El matrimonio bajo perfil de Angela Merkel y por qué usa el apellido de su primer marido
Angela Merkel fue por mucho tiempo una mujer entre hombres. Dieciséis años atrás la canciller que este año se despide del gobierno quebró su parte del techo de cristal y, por decisión de los alemanes, dejó de soñar con el poder para tomarlo: por más de una década se sentó al lado del mandatario de Francia, a discutir con el de Estados Unidos, a intercambiar posturas con el de Japón y a negociar con el de Rusia. Angela Merkel fue mujer entre hombres y no por sorpresa. No para ella. Lucha contra el machismo desde mucho antes de ser la única en la sala. Se metió en política en 1989 y aunque siempre mantuvo ese perfil, lo dejó en evidencia en 1993, cuando publicó una columna en la revista Emma titulada “Cuando ella aún soñaba con el poder”. Entonces dijo que la participación de las mujeres en la vida pública de su país mostraba un panorama aterrador, que faltaba representación femenina en grandes empresas y en medios de comunicación, que todavía las pautas las marcaban los hombres, que ellos también pueden cuidar de los chicos y limpiar el baño, “que las mujeres debemos ir a la marcha a través de las instituciones y participar del poder”.
Angela Merkel fue mujer entre hombres y fue criticada por machista y masculina. De hecho no fue sino hace semanas atrás que se atrevió a decir “soy feminista” en un encuentro con la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, reconocida militante y autora de Todos deberíamos ser feministas. Pero más que imitar el rol del varón, la canciller ayudó con su figura a dar una nueva definición al de la mujer, en la política, en la academia, en la casa, en el amor.
El modo en que lleva adelante su pareja es parte de su convicción. Está en una relación con el químico Joaquim Sauer desde hace 30 años pero son pocas las fotos que se tienen de ambos juntos porque casi no se muestran en público. Para ellos el trabajo va por un lado y la familia por el otro. Tal es la división que establecieron que Sauer no estuvo presente en la mayoría de las asunciones de la canciller. El compañerismo lo centralizan dentro del hogar, donde según dicen los diarios comparten tareas domésticas sin reclamos. Ella arma la lista de lo que falta en la alacena, él va a comprarlo. Si uno cocina, el otro limpia. Merkel no realiza declaraciones públicas sobre su postura respecto del feminismo; predica con el ejemplo.
“Ella nunca ha sido abiertamente feminista en un sentido ideológico. Sin embargo, ha incorporado sistemáticamente a las mujeres en su gabinete y ha alentado muchas iniciativas legislativas para promover los derechos y la posición de las mujeres”, aseguró a LA NACION el profesor Thomas Saalfeld, de la Cátedra de Política Comparada de la Universidad de Bamberg.
De Merkel a Sauer
Merkel nació en Hamburgo, norte de Alemania, el 17 de julio de 1954. Su padre era pastor luterano, su madre profesora de inglés y latín, y ella en verdad era Angela Dorothea Kasner. El Merkel no es suyo, es de su primer marido. Se quedó con su apellido (en su país y en su tiempo, la mujer adoptaba el apellido de su esposo) porque al divorciarse ya se había hecho conocida como tal. Fue una estrategia.
En su juventud, tras mudarse a la Alemania comunista por el trabajo de su padre, Angela estudió en la Universidad de Leipzig, donde se licenció en Física, especialidad que comparte con aquel primer amor, Ulrich Merkel, a quien conoció en Moscú. Se enamoraron, se casaron y se instalaron en Berlín. Eran jóvenes. Ella tenía 23 años. Era 1977. Cinco años después, se divorciaron. "Parece un poco tonto, pero me casé porque todo el mundo se casaba. No fui al matrimonio con la suficiente madurez", dijo la canciller tiempo atrás. Su vida de divorciada no fue fácil: le faltaba empleo, no encontraba dónde vivir, pasó varias noches en un edificio ocupado y fue camarera de un bar. Sin embargo siguió estudiando y tras cuatro años se doctoró en Química Cuántica con el apoyo de un tutor que no fue otro que su actual marido. Así se conocieron.
Joaquim Sauer nació el 19 de abril de 1949 en Hosena, parte de la entonces República Democrática Alemana. Era el hijo del pastelero del pueblo. Estudió Química de 1967 a 1972 y dos años después se doctoró en la Universidad Humbolt. Trabajó allí como investigador hasta 1977, que se sumó al plantel del Instituto Central de Fisicoquímica. La caída del muro de Berlín lo encontró en el mismo lugar pero distinto: se había casado con una colega, había tenido dos hijos, se había divorciado. Ese 9 de noviembre de 1989, al tiempo que se rompía el hormigón, se abrían sus posibilidades: viajó por un tiempo a Estados Unidos para trabajar en una empresa de software para la investigación científica y al regresar, en 1992, se unió a la Sociedad Max Planck, se consagró como uno de los investigadores de su generación y se reencontró con su amor.
Los diarios aseguran que Merkel y Sauer, que se conocieron en los 80, comenzaron a salir apenas antes de los 90, por lo él que la acompañó desde cero en su carrera política. El 30 de diciembre de 1998, sin muchos invitados, se casaron.
Discreto
El fin de las dos Alemanias fue también una puerta que se abría para Angela: ingresó a la Unión Demócrata Cristiana y a los dos años ya tuvo su primer cargo como ministra de la Mujer y la Juventud. No le bastó. Fue por más. Llegó primero a la secretaría general del partido, luego a la presidencia y por último al mando del gobierno.
En noviembre de 2005, a los 51 años, Angela se convirtió en la primera mujer y en la primera persona criada en el este en asumir la cancillería. Y así, con su jura, le dio al papel político de la mujer en Europa otra arista. Sin embargo Sauer no estuvo allí. Como tampoco en varios otros momentos clave de su carrera.
“Alemania tiene un sistema de gobierno en el que las funciones de jefe de Estado y jefe de Gobierno están separadas. El jefe de Estado, el presidente, Frank-Walter Steinmeier, tiene deberes ceremoniales y su esposa cumple funciones oficiales: lo acompaña en visitas y patrocina organizaciones benéficas. La esposa o el esposo del canciller, nuestro jefe de gobierno, ha sido tradicionalmente una figura más discreta. Puede acompañar en los viajes pero no hay ninguna expectativa de que lo haga. Cuando Merkel asumió, su esposo no asistió a sus primeras tres ceremonias (2005, 2009 y 2013) sino solo a la última (en 2017). Estaba en una sala para invitados y, según se informó, con su computadora portátil encendida”, explicó Thomas Saalfeld.
No es que no la acompañó nunca, pero no fue lo habitual. A las cumbres internacionales Merkel concurrió sola. Por un lado el trabajo, por el otro el amor. Reinhold Messner, amigo de ambos, dijo a Reuters hace tiempo sobre Sauer, al que Merkel llama Achim: “Es ingenioso, es profundo, puede ser increíblemente divertido y es un hombre brillante”. Los dos son exitosos en lo que hacen (incluso, el nombre de Sauer –que en alemán significa agrio– siempre está entre los posibles candidatos al Nobel) y no quieren ser reconocidos como “compañeros de”. Quieren nombre propio.
“Mantienen su vida personal privada. No sabemos mucho sobre su relación. Sauer es un eminente químico investigador y ocupó una cátedra en la Universidad Humboldt hasta su jubilación en 2017. Nunca ha aceptado ser entrevistado si el eje no era su trabajo. Nunca nadie sugirió que haya sido un asesor influyente”, aseveró Saalfeld.
Existen, sin embargo, algunas fotos en las que las primeras damas de los mandatarios del mundo se ven acompañadas en las escalinatas donde posan por un hombre flaco, apenas alto, de pelo oscuro, algo cano, ojos grises, arrugas serias y piel dura. Es él. Es Sauer. El “fantasma de la ópera”, como varios medios de comunicación lo apodaron, por su presencia esquiva y su adicción a la música de Richard Wagner. Una vez al año, sin falta, la pareja se muestra ante los fotógrafos cuando asiste al Festival de Música de Bayreuth, dedicado a la presentación de obras de este célebre compositor del siglo XIX. Esa pasión la comparten. También otras, como el buen vino, las caminatas en la naturaleza, en las montañas, el descanso en playas italianas, la tarta de ciruelas, los halagos.
"No hablamos todo el tiempo de política. Pero, de manera indirecta, es muy buen asesor", dijo alguna vez Merkel sobre él.
"¿Orgulloso de mi mujer? Sí, hay razones para estarlo. Por sus éxitos profesionales", dijo alguna vez Sauer sobre ella.
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