El mayor funeral del mundo logró reunir a dos rivales: EE.UU. y Cuba
La multitudinaria ceremonia en honor a Mandela en el estadio Soccer City, de Soweto, fue escenario de un inesperado apretón de manos entre Obama y Raúl Castro; estuvieron presentes casi 70.000 personas y decenas de líderes extranjeros
JOHANNESBURGO.- Nelson Mandela hubiera estado contento, y no sólo por los festejos en su nombre. Como gran abogado de la reconciliación, tuvo que ser precisamente la ceremonia realizada ayer en el estadio Soccer City, el funeral más grande del mundo, donde dos históricos adversarios se dieron la mano: el presidente norteamericano, Barack Obama, y el cubano Raúl Castro.
Fue un saludo que dio la vuelta al mundo y le entregó, junto con los cantos y bailes de los sudafricanos, brillo y calidez a una ceremonia de cuatro horas, bien organizada, pero de la que muchos incluso esperaban más. Pudo ser la lluvia, las altas expectativas o la desusada extensión. No se sabe cuál de esas tres razones, o si la suma de ellas, es lo que convirtió el funeral popular de Mandela en una ceremonia quizás algo distante para sus simpatizantes.
Los mandatarios internacionales invitados por el gobierno y la familia del ex presidente, que murió la semana pasada a los 95 años, llevaron la voz cantante. Y hubo poco espacio para una ciudadanía con ganas aún de demostrar, tras cinco días de duelo "alegre", que ellos, los hijos de Madiba, quieren seguir dando a su héroe un homenaje cercano y festivo.
La lluvia fina obligó a los casi 70.000 espectadores a aguantar estoicamente durante horas hasta quedar empapados, mientras cantaban himnos de la lucha anti apartheid que seguramente el propio Mandela había coreado en más de una ocasión. Siyabonga Maseko, que con 18 años podrá votar por primera vez en las elecciones generales del año que viene, restaba importancia a que hubiera dormido en el auto para ser uno de los primeros en la fila. "Madiba se lo merece porque en realidad sacrificó su vida por tener el país que tenemos".
Los cánticos se acabaron cuando el himno sudafricano, vocalizado en cinco de las once lenguas oficiales del país, arrancó sus primeras notas. Entonces, el público pasó de protagonista a espectador y cedió su lugar a las declaraciones de los presidentes llegados de todo el mundo.
Los jefes de Estado se sucedieron para rendir su justo homenaje con repetidas alabanzas hacia quien consiguió que Sudáfrica se librara, hace dos décadas, de uno de los regímenes más opresivos del mundo.
Suerte que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, llegó a tiempo para su discurso, después de presentarse con cierto retraso, según afirmaban algunas fuentes, porque fue víctima de los insufribles embotellamientos de Johannesburgo.
Pero su llegada logró levantar los ánimos de un auditorio, que, en algunos casos, como el del joven Siyabonga, había pasado la noche durmiendo fuera del estadio.
Obama se llevó, juntamente con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, los mayores aplausos del público. Con su hábil oratoria, supo tocar la fibra sensible de los sudafricanos; obvió, eso sí, que su país mantuvo a Mandela en la lista de terroristas hasta 2008, pero subrayó que gracias a Mandela siempre intentó "ser mejor" en la vida.
"Debemos actuar en nombre de la justicia. Nosotros también debemos actuar en nombre de la paz", dijo Obama, y, ante la ovación atronadora del estadio, llamó a Mandela "el último liberador del siglo XXI".
Obama facilitó entonces la imagen histórica de la jornada, cuando en la tribuna de oradores se topó con Castro y, lejos de evitarlo, lo saludó con un apretón de manos y ambos mantuvieron una breve conversación de cortesía.
La foto dio la vuelta al mundo a través de las redes sociales y sirvió para hacer segundas lecturas cuando, en su discurso, Obama criticó que muchos de los líderes que ahora "reclaman solidaridad con la lucha por la libertad de Mandela en cambio no toleran la disidencia de su pueblo" (ver pág. 4).
Claro que también se podía haber referido al presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe; al vicepresidente chino, Li Yuanxao, o a los jeques de los países árabes que también homenajearon al desaparecido premio Nobel de la Paz.
A su turno, Castro abogó por la "negociación y la cooperación" como las únicas vías para superar los problemas, para posteriormente asegurar que el viejo Mandela había sido un "ejemplo insuperable" no sólo en tender la mano a los que construyeron y mantuvieron el apartheid , sino en su tarea en contra de la pobreza y en favor de la unidad que permitiera superar "las cicatrices del colonialismo, la esclavitud y la segregación racial". En una línea bastante parecida habló la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, para quien el líder sudafricano fue un "inspirador en las luchas civiles de América latina".
La lluvia no perdonó en toda la ceremonia, como si no se hubiese querido perder el funeral o, al revés, como si hubiese querido boicotearlo. Ese mal tiempo y en cierta manera la extensión y la sensación de sentirse excluidos del protagonismo hicieron que muchos asistentes empezaran a desfilar hacia la salida justo después de que Obama cerrara su discurso con citas de Mandela y con un sentido "te añoraremos profundamente".
Al presidente sudafricano, Jacob Zuma, le hubiera gustado que al llegar su turno las gradas estuviesen aún más vacías de como se quedaron, para evitar que sus invitados ilustres presenciaran los chiflidos y abucheos que el público le dedicó por presunta malversación de fondos públicos en su favor. Son acusaciones tan serias que ni el gran Mandela quiso protegerlo.
Del editor: qué significa.
Marta Rodríguez Carrera
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