El miedo y la incertidumbre empujan a las mujeres afganas a desaparecer de los espacios públicos
El cercenamiento de las libertades con los talibanes ya empezó y las mujeres temen salir a la calle o manifestar lo que piensan
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KABUL.- La doctora Zuhal solía ir manejando a trabajar. Pero esta semana empezó a ir en taxi por temor a las represalias de los talibanes, que ya en el pasado prohibieron que las mujeres manejen. Pero no alcanzó. Dos días después de la toma del poder, un talibán armado la sacó a la rastra del taxi y la azotó en medio de la calle porque la vio filmando desde la ventanilla el caos de la evacuación en el aeropuerto del Kabul.
“Lloré todo el camino de vuelta a casa”, dice Zuhal, que no quiere revelar su apellido por temor a un nuevo ataque.
Desde que tomaron el control de Afganistán, los talibanes han intentado mostrar que ahora son más moderados que durante su gobierno de la década de 1990, cuando su interpretación draconiana del islam sunnita y el trato que le daban a las mujeres convirtieron a Afganistán en un Estado paria.
Si bien los talibanes se han comprometido públicamente a respetar los derechos de las mujeres dentro de los límites del islam, el movimiento no han aclarado que entienden por eso, ni han hecho promesas específicas al respecto. Las interpretaciones de la sharia -la ley islámica- varían enormemente, y es precisamente esa ambigüedad y la amplitud de las posibles restricciones las que generan preocupación dentro y fuera de Afganistán por el destino de las mujeres afganas y sus libertades.
Cuando el movimiento talibán ocupó Kakul por primera vez, en 1996, la doctora Zuhal tenía seis años, la misma edad que tiene su hija ahora.
“Tengo tantos sueños para ella”, dice. “Veo mi vida y mis logros desintegrarse ante mis propios ojos, pero me aterra pensar que pueda pasarle también a mi hija”.
Y así es que las mujeres ya han empezado a retirarse del espacio público.
Fawzia Koofi, hasta ayer una activa defensora de los derechos de las mujeres y exparlamentaria, que sigue en Afganistán, dice que dadas las actuales circunstancias no puede dar entrevistas ni responder preguntas. Fatima Gailani, una de las pocas mujeres que negociaron con los talibanes como integrante del colapsado gobierno afgano, tampoco quiso hacer comentarios para esta nota.
En Kabul, muchas jóvenes jamás han usado burka, y de hecho algunas solían mostrarse en público a cara descubierta. Los barrios más ricos de Kabul habían llegado a parecerse mucho a Occidente, con jóvenes de ambos sexos socializando libremente en cafés de estilo norteamericano.
A ese estilo de vida estaba acostumbrada Fatimah Hossaini, una fotógrafa de 28 años. Hasta hace menos de una semana, Fatimah circulaba libremente por Kabul sacando fotos de mujeres afganas, y se reunía a comer o tomar algo con sus amigos y amigas. Hoy no se deja ver en público.
“¿Y todo eso por lo que luchamos durante dos décadas? Hoy hasta tengo miedo de mostrar las fotos que saqué. Me tengo que esconder”, dice la joven. “Tenía mi libertad, podía ir al gimnasio, a un restaurante. Incluso a veces no me cubría la cabeza en público. Todo eso cambió en una semana”.
En Irán y Arabia Saudita, que imponen sus propias versiones de la sharía, las limitaciones para las mujeres incluyen un estricto código de vestimenta y segregación por género en algunos lugares públicos. Para las mujeres que vivieron bajo el régimen talibán en la década de 1990 las limitaciones eran mucho más restrictivas: las mujeres estaban básicamente confinadas a sus hogares, tenían prohibido ir a la escuela y eran obligadas a usar la versión del burka que no deja expuesto un solo milímetro de piel.
Las jóvenes nacidas después de la invasión de Estados Unidos en 2001 dicen que todos sus sueños quedaron destrozados de la noche a la mañana.
“Hace apenas una semana, estábamos planeando cómo estudiar y trabajar en el semestre de otoño de la universidad, pero ahora todo el mundo está muerto de miedo. ¡Nuestros sueños han desaparecido! " dijo una estudiante.
El martes, en su primera conferencia de prensa, el vocero talibán Zabiullah Mujahid dijo que el movimiento, que se autodenomina Emirato Islámico, respetaría los derechos de las mujeres.
“El Emirato Islámico está comprometido con los derechos de las mujeres dentro del marco de la sharía”, dijo Mujahid. “Queremos asegurarle a la comunidad internacional que no habrá discriminación contra la mujer, pero por supuesto dentro de nuestro marco legal. Nuestras mujeres son musulmanas.”
Pero muchas mujeres afganas desconfían de la promesa de los talibanes de respetar sus derechos.
“Aunque dicen que a las mujeres les van a permitir trabajar y educarse, no les creo, porque son palabras ambiguas y porque en el pasado ellos ya sembraron el terror”, dice una empleada pública de 31 años de Kabul, que ni siquiera tiene un burka. “Todavía no me compré uno. Ni las quiero ver.”
El comportamiento de los talibanes hacia las mujeres hasta el momento ha sido mixto.
El discurso talibán sobre las mujeres se ha suavizado, y ahora dicen, por ejemplo, que las mujeres tienen derecho a la educación. Las escuelas de niñas en algunas zonas están abiertas, y los líderes talibanes en Doha, Qatar, envían a sus hijas a universidades del extranjero.
Pero en algunas regiones de Afganistán que cayeron la semana pasada, de inmediato los talibanes impusieron restricciones a las mujeres, prohibiéndoles salir a la calle sin un pariente varón y obligándolas a usar burkas. Algunos comandantes exigieron a las familias locales que entregaran a sus mujeres solteras para casarlas con los combatientes.
En los salones de belleza de Kabul, aparecieron pintadas ofensivas y fueron arrancadas las imágenes publicitarias con imágenes de mujeres.
El martes, una presentadora del canal de noticias más importante de Afganistán, Tolo News, entrevistó a un alto funcionario talibán. Pero al día siguiente, una presentadora de la red de televisión estatal de Kabul hizo un llamado a la comunidad internacional cuando le negaron ingreso al edificio de oficinas de la emisora, mientras que a sus colegas varones los dejaban pasar.
“Quería ir a trabajar, porque no perdí el coraje. Pero lamentablemente, no me dejaron”, dijo la periodista Shabnam Dawran, en un mensaje de video que difundió en las redes. “Si la comunidad internacional escucha mi voz, les pido ayuda: nuestras vidas están bajo amenaza.”
Señales contradictorias
Laurel Miller, una exdiplomática estadounidense que participó de negociaciones con los talibanes durante las administraciones de Obama y Trump, dice que todavía es demasiado pronto para interpretar las señales contradictorias de la agrupación, ya que aún tiene que formar gobierno y establecer el imperio de la ley. Es posible que algunas acciones cuestionables fueran llevadas a cabo por facciones locales, dice Miller, sin órdenes directas desde arriba.
“Es indiscutible que buscan legitimidad y dinero. Necesitan acceso a recursos financieros. La pregunta es qué están dispuestos a dar a cambio”, dice Miller, y agrega que ni el gobierno talibán más progresista que uno pueda imaginar llegará a satisfacer los estándares occidentales.
Tras la invasión de 2001, las fuerzas de Estados Unidos y sus aliados invirtieron mucho dinero y esfuerzo para promover la igualdad de género. Se reabrieron las escuelas para niñas, las mujeres ingresaron a las universidades y se incorporaron a la fuerza de trabajo. Si bien las áreas rurales siguieron siendo mayoritariamente conservadoras -allí rara vez se ve a las mujeres afuera de su casa sin el burka azul-, en las ciudades más grandes, especialmente en Kabul, el cambio ha sido muy visible.
Heather Barr, especialista en Afganistán y directora asociada de Human Rights Watch, dice que no hay motivos para creer que en estos años los talibanes se hayan moderado. “La generación de las mujeres nacidas después de la invasión de 2001 crecieron escuchando historias terribles sobre los talibanes y esa época horrible y oscura que habían sufrido sus madres y abuelas, y que gracias a Dios ellas nunca tendrían que vivir”, dice Barr. “Y ahora, 20 años después, lo impensable se repite.”
The Wall Street Journal
Traducción de Jaime Arrambide
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