me tocó tomar."
La decisión de retirarse del Acuerdo de París marcó el inicio de lo que un alto exfuncionario de la Casa Blanca con el que hablé denominó el "período búnker" de Ivanka. Era como si para vivir hubiese empezado a crear su propio "globo de nieve", que incluiría una agenda de asuntos –empoderar a las mujeres, impulsar a la fuerza laboral– cuyos contenidos se reservaba el derecho de modificar si algo fuera de su alcance obtenía apoyo bipartidario. Ivanka ya no intervendría en todos los debates: si no estaba en su agenda, no le incumbía.
6. Ivanka y Jared
Cuatro altos exfuncionarios de la Casa Blanca me dijeron que mientras el verano le daba paso al otoño, Ivanka empezó a participar menos de las reuniones de gabinete. El 15 de agosto de 2017, Trump generó alboroto son sus declaraciones desde la Trump Tower sobre las manifestaciones racistas y antisemitas en Charlottesville, Virginia. Luego de que un supremacista blanco arrollara un grupo de manifestantes, con un saldo de un muerto y casi dos docenas de heridos, el presidente señaló que "había personas muy decentes" tanto en el violento bando de los neonazis como en el de aquellos que se oponían a su presencia. Ivanka se convirtió en 2009 al judaísmo, y su marido y su familia no son practicantes. Pero durante las fuertes críticas que llovieron tras los comentarios de su padre, Ivanka y Jared estaban tranquilos pasando unos días de vacaciones en Vermont.
En la Casa Blanca, algunas personas están molestas con la pareja por sus oportunas ausencias en momentos de crisis. Pero pocas cosas le ayudaron más a Ivanka a ganarse el favor de sus colegas que el simple hecho de no ser Jared. No es ningún secreto que John Kelly despreciaba tanto a Ivanka como a Jared. En julio de 2017, cuando el general retirado de la Marina fue nombrado jefe de gabinete, le pareció que la pareja "jugaba a gobernar", una frase que repetiría con frecuencia. "Entró y miró a Ivanka como diciendo: '¿Qué carajo hace Barbie en el Ala Oeste de la Casa Blanca?'", recuerda la fuente cercana a ella. Pero si Ivanka era para Kelly un dolor de cabeza, Jared era una migraña que le producía estados alterados de conciencia. Kelly no entendía qué hacía Jared todo el día: podía estar intercambiando mensajes de texto con Van Jones sobre la reforma de la justicia penal o poniéndose al día con el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman, implicado en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en octubre del año pasado. Kelly intentó ocultar su desprecio. Según una persona presente en la sala donde se celebraba una reunión de altos funcionarios, cuando alguien hizo una pregunta de política exterior, Kelly señaló que para él era difícil dar una respuesta clara, dado que "ahora tenemos casi tres secretarios de Estado". Jared, que estaba presente, no dijo nada.
"Creo que todos empezaron a valorar a Ivanka porque no era como Jared, que llegó para hacer volar todo por el aire y tomar el poder", dice un exfuncionario de la Casa Blanca. Tal vez Ivanka se haya ganado apoyos dentro de la Casa Blanca por haberse mantenido al margen en muchos asuntos, pero al mismo tiempo, eso también fogoneó el discurso de que la hija del presidente era absolutamente irrelevante. El mes pasado, la CNN presentó una noticia en la que preguntaba: "¿Qué hace Ivanka Trump?". La hija del presidente podría mencionar varios modestos logros bipartidarios. Impulsó duplicar el crédito tributario por hijo en el proyecto de ley de recortes impositivos del Partido Republicano de diciembre de 2017. Como se mencionó, lanzó la primera estrategia integral del gobierno para ayudar a 50 millones de mujeres en países en vías de desarrollo a lograr acceso al capital y a la orientación vocacional. Y es una de las razones fundamentales por las que los congresistas republicanos ahora debaten el Permiso Familiar Pagado. "A veces escucho a algunos decir que no está calificada y que no puede hacer muchas cosas, pero son los mismos que no hicieron ni harán nunca nada", dice el gobernador de Kentucky, Matt Bevin, que trabajó de cerca con Ivanka en el desarrollo de la fuerza laboral. "Ivanka podría salvar literalmente a una mujer anciana de que la pise un tren, pero igual la gente la culparía por perturbar el cronograma del servicio."
El fantasma de la intervención de Jared en varios acuerdos de negocios y eventos de campaña, incluidos los investigados por el fiscal especial Robert Mueller, acecha desde hace más de dos años, y proyectó una sombra sobre Ivanka y su trabajo. Lo mismo sucedió con los cuestionamientos sobre cómo obtuvo acceso a información clasificada y sobre si realizó tareas oficiales a través de su cuenta de email personal. En febrero, Ivanka le contó al programa The View, conducido por Abby Huntsman, que su padre "no estaba involucrado en mi acceso a información clasificada ni en el acceso de mi esposo, para nada". Desde entonces, muchos sitios de noticias han informado que el presidente le había ordenado a Kelly conceder acceso a Ivanka y Jared a información ultrasecreta, contra la recomendación de funcionarios de seguridad. (Los registros de personal de la Casa Blanca que obtuve señalan que la pareja recibió las autorizaciones el mismo día: 1º de mayo de 2018.) En una entrevista reciente, le pregunté a un alto funcionario de la Casa Blanca si Ivanka había sido sincera en la entrevista del programa "The View". "Absolutamente", me dijo esa persona, y agregó que hasta donde Ivanka y Jared saben, el presidente no había intervenido.
De todas formas, Ivanka no fue blanco de críticas tan furibundas como su marido. Según el presidente, se debe a que Ivanka "es una persona muy honesta". Una razón más plausible es que los demócratas son reacios a atacar a los hijos de un presidente, y menos a una hija que para muchos legisladores es, para bien o para mal, relativamente benigna. Cuando los demócratas de la Cámara de Representantes presentaron un pedido de informes sobre 81 individuos y organizaciones de la órbita de Trump, Ivanka no estaba en la lista. Esa consideración hacia Ivanka también se extendió hasta el Ala Oeste de la Casa Blanca, y tal vez es lo que suele suceder cuando uno logra que pierdan su puesto los funcionarios que a uno no lo quieren. En enero de 2019, Kelly también abandonó su cargo. (En el Ala Este no cunde más cordialidad que la necesaria. Cuando le pregunté a la fuente cercana a Ivanka si la primera dama y la primera hija se llevaban bien, me dijo que tienen "el deseo de respetarse mutuamente", pero que ciertamente su relación no es "afectuosa". Ivana me habló de los sentimientos de su hija respecto a la actual esposa de Trump: "Melania le cae bien a Ivanka, porque no causó la ruptura de mi matrimonio, como la otra… Ni siquiera quiero pronunciar su nombre." Stephanie Grisham, vocera de la primera dama, agregó que "siempre tuvieron una relación cercana, y la siguen teniendo".)
Si a los empleados de la Casa Blanca se les pregunta hoy día por Jared, la queja será que se escuchará es que el yerno presidencial es un jefe de gabinete de facto. Si les preguntan por Ivanka, dirán que siempre los saluda en los pasillos y pregunta por sus hijos, y que es una madre dedicada. También dirán que cuando lee un artículo positivo sobre alguno de sus colegas, lo hace imprimir, le pide a su padre que lo firme, lo manda a encuadrar y se lo entrega a la persona como regalo.
7. Cara a cara
A diferencia de otros miembros de su familia, Ivanka Trump se negó a ser entrevistada para este artículo. Pero sí tuvimos una conversación informal recientemente en la Casa Blanca. La mayor parte de las oficinas del Ala Oeste tienen un mobiliario y una decoración estándar, como sillas giratorias negras y paredes de un beige insulso. Cuando Ivanka se instaló en sus oficinas del segundo piso, quería que todo fuera de color blanco: paredes blancas, sillas blancas y persianas blancas. Para uno de los altos exfuncionarios de la Casa Blanca, entrar a la oficina de Ivanka es como "entrar a un local de Apple". En la pared junto a su escritorio hay letras pegadas, hechas de cartulina de colores variados: púrpura, naranja, azul. Las letras forman la frase: "ZAR DEL TRABAJO".
Cuando la visité, sobre una pequeña mesa ratona había un libro llamado Playa Fire, sobre el festival Burning Man, como me enteraría más tarde. Al verlo ahí, recordé muchas de las preguntas que tenía sobre Ivanka y su vida interior, preguntas que todavía no puedo responder, aunque haya entrevistado a casi 50 personas que la conocen o son allegadas. Mantener una conversación con ella permite descubrir algunas pistas. La cualidad que la gente más admira en Ivanka es su "equilibrio": escuché esa palabra en referencia a ella unas 100 veces. Y es cierto, ella es equilibrada: ni una palabra o cabello fuera de lugar. Cuando se le hace una pregunta, por más inocua que sea, sus ojos se estiran con cada palabra, como si se posicionara en una cancha de tenis para devolver el saque del rival.
Así que no sé cómo explicar ese libro sobre el Burning Man, un festival que parece representar todo lo contrario de lo que conocía sobre Ivanka. Cuando le comenté sobre el libro a una histórica amiga suya, se rió y me dijo: "¿En serio? ¿Cómo puede ser?". Ella tampoco sabía cómo interpretarlo. Tal vez el yo secreto de Ivanka anhele huir de su vida actual, dejar de ponerse vestidos que son una funda y largarse a bailar al ritmo de la música electrónica en un viaje de ácido. Tal vez Ivanka no quiera hacer ninguna de esas cosas, pero quiere que uno piense que le gustaría hacerlo, porque sería inesperado y por lo tanto, intrigante. Tal vez Ivanka tenía el libro ahí simplemente porque se lo habían regalado. Pero incluso en ese caso, la decisión de tenerlo a la vista habría sido intencional, porque todo en Ivanka es deliberado. O tal vez no sea ninguna de esas cosas. Pero cuando gran parte de tu vida es un estudio sobre el arte de "proyectarse", todo parece responder a ese proyecto.
Para Ivanka, tal vez sea extraño que dos años después de la llegada de su padre a la presidencia, muchos la consideren como un engranaje más de una política destructiva y de una retórica del odio. ¿Hasta qué punto es culpa de ella lo que el presidente finalmente decida hacer o decir? Sería imposible que ella o alguien pudiera moderar a un hombre como Donald Trump. Ivanka siente que le endilgaron una expectativa poco realista desde el comienzo, una expectativa que según Nikki Haley, exembajadora ante Naciones Unidas y allegada a Ivanka, nunca tuvo oportunidad de satisfacer. "Si participa en la toma de decisiones del presidente, la atacan. Si no participa, la atacan", me dijo Haley.
Sea como sea, no está demostrado que Ivanka no esté de acuerdo con su padre, a pesar de esa aparente prescindencia. Cuando hablé con Jared sobre Ivanka, el único comentario de esa conversación que se mostró dispuesto a que se hiciera público tenía que ver con la gran semejanza entre padre e hija. "Ella es como su padre en el sentido de que es muy buena manejando los detalles. Su padre es meticuloso con los detalles y tiene una memoria excepcional", dijo Jared en una entrevista reciente en su oficina. "Él sabe cómo manejar a la gente, y creo que ella es igual: va en busca de resultados y también es una excelente comunicadora ".
Ivanka desdeña la idea de que la agenda de su padre tenga que ser diferente de lo que es, y cree que sus críticos están equivocados. No está dispuesta a aceptar que alguien haya podido interpretar los comentarios de su padre en el programa de televisión Access Hollywood como misóginos, o sus observaciones luego del ataque en Charlottesville como inapropiadas, si no racistas. Es probable que Ivanka conozca mejor que nadie a Trump, y que piense que es bueno. En el globo de nieve de Ivanka, las evidencias de lo contrario simplemente no existen.
Imponerse como Ivanka Trump siempre requirió suspender la incredulidad, de su parte y de parte de otros. Así es como una noche las personas pudieron ver a su padre exigiendo por televisión la partida de nacimiento de Obama y al día siguiente fueron a comprar un par de zapatos de la marca Carra de Ivanka. Pero el hecho de integrar el personal oficial de la Casa Blanca unió a Ivanka con Trump de una forma que nadie podía ignorar. "Creo que para ella habría sido mucho más fácil quedarse en Nueva York y seguir haciendo lo que hacía", me dijo el presidente. "Siempre es complicado tener un negocio y después, de la noche a la mañana… Digamos que te estimaban el 100 por ciento de las personas, y de repente empieza a amarte el 50 por ciento… pero el otro 50 por ciento ni siquiera te estima."
8. Planes futuros
Una fuente que conoce el pensamiento de Ivanka dice que una cosa que extraña de Nueva York es ese mundo en el que se siente juzgada por sus logros y no por los medios con los que los consiguió, el "proceso". Para Ivanka, las políticas que logró en la Casa Blanca son resultados, y por lo tanto deberían ser las cosas por las que debería ser juzgada. Cosas como la retórica de su padre, o cómo ella recibió autorización a acceder a información ultraclasificada, o si realizó tareas oficiales a través de su email personal, son insignificantes. "Puro ruido", como les dice a sus amigos. El hecho de que la gente pueda verlo como algo más solo puede explicarse, desde la visión de Ivanka, como una extraña obsesión de Washington.
Ivanka cree que a largo plazo todo eso no la dañará. Cuando termine su período en la Casa Blanca tiene intenciones de volver a Nueva York. Las invitaciones a la Gala del Met, las cenas con sus amigas en restaurantes italianos, los eventos de caridad: Ivanka está segura de que "todos están esperándola". Y bien podría tener razón. Trump no será presidente para siempre. Después del mandato, para la gente será más fácil ver a la Ivanka que Ivanka quiere mostrar. "Mire, esta multitud no salió a leer a Rosa Luxemburgo a las dos de la mañana", dice Rich Farley, abogado de Nueva York y autor de Wall Street Wars. "En su momento, a Roy Cohn , el brazo derecho de McCarthy, volvieron a invitarlo con los brazos abiertos". Farley está seguro: "El único pecado imperdonable para la sociedad neoyorquina es la pobreza".
Si Ivanka decide quedarse en Washington, también la pasará bien. Washington es una ciudad donde las personas perdonan más rápidamente, es decir, que lo que cierta vez las indignaba puede reciclarse en puro ruido. Tomemos como ejemplo esa noche de enero en el Metropolitan Club: una reunión de personas que se quejaron en privado de la complicidad de Ivanka en esto y aquello, pero que estaban felices de compartir el espacio con ella. Felices de tomar vino blanco, de festejar todos los lugares comunes y de disfrutar de ese diáfano ambiente de respeto mutuo. Podrán decir que es para hacerle un favor a Dina, pero mejor decir lo que realmente es: las personas educadas siempre volverán a ser recibidas por la gente educada.
The Atlantic (Traducción de Jaime Arrambide)
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