El “muerto que camina” cumplió su destino y no pocos sospechan de la impiadosa mano de Putin
Analistas internacionales coinciden en que muy probable que el Kremlin esté detrás del hecho
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PARÍS.– Los especialistas lo llamaban “el muerto que camina” después que se atrevió a lanzar sus mercenarios de Wagner contra Moscú. El avión en que viajaba Yevgeni Prigozhin de Moscú a San Petersburgo se estrelló en un campo, derribado probablemente por un misil.
“Puedo perdonar cualquier cosa, menos la traición”, repitió una y otra vez en estos 20 años de poder absoluto Vladimir Putin. Si resultara verdad, la desaparición de quien fuera durante todo este tiempo su fiel servidor, debería ser recibido como un clarísimo mensaje no solo por aquellos que lo rodean, sino también para el resto del planeta.
“Es evidente que Prigozhin era un traidor. También es claro que pagó su traición”, asegura Orysia Lutsevych, subdirectora del programa de Rusia y Eurasia de Chatham House.
Según las autoridades rusas, Yevgeni Prigozhin, con otras nueve personas incluida la tripulación, partió ayer por la mañana de Moscú con destino a San Petersburgo a bordo de un avión Embraer Legacy600, que formaba parte de su flota y cuyo número de serie sería RA-02795. Las informaciones registradas por el sitio especializado FlightRadar2, muestran que el aparato alcanzó rápidamente una altitud de 8800 metros antes de caer brutalmente a tierra en la región de Tver, al noroeste de Moscú.
“El ministerio ruso de Situaciones de Emergencia realiza operaciones de búsqueda. Había diez personas a bordo. Según las primeras informaciones, todas perdieron la vida”, aseguró casi de inmediato el organismo, incluyendo a Prigozhin en la lista de pasajeros, así como a su brazo derecho, Dimitri Utkin.
Pero Wagner puso un bemol a esa información: “Fueron dos aparatos similares los que despegaron de Moscú y Yevgeni Prigozhin viajaba en el segundo”, afirmó la organización. Pocas horas después, su vocero debió reconocer oficialmente “el deceso” de su líder.
Exactamente en el mismo momento en que Moscú anunciaba que el jefe de Wagner se encontraba entre los pasajeros del avión accidentado, provocando una gigantesca agitación planetaria, Vladimir Putin pronunciaba un discurso a 700 kilómetros la capital, con motivo del 80 aniversario de la batalla de Kursk en la Segunda Guerra Mundial.
Sin mencionar la suerte de su ex colaborador, y ante una nutrida asistencia, saludó el coraje de los soldados rusos en Ucrania, que “combaten con valentía y determinación”.
“La dedicación a la patria y la lealtad al juramento militar unen a todos los participantes de la operación especial”, declaró.
“El que no entendió el mensaje, es porque no quiso”, asegura el disidente Alexander Melnik, ex diplomático ruso, para quien esto no se trató de una simple venganza, sino de “una ejecución”.
“Esto ha sido una ejecución política de parte de un Estado mafioso, dirigido por un criminal que utiliza todos los medios para mantenerse en el poder”, afirma Melnik, que conoce perfectamente el funcionamiento del autócrata del Kremlin.
Quien no resultó para nada sorprendido con la eventual muerte de Yevgeni Progizhine fue el presidente Joe Biden. “Aún no sé exactamente lo que sucedió, pero no me sorprende. Pocas cosas suceden en Rusia sin que Putin tenga algo que ver”, dijo el presidente de Estados Unidos a la prensa.
Los especialistas coinciden: “Es imposible imaginar que un atentado haya sido cometido en Rusia, ya sea por las fuerzas armadas o por los servicios de inteligencia, sin advertir a Putin”, ratifica por su parte Yves Doutriaux, ex embajador francés ante la OSCE.
En todo caso, un increíble video puesto en línea por Telegram, muestra la caída del avión justo antes de estrellarse cerca del poblado de Kujenkino.
“Si ese video es verídico, no hay duda de que ese avión fue víctima de un atentado. Un misil tierra-aire o una bomba que estalló a bordo. Porque se ve caer el aparato totalmente fuera de control, lentamente, haciendo un tirabuzón, mientras una columna de humo se escapa del fuselaje. Cuando un avión tiene un desperfecto técnico, consigue planear, aunque sea a reacción”, explicó a LA NACION el general de la Fuerza Aérea francesa Patrick Dutartre.
Este no era el primer viaje de Prigozhin entre Moscú y San Petersburgo en los últimos dos meses. Los medios de prensa lo mostraron también en Bielorrusia, donde los más fieles integrantes del grupo Wagner lo habían seguido para adiestrar a los soldados del dictador Alexander Lukashenko.
Esta semana, el jefe de Wagner se había mostrado en África. En exilio desde su intento de golpe de Estado en Rusia, hace exactamente dos meses, había difundido un video el martes en el cual afirmaba encontrarse en aquel continente.
“Trabajamos. Temperatura más de 50°C. Todo lo que nos encanta”, dijo frente a la cámara.
Lejos estaba en ese momento de pensar que, “para Putin, la venganza es un plato que se come frío”, como afirmó recientemente William Burns, el director de la CIA hablando de su futuro.
Si la parte oscura del poder de Vladimir Putin debiera encarnarse, tendría sin duda la cara retadora y la calva de Yevgeni Prigozhin. El jefe del Kremlin seguramente nunca imaginó que la tan útil brutalidad del hombre que estaba a su servicio para los golpes bajos se volvería un día contra el sistema al cual debía todo, e incluso contra su propio amo. La mutación fue, es verdad, sorprendentemente rápida: de valet servil y silencioso a provocador jefe de guerra, capaz de desafiar abiertamente a los más altos responsables del ejército ruso.
Durante mucho tiempo, Prigozhin fue el hombre de casi nada. Hijo de la era soviética, surgió a comienzos de los años 1990 tras el derrumbe del imperio, como un pequeño delincuente. A los 30 años, había pasado la mayor parte de la década precedente en la cárcel. Después se lanzó en el comercio de los hot-dogs en las calles de San Petersbugo, hasta encontrarse al frente de un restaurante de lujo. En esa sala cambió su suerte después de cruzar a un pequeño empleado de la alcaldía de la ciudad, un tal Vladimir Putin.
Con él creció al ritmo de su imparable ascenso hasta la presidencia rusa. Con él acumuló millones de dólares y contratos de Estado nunca claros, sobre todo en el sector de la restauración industrial. Por entonces apenas un pequeño oligarca, recibió por eso el nombre humillante de “cocinero de Putin”. La guerra de Ucrania cambiaría todo, haciéndole pensar que podía desafiar al zar. La realidad se encargó de desmentirlo.
“Putin es alguien extremadamente rencoroso, es el hombre de las operaciones especiales. La muerte de Prigozhin se produce exactamente dos meses después del intento de putsch. Le arregló sus cuentas como había prometido”, afirma Claude Blanchemaison, ex embajador francés en Moscú.
Con la muerte de Yevgeni Prigozhin casi segura, se plantea ahora la cuestión del futuro de su imperio, de los mercenarios que lo siguieron después del fracaso del putsch y, sobre todo, de la milicia Wagner, avanzada de Moscú en varias regiones del planeta. Para Melnik, sin embargo, “eso ha sido ampliamente organizado”.
“Wagner es indispensable, Prigozhin, no. En estos dos meses después de la insurrección, todo fue organizado. Wagner seguirá existiendo. A Prigozhin se lo tragará el agujero negro de la historia”, concluye.
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