El mar de China Oriental, escenario de una nueva y peligrosa pulseada por el poder global
Estados Unidos y sus aliados intentan contener la expansión de la influencia de China
WASHINGTON.- Ahora que los países utilizan ciberarmas y aviones no tripulados para extender su poderío, y que el gobierno de Barack Obama está enfocado en esas nuevas formas de conflicto, la peligrosa disputa que se ha desatado por unos peñones en el mar de China Oriental parece casi un retroceso a la Guerra Fría.
De pronto, los recursos militares y los patrullajes aéreos son la moneda corriente de un conflicto solapado entre Washington y Pekín, cuya escalada preocupa cada vez más al gobierno norteamericano y que, según la Casa Blanca, podría hacer fracasar el complejo plan para manejar el auge del poderío chino sin intentar frenarlo abiertamente.
Al igual que durante la Guerra Fría, la actual disputa territorial parece una excusa para encubrir una cuestión más amplia: ¿quién ejercerá su influencia en esa vasta región del Pacífico?
Como resultado, y a medida que China reafirma cada vez con mayor intensidad su reclamo territorial sobre un archipiélago, los aliados de Estados Unidos también están derivando sus activos militares hacia esa región, lo que podría convertir una antigua y oscura disputa territorial en una pulseada más amplia por el poder en el Pacífico.
Corea del Sur, muy preocupada por el poderío de China, está construyendo una base naval para 20 barcos de guerra, incluidos submarinos, con el argumento de que debe proteger las cruciales rutas de navegación en el mar de China Oriental para sus exportaciones, entre ellas muchos productos electrónicos cuyo destino es precisamente China.
Japón, tras depender de la base naval norteamericana de Okinawa como apoyo de su propio y limitado patrullaje de la zona, también planea construir, para 2016, una nueva base militar en una isla cercana al archipiélago en disputa.
Mientras tanto, los japoneses planean desplegar más F-15 y aviones radar en Okinawa, así como un nuevo portahelicópteros y, por primera vez, consideran comprar a Estados Unidos aviones no tripulados para patrullar el área, como parte de un plan a tres años para darle un giro a su estrategia militar y enfocarse en sus islas del Sur y en China. Es parte de un cambio fundamental en la mentalidad de Japón, más decidido y capacitado que nunca desde 1945 para defenderse, en parte debido a que ya no están seguros del compromiso norteamericano con la defensa de la región.
Durante las últimas semanas, y por razones muy distintas, tanto Japón como China aprobaron la creación de un consejo de seguridad nacional. Para Japón, es un intento de conferirle más poder al primer ministro en caso de una crisis. Para China, parece ser un intento del presidente Xi Jinping de ejercer cierto grado de control sobre todas las fuentes de poder de su país, algo que su predecesor Hu Jintao nunca logró. Un dato interesante es que China, al enviar su portaaviones a otra zona potencialmente conflictiva, el mar de China Meridional, evitó pasar por las islas en disputa.
Uno de los actuales asesores de Obama dijo que "queda bastante claro que el tema real no son las islas". El funcionario, que evitó dar su nombre, agregó que el verdadero problema es el deseo de algunos en China, incluido el Ejército Popular de Liberación, y tal vez la nueva cúpula de Pekín, "de reconfirmar su poder de manera que hasta hace poco no podían, por carecer de la capacidad militar para concretarlo".
De hecho, durante su último viaje por Asia como secretario de Defensa, Robert Gates dijo en 2011 que creía que el objetivo a largo plazo de China era empujar a Estados Unidos hasta la "segunda cadena de islas", en medio del Pacífico, para mantener a las fuerzas norteamericanas más lejos aún de sus costas. Dos años más tarde, los funcionarios de Obama no se atreverán a musitar esa idea en público, pero es la concepción dominante de la inteligencia sobre los militares chinos.
La Casa Blanca ahora intenta comprender las acciones de la China gobernada por Xi, cuya reciente "zona de identificación de defensa aérea" es considerada la medida mejor calculada, y tal vez la más enérgica. Pekín sabía que estaba reclamando un territorio en disputa.
La respuesta de Obama fue enviar dos B-52. Ahora, la Casa Blanca enfrenta una tarea más compleja si quiere encontrar una respuesta a largo plazo. Para que su promesa de ser "un pivote asiático" se haga realidad, Obama deberá convencer al Congreso y a sus aliados en la región de que está dispuesto a dedicar más recursos militares, diplomáticos y económicos a la región, y no para frenar el avance chino, insiste Obama, sino para preservar y ampliar el histórico rol de Estados Unidos como garante de la paz en el Pacífico.
Será todo un desafío en tiempos en que el Pentágono enfrenta recortes presupuestarios y en que el aparato de seguridad nacional está abocado a los problemas de Irán, Siria y del futuro de Medio Oriente.
Traducción de Jaime Arrambide
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