El rastafari sigue siendo relativamente pequeño; goza de participación en el Parlamento y es una voz con reconocimiento en el país
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Unas 100.000 personas estallaron en júbilo cuando vieron que el avión en el que viajaba el emperador de Etiopía Hailee Selasee había aterrizado en el aeropuerto de Kingston, Jamaica, en abril de 1966. En su gran mayoría, los asistentes estaban extasiados por estar en presencia de aquel al que consideraban su Mesías y salvador, el heredero directo de la llamada “dinastía salomónica”: los supuestos descendientes de la unión entre el rey Salomón de Israel y la reina de Saba.
Muchos de los que llegaron al aeropuerto eran, además, parte de un pequeño movimiento religioso perseguido por las autoridades por sus ideas anticolonialistas que venía tomando fuerza en la isla desde los años 30.
El movimiento usaba para identificarse el nombre de Selassie antes de ser coronado como emperador -Tafari Makonnen-, con el prefijo ‘ras’ delante, que significa príncipe, o sea rastafari.
“La bienvenida fue tan sobrecogedora, es algo que nunca se había visto en la historia”, le contó a BBC Mundo Ras Igie, miembro del movimiento rastafari, hablando desde Kingston. “Y para nosotros los rasta que estábamos escondidos por la persecución del gobierno, de la gente, el emperador nos trajo todo ese júbilo, esa alegría a nuestro camino”.
Hoy, después de décadas de persecución, el movimiento es reconocido alrededor del mundo gracias a la música reggae y a su máximo exponente, el fallecido cantante jamaiquino Bob Marley (1945-1981). Y aunque sigue siendo un movimiento relativamente pequeño (según el censo de 2011, un 1% de la población de Jamaica, cerca a 30.000 personas, era rastafari) goza de participación en el Parlamento y es una voz con reconocimiento en el país.
“One love”
Originario de las zonas rurales de Jamaica en los años 30, el movimiento rastafari empezó como una mezcla de dos ideologías que, en principio, parecieran no tener relación: en primer lugar, el cristianismo, el cual vio un resurgimiento en las áreas pobres de la isla durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX gracias al trabajo de misioneros, muchos de ellos estadounidenses.
Por otro lado, empezaron a surgir movimientos nacionalistas negros que llamaban a mirar hacia África con la intención de volver a la tierra de donde habían sido desarraigados. Una de las voces más influyentes del “panafricanismo” fue la del pensador jamaiquino Marcus Garvey, quien luego inspiraría también las ideas de Malcom X y de la Nación del Islam en EE.UU.
Garvey fue uno de los primeros pensadores en promover la idea del amor propio en la población negra. Él mismo resumía su lema de “One God, one aim, one destiny” -un Dios, un objetivo, un destino- , en una frase icónica con la que cerraba sus discursos y que el movimiento rastafari adoptó como saludo: “one love”, un solo amor.
Garvey, además, promovía la idea de unificar a las razas negras del mundo, dispersas por las fuerzas coloniales, bajo el estandarte del “Dios de Etiopía”, reiterando la supuesta divinidad del linaje bíblico del único país africano que nunca fue colonizado. (Etiopía sólo fue ocupado durante 5 años por las fuerzas italianas de Benito Mussolini en la Segunda Guerra Mundial).
Las ideas de Garvey coincidieron con la coronación de Selassie como emperador en 1930 y dieron vida al movimiento rastafari, según le contó a BBC Mundo el teólogo jamaiquino de la Universidad Emory (EE.UU.), Noel Leon Erskine.
“Garvey, a quien los rastafari ven como un profeta, había dicho ‘miren a África, miren hacia Etiopía’, y cuando vieron las películas de la realeza británica haciendo la reverencia a Hailee Selassie, a un hombre negro, le dieron un significado especial, y al ser seguidores de la escritura, interpretaron que eran el pueblo escogido”.
Luego de la coronación de Selassie, los primeros miembros del movimiento rastafari comenzaron a predicar en las calles de Jamaica. Personajes como Leonard Howell -considerado como el pionero del movimiento- empezaron a llamar a los pobladores de los barrios más pobres (abatidos por los efectos de la Gran Depresión de 1929) para que rechazaran al rey Jorge VI de Inglaterra y que, en vez, siguieran el reinado de Selassie de Etiopía. En 1934, Howell fue arrestado por la Policía y pasó 2 años en prisión por sedición, marcando así el inicio de un largo periodo de persecución contra los rastafari de más de 30 años.
Un tema de sonidos
Para el rastafari, Babilonia representa la opresión. O más bien, como la llaman en el movimiento, la “downpression”, cambiando el sonido inicial de la palabra, que en inglés es similar al “up” de arriba, por “down” de abajo.
Según le contó a BBC Mundo el profesor Erskine, la importancia del sonido y de integrar conceptos filosóficos al lenguaje son parte clave de la ideología rastafari: “Se dieron cuenta que el idioma era una herramienta de dominación para las fuerzas coloniales. Lo primero que hacían cuando llegaban a tu tierra era prohibir que usaras tu lenguaje. Los rastafari mandaron al demonio el lenguaje inglés, y dijeron ‘vamos a crear uno usando los sonidos’”.
Al igual que usan el término “Babilonia” para describir cualquier sistema de opresión -haciendo referencia al periodo de esclavitud de los israelíes en Babilonia en el sigo V antes de Cristo-, usan el término “Zion” -la legendaria fortaleza del rey David en Jerusalén- para referirse a la idea de una Tierra Prometida.
Ras Igie le explicó a BBC Mundo cómo se interpretan estos conceptos dentro del movimiento, al cual pocos se refieren como “religión” por ser una idea relacionada con el sistema de “Babilonia”: “Sabemos por las referencias de las escrituras que Babilonia era una fuerza que quería dominar la Tierra, una fuerza opresora frente a los hijos del altísimo, los israelitas”.
“Con la unión de Salomón y la reina de Saba, nació un hijo y con eso, la vieja Jerusalén se mueve a la nueva Jerusalén en Etiopía, así que en Sion se reconoce como la redención a través de esa fuerza de bondad que representa el reino más justo de la Tierra”.
La vida en “Babilonia”
El mensaje antiimperialista del rastafari hizo que las fuerzas británicas empezaran una campaña de persecución en contra del movimiento en sus inicios. Luego de permanecer dos años en prisión, Howell publicó el libro La Llave Prometida, en el que presentó gran parte de las ideas que darían forma al movimiento rastafari, aunque ello le trajo más problemas con las autoridades. Fue recluido en un sanatorio mental debido a que en el libro se refirió al Papa como “Satán, el diablo” y habló de la “supremacía negra”.
Al salir, creó la primera comunidad rasta, conocida como la comunidad Pinnacle, en una zona alta de St. Catherine, al sur de la isla. Esto lo volvió a poner en el ojo de las autoridades, y Howell volvió a ser sentenciado dos años a prisión por cargos de sedición. La persecución de las autoridades llevó a la disolución de Pinnacle en los años 50 y las tensiones entre las autoridades y los rastafari llegaron a su clímax en 1963, cuando un violento altercado en una estación de gasolina de Montego Bay llevó a que el recién establecido gobierno independiente emitiera la orden de atrapar a los rastas “vivos o muertos”.
Aunque no existen cifras oficiales, algunos autores creen que más de 150 rastafari fueron torturados o perdieron la vida en los meses siguientes. “Hubo una masacre y una crucifixión”, le dijo Ras Igie a BBC Mundo, “y los rastas buscamos que el emperador fuera nuestro protector y salvador. Y así fue la llegada tres años después del emperador a Jamaica”.
Las imágenes de archivo muestran cómo se desbordó la multitud para recibir a Selassie, y cómo él los saludó con un cariño parecido. Y con su viaje e intervención ante el gobierno de Jamaica, la persecución de los rastafari disminuyó, aunque no totalmente. Según Ras Igie, esto le confirió a Selassie un estatus de deidad, “una segunda venida Cristo”: “Como Cristo, que pasó tres días y tres noches en el corazón de la Tierra, vimos una resurrección con los tres días que pasó en Jamaica.”
El profesor Erskine dice que durante este viaje, Selassie les dijo a los rastafari que él, siendo cristiano, no era el Mesías y ofreció instalar una rama de la Iglesia Ortodoxa africana. “¿Qué le respondieron los rastas? Que Jesús había hecho lo mismo. Decían que cuando a Jesús lo habían llamado Mesías, él había respondido que no había necesidad de llamarlo Dios”.
“No es una religión, es una ‘livity’”
Al preguntarle a Ras Igie sobre si el rastafari podría considerarse una “religión”, él responde con certeza con otro de los términos que el movimiento adoptó en base a su ideología: dice que es un “livity, un estilo de vida enfocado en la justicia”, en el que se incorporan conceptos innatos y aprendidos.
“Hablando de mi experiencia personal, yo nunca leí ningún libro sobre el rastafari cuando comenzó mi tiempo”, dice, y agrega que fue creciendo en su entendimiento a través de la interiorización de los “problemas y tribulaciones de la vida” mediante la meditación y la planta sagrada, la ganja o marihuana.
Para el rastafari, al igual que otras religiones que predican la meditación, muchas de las respuestas se encuentran dentro del ser y no afuera. Según Ras Igie, el seguir los preceptos de la ideología, como el mantener una dieta vegana, no “acercarse una cuchilla a la cabeza” -lo cual explica su manera de llevar el cabello- y la meditación en conjunto con la marihuana, hacen que se pueda lograr un entendimiento de la palabra de Yah, el creador.
El movimiento rastafari recibió críticas por su trato hacia las mujeres, particularmente en sus inicios, dada su interpretación a veces literal de textos bíblicos. Pero, Ras Igie asegura que fueron interpretaciones que se reevaluaron por las nuevas generaciones rastafari, y que hoy, la mujer juega un papel importante en el movimiento. “Hoy se venera a la esposa de Halie Selassie, quien fue coronada al mismo tiempo que el rey, y esa grandeza del rey y la reina hace que las nuevas generaciones resalten la figura femenina”.
La internacionalización y el reggae
El profesor Erskine recuerda que cuando estaba creciendo en Jamaica, el tambor era un instrumento prohibido en las iglesias. “Creciendo en los años 40, algunos de los ancianos todavía golpeaban los tambores. Recuerdo irme a la cama con los tambores sonando toda la noche.”
Para Erskine, el gran genio de Bob Marley fue mezclar ese instrumento prohibido en las iglesias -considerado salvaje por los colonos pero que sonaba en las calles-, con el mensaje del rastafari. Fue la manera en la que logró universalizar el mensaje del movimiento.
“Marley alcanzó a mucha más gente de la que la iglesia hubiera podido alcanzar a través de la radio. Estas personas que eran vistas como lo más bajo de la sociedad, que no tenían zapatos, que no iban al colegio, con la música lograron visibilizarse”, dice Erskine. Pero, la popularidad del reggae fue un arma de doble filo para el movimiento, según le cuenta a BBC Mundo Ras Igie.
“La generación más joven, que empieza a crecer en los años 70, se asocia más con el ritmo reggae, y encontramos maneras de ser más independientes económicamente. Pero hoy pareciera ser víctima del sabotaje de parte de lo que podríamos llamar los derechos de capital intelectuales y el beneficio. La música está cambiando y se está alejando del reggae.”
Para Ras Igie, los beneficios del reggae deben ser compartidos con la comunidad rastafari: “Para que todos en ella puedan beneficiarse de la gran música que nos puso en el mapa”.
Algo similar pasa con el mercado de la marihuana y las comunidades rasta. Ras Igie dice que se sigue habiendo persecución a su gente por la siembra de la ganja en un momento en el que la producción de la planta es en un negocio para los “intereses”. “A pesar de que el gobierno de Jamaica ha pedido disculpas por lo que se hizo mal, los rastas deberían ser tratados mejor. Seguimos siendo menospreciados pero al menos hoy, tenemos la libertad de caminar, de movernos y de comunicarnos con el gobierno”.
De lo que no hay duda es de que el movimiento se convirtió en una parte fundamental de la vida de Jamaica, como nos cuenta el profesor Erskine: “No hay manera de evitarlo: no creo que puedas hablar de la cultura jamaiquina de manera adecuada sin hablar del rasta”.
*Por Rafael Abuchaibe
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