El miedo y la tensión habitan en cada esquina de Jerusalén
Israelíes y palestinos viven en estado de alerta permanente por los recurrentes ataques y respuestas armadas que vacían las calles de la ciudad
JERUSALÉN.- Mediodía en la Puerta de Damasco. Esta entrada a la Ciudad Vieja de Jerusalén, normalmente bulliciosa e inundada de turistas y de comerciantes que venden verdura y reparten café, parece el decorado aséptico de una película. Los policías israelíes, apostados detrás de barreras, controlan la entrada de las pocas personas que circulan por la zona. Hace escasas horas, un palestino de 19 años murió tiroteado en este lugar, cuando sacó un cuchillo con la intención de apuñalar, señala Micky Rosenfeld, vocero de la policía israelí.
"Esta zona es especialmente sensible. Hemos instalado dispositivos especiales para no ser sorprendidos de nuevo por estos terroristas «lobos solitarios»", explica Rosenfeld en la Puerta de Damasco, en declaraciones a LA NACION.
Los «lobos solitarios», como los llama el vocero, han llenado Jerusalén de miedo. Desde principios de octubre siete israelíes murieron apuñalados, arrollados por vehículos o tiroteados en ataques perpetrados por palestinos sin antecedentes ni militancia política, que actúan de forma desesperada y en nombre propio. Ataques casi imposibles de abortar, admiten los responsables israelíes.
El lado oeste o israelí de Jerusalén vive en estado de alerta, el corazón comercial de la ciudad late a medio gas, los transportes públicos circulan medio vacíos y la gente observa atenta a su alrededor. En algunos puntos de la ciudad se imparten clases de defensa personal y hay israelíes que salen a la calle armados.
"Vengo a rezar cuatro veces por semana. Uso el ómnibus para venir. No puedo decir que no estoy asustada pero...", suspira Sima, judía ultraortodoxa, al pie del Muro de los Lamentos, inusualmente vacío. "Hay muy poca gente, es muy triste ver ese lugar así. Creo que este conflicto durará hasta que llegue el Mesías", afirma.
En la calle Al-Wad, en pleno barrio musulmán de la Ciudad Vieja, cerca del lugar donde un palestino mató a dos colonos a principios de mes antes de ser abatido, Abraham contempla con gesto preocupado su tienda vacía.
"Abro sólo ocho horas al día y no 16 como antes. Son las 12 y aún no vendí nada. La situación me da miedo", dice, señalando a una familia judía que pasa escoltada por guardias de seguridad israelíes. "No lograrán echarnos de aquí aunque empiecen a matarnos a todos. Ésta es nuestra casa, nuestra ciudad", agrega.
En el lado Este o palestino de la ciudad, los controles de la policía se multiplican. Impresionantes bloques de cemento se alzan en los accesos a ciertos barrios palestinos con el fin de impedir la entrada de posibles agresores hacia la parte oeste o israelí de la ciudad. Además, el gobierno israelí decretó la demolición inmediata de las casas de los atacantes.
"Las medidas del gobierno son una gran mentira. Sitiar los barrios palestinos pretende calmar a gente en pánico que no conoce Jerusalén. Es imposible aislar Jerusalén Este, hay mil caminos, sobre todo si se es un terrorista motivado", opina Meir Margalit, director del Centro para el Avance de Iniciativas de Paz (CAPI) y ex concejal de Jerusalén.
Y los palestinos de Jerusalén Este también están asustados. Desde que comenzó esta ola de violencia hubo linchamientos y agresiones por parte de colonos. Ser palestinos los convierte en sospechosos de forma automática y las autoridades han denunciado abusos y "ejecuciones" por parte de las fuerzas del orden.
"La ocupación israelí propagó una cultura de odio y racismo que justifica todo tipo de atrocidades. Civiles palestinos, niños incluidos, son tomados de manera sistemática como blancos de ejecuciones extrajudiciales", denunció esta semana el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat.
Desde principios de octubre murieron violentamente 40 palestinos. Casi un tercio fueron abatidos cuando apuñalaron o intentaron apuñalar a israelíes, según la policía. El resto murió tiroteado por soldados durante manifestaciones en Cisjordania y Gaza.
Para el profesor de Ciencias Políticas de Gaza Mhaimer Abusada, los ataques con arma blanca pueden menguar en los próximos días, pero las manifestaciones van a continuar. "Esas manifestaciones son contra la ocupación israelí, contra la expansión colonial y contra las provocaciones israelíes en la mezquita Al-Aqsa [en Jerusalén]. Esas razones siguen ahí, bien presentes, y se necesita un gesto, un cambio en las políticas israelíes, para calmarlas. Y también un cambio en el discurso de los líderes palestinos: nuestros jóvenes están cansados de palabras, quieren actos", explica.
"Éste es un problema político y mientras no se resuelva, la violencia irá creciendo hasta que haya una gran explosión terrible para israelíes y palestinos. Lo que está claro es que una ocupación no puede continuar toda la vida", agrega Margalit.
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